𝐂𝐈𝐍𝐂𝐎.•

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«— ¿Estuvo rico? — preguntó con una sonrisa

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«— ¿Estuvo rico? — preguntó con una sonrisa.

—El mejor — comenté limpiando con una servilleta sus labios.

— Lo siento, no me di cuenta que tenía arroz — dijo avergonzada.

Sonreí ante su sonrojo, era hermosa por dónde la veas.

Busque en mi mochila un pequeño estuche de rollo y se lo lance.

— Ten esto — le dije terminando de comer.

— Pero no tengo cámara — dijo confundida.

— Que importa, solo ábrelo — comenté mirando a otro lado, no sabía cómo actuar en estás circunstancias.

Ella confundida lo abrió, pero al ver el anillo abrió aún más sus ojos.

— Se que somos jóvenes, pero quisiera que seas mi esposa más adelante — dije con un leve sonrojo.

Se quedó callada por varios minutos, ya me estaba haciendo la idea que no aceptaría.

— Acepto — respondió sonrojada.

Ese día fue el mejor de mi vida, no iba a desaprovechar la oportunidad de estar a su lado.»

No lo aproveche... No lo hice.

Empecé a comer la comida con un fuerte dolor en mi pecho, ¿Por qué la deje ir? ¿Por una simple aventura?

¿Por qué lo hice maldita sea?

Agarre de nuevo el anillo y lo tire a la basura, no quería hacerlo. La quería a ella.

Me quedé dormido ante todos los recuerdos que llegaban de repente atormentandome por completo.

A la mañana siguiente el sonido molesto del celular me despertó.

Mire la hora y era el horario con el cual me juntaba con Val.

Hacía frío, pero esperaba levantarme con una cobija y el olor a café que me compraba ella.

Pero no, supongo que solamente ella tenía esa preocupación por mí.

Agarre el teléfono de mala gana y atendí.

— Hola — dije desganado.

— ¿Hablo con el señor Guarnizo? — pregunto una mujer.

— Con él habla — dije confundido.

— Pues verá, su esposa tenía una operación al corazón programada hace un mes — dijo para continuar — Pero la suspendió a pesar de las consecuencias.

— ¿Y que ocurrió? — mi corazón empezó a latir rápido, tenía miedo de perderla.

— Fué llevada a urgencias la perdimos varias veces en el quirófano — continuo — Ahora su pulso es muy inestable y puede fallar en cualquier momento, los médicos aconsejan que es mejor desconectar el respirador y dejarla ir, pero como es la única familia que le queda, me pudieron que me comunicara con ustedes para la decisión final.

Mi mundo cayó, mis ojos irritados volvieron a llover lágrimas.

¿Por eso pidió esos abrazos? ¿Se estaba despidiendo?

Empecé a buscar mis cosas rápidamente, en eso sale mi amante adormilada.

— ¿Sucede algo? — preguntó sentándose en la mesa.

— Luego hablaremos de eso — dije poniéndome otra camisa.

— Está bien — dijo desganada mirando el tupper

Eso me trae un recuerdo.

«— Ayer llegaste tarde y hoy te irás temprano debes dormir, cariño  — dijo Val.

— Luego hablaremos de eso — dije desganado yendo hacia fuera.

— Espera... — dijo, no le di importancia y seguí mi camino.

— ¡Juan Sebastian!

— ¿Que quieres? — pregunté, la falta de sueño me tenía de mal humor.

—T-Ten — dijo temerosa mientras me colocaba un saco y mi bufanda.

— No tengo tiempo — dije sin dejar que me siga arreglando la ropa.»

Me maldigo a cada rato por tratarla mal.

— ¿Ya firmó? — dijo sonriendo mientras miraba los papeles tirados.

Sin decir nada me retire de la casa, hacia un frío inmenso. Hubiera querido que venga y me ponga sus tantos abrigos.

Camine rápidamente a la clínica, no quería que se fuera, no quería que se fuera, no la quería dejar ir.

Desesperado empecé a correr, aún la amo y no quiero dejarla.

Cuando llegué, pregunté por la habitación donde se encontraba. Me preocupaba Sebastián también, pero sabía que estaría con mi madre.

Corrí hasta la habitación 264, mi corazón cada vez se aceleraba más.

Al llegar, mi mano temblaba en el picaporte. Suspire y la abrí.

Adentro se encontraba ella con un montón de aparatos, con tan solo verla así mi corazón se encogía, el dolor era agonizante.

Parecía un cadáver que se movía solo para respirar aunque eran respiraciones lentas y obligadas por la máquina.

Quise acercarme a tocar su pálida mano, pero una voz me detuvo.

— Señor Guarnizo — dijo un jóven doctor desde la puerta.

— ¿Si? — pregunté secando leves lágrimas.

— Mi nombre es Christian Chalamet, queremos saber si firmará para la desconexión de la señora Guarnizo — comentó acercándose.

— ¿No tiene oportunidad de vida? — pregunté con temblor, quería una respuesta positiva.

— No, lo siento mucho.

— Mierda — dije pasando mis manos por mi rostro con desesperación.

¿Que hago? No quiero dejarla morir, es el amor de mi vida.

Pero... La he perdido desde que la trate mal. Ella nunca hubiera querido depender de una estúpida máquina, era hora de... dejarla ir.

Mi egoísmo no la hará sufrir una vez más.
Al firmar, su corazón se detuvo sin necesidad de la desconexión.

Si tuviera otra oportunidad, no la desperdiciare.

𝗧𝗿𝗲𝗶𝗻𝘁𝗮 𝘆 𝗱𝗼𝘀 ¿𝗮𝗯𝗿𝗮𝘇𝗼𝘀? [Juansguarnizo x Tú] (ADAPTACIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora