𝐂𝐔𝐀𝐓𝐑𝐎.•

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—————— Día 32 ——————

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—————— Día 32 ——————

Hoy es el último día, último abrazo, la última vez que la veré... Último día de casados.

Caminaba mirando en el celular la direccion que me había mandando.

Al llegar, mire por todos lados, era un parque donde venía en mi adolescencia.

— Juan — dijo ella.

Me voltee a verla, estaba con un hermoso vestido de lunares, esos atuendos que tanto la caracterizaban, los cuales me encantaban verla siendo acompañada siempre con su bolso lleno de tuppers y esas miles de charlas antes de ir a prender streams.

— Val... — dije acercándome a ella.

— Toma — me entrego un tupper de vidrio y unos papeles — Ya los firme.

¿Por qué ahora no quiero? No quería que lo firmara, estoy dudando ante esto.

—Y-yo... — comencé a decir pero me interrumpió.

— Gracias por cumplir mi petición a pesar de no tener las ganas — sonrió y me abrazo fuerte, se le veía deteriorada, no quería que sufra.

Este abrazo duro unos segundos, sin poder llegar a decir espera, ella ya se había ido.

La mire alejarse, quería ir corriendo hacia ella y abrazarla fuerte. Pero no tuve el valor.

Me quedé hasta la noche en aquel parque.
Me dirigí a la casa de mi amante, para contarle de aquella noticia pero la encontré durmiendo.

Me senté en el comedor mientras miraba el recipiente de vidrio, las hojas del divorcio y el anillo de casamiento, el cual le iba a dar a mi amante.

Al agarrar las hojas, un pequeño sobre blanco cae de entre ellas, con duda lo alcé y lo abrí.

Adentro se encontraba una carta.

«Solo quería decirte que esos treinta días, fueron los mejores, al menos para mí.

Hace cinco años que no me habías abrazado y besado, sentía que me tenías asco posiblemente.

Mi único método de acercarme a ti era a través de la comida, la cual siempre tirabas o decías que estabas lleno.

Pero pude hacerlo a través de mi petición.

Estos días te he llevado a una regresión de nuestro pasado...»

No pude seguir leyendo, mis manos temblaban.

Por eso el primer día me llevo a la escuela de Sebastián.

«— ¿Porque me trajiste a este lugar? — pregunté mirando aquel establecimiento.

— Aquí mandaremos a nuestro hijo — comentó ella con una sonrisa.

— Apenas tiene un año — hablé irónico.

— Lo sé — dijo para seguir caminando con Sebastián en brazos. »

O cuando me llevó al parque.

«— ¿Cómo te gustaría llamar a tu otro hijo? — pregunto ella mirando al cielo.

— ¿Otro hijo? — pregunté rápidamente jugando con Val.

— ¿No quieres otro hijo? — preguntó juguetona.

— Apenas y dormimos con Sebastián, espera unos años más...»

Lágrimas empezaron a pasar por mis mejillas.

El abrazo en la iglesia tenía sentido.

«— Gracias — comentó mientras salíamos de la iglesia.

— ¿Por qué lo dices? — pregunté caminando hacia el auto.

— Por amarme — dijo sonriendo, para luego lanzar el ramo...»

Agarre mi cabello tratando de parar el dolor de mi corazón.

«— Es un niño — dije mirando las imágenes.

— ¿Cómo te gustaría ponerle? — me preguntó abrazándome.

— No lo se, ¿Cómo lo prefieres tu? — pregunté con una leve sonrisa.

— ¿Sebastián? Cómo tú — preguntó con su dedo en la barbilla...»

Miraba una, otra y otra vez las firmas en lo papeles...

¿Que hice?

«— ¡Papá! — exclamó ella mirando en el muelle.

— Lo lamento — dije abrazándola fuertemente.

— Tu no hiciste nada, ¿Por qué todo lo que amo se va? — dijo con lágrimas en sus bellos ojos — mi madre con problemas en el corazón y ahora mi padre por la tormenta.

— No, me tienes a mi y a nuestro futuro hijo — dije besando su frente...»

Tire los papeles con rabia. No quería. Ya no quería eso.

«— Disculpa no te ví — dijo una hermosa chica castaña, recogiendo sus papeles.

— Tranquila, yo fui el tonto que no se fijó por dónde caminaba — dije ayudándola.

— T-Te tire tu almuerzo — comentó preocupada.

— No es nada — comenté desinteresado, le entregué sus papeles junto unos libros.

— Toma esto — dijo extendiendo un pequeño compartimiento de vidrio — puedes comer, abajo tiene mi número para que me lo devuelvas — comento con una sonrisa.»

Teníamos una conexión increíble, recuerdo cuando íbamos a mi casa a almorzar, cuando conversábamos horas y horas, juro que ella me hacía olvidar mi alrededor, de todos.

Mi vida se basó mucho en ella todos estos años. El como hacía sentir seguro, protegido en sus brazos y es gracioso que ahora piense que quizá, al menos yo, jamás me aburriría de verla todos los días prácticamente las 24 horas. En aquellos tiempos éramos muy inseparables. Y si no nos veíamos pues tocaba extrañarnos era algo que pasaba.

Me acuerdo que me fascinaba por el cabello largo que tenía, el cual siempre le ha quedado bien. Me gustaban mucho sus pestañas ¿alguna vez se lo dije?

¡La amo! Gritaba por dentro al recordar esos detalles.

Mire el tupper, mis lágrimas salían de mis ojos.

Lo abrí y era un rostro de arroz, con cabellos de carne, ojos de aceitunas marrones, semillas de sésamo como pecas y una sonrisa con un morrón.

Sonreí mientras lloraba, era yo...

«— ¿Que es esto? — pregunté aguantando la risa.

— Eres tú — murmuró con un puchero.

— Gracias — dije besándola.»

Es el mismo que me dió en ese momento. Mire la caja con el anillo de bodas.

Me gustaría recordar con exactitud nuestros temas de conversación.

También yo le di algo.

𝗧𝗿𝗲𝗶𝗻𝘁𝗮 𝘆 𝗱𝗼𝘀 ¿𝗮𝗯𝗿𝗮𝘇𝗼𝘀? [Juansguarnizo x Tú] (ADAPTACIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora