Sophie
Ignorar a Alexander no había sido una tarea fácil. Era imposible fingir que la persona por la que estabas empezando a sentir más de lo que deberías no te interesaba.
En el momento en que él irrumpió en mi oficina con una cara de enfado que no le había visto ni en los momentos de más estrés en el trabajo, supe que tendría problemas. Quise mantenerme serena y controlar mis emociones, sin embargo, me fue difícil callar lo que pensaba y se lo dije a la cara, después de todo, siempre era mejor ir de frente.
Mis celos, porque eso era lo que sentía, quedaron en evidencia; dándole a Alexander la oportunidad perfecta para acercarse a mí. Un simple roce de sus labios logró que mi cuerpo despertara y ansiara que ese roce se convirtiera en un beso.
Podría haber huido y evitado ese beso, pero no era lo que quería. Quería dejarme llevar y disfrutar de ese momento. Dejando de lado el sentido común, abrí mi boca y dejé que la invadiera. El beso no fue tierno, fue un beso lleno de deseo al que yo correspondí. Me aferré a sus hombros y poco a poco fui subiendo mis brazos hasta rodear su cuello. Alexander tomó mi cintura con firmeza, acercándome más a su cálido cuerpo.
No sé si nos besamos por solo unos minutos o si fueron horas. Lo único que sé es que cuando sus labios abandonaron los míos me sentí extraña, como si me quitaran algo que hasta ese momento no sabía que necesitara tanto.
Nos mantuvimos en silencio por unos instantes, esperando retomar el ritmo normal de nuestra respiración. Sentía mis mejillas arder ante el leve hormigueo que se había instalado en mi vientre bajo. Deseaba a Alexander y aunque en el fondo estaba cagada de miedo, quería saber hacia dónde nos llevaba lo que teníamos.
—Ha sido mejor de lo que imaginaba —dijo Alexander, rompiendo el hielo.
—Coincido contigo —Mi respuesta pareció hacerle gracia. Sin embargo, teníamos que hablar. Las cosas no se solucionaban con un beso y haciendo como que el problema no existiese.
—No me fui con ninguna mujer el viernes pasado. Bailé con una chica y me fui a casa...
—No es eso lo que escuché por ahí...
—A estas alturas, ya deberías haberte dado cuenta de lo chismosos que suelen ser algunos de mis colaboradores. Pero no debes creer en algo que tú no hayas visto por ti misma —En eso tuve que darle la razón con un leve asentimiento —. Me interesas de verdad y no haría nada que pudiera echar a perder lo que empecé contigo.
—Te creo —no podía decir otra cosa, decidí hacerle caso a mi corazón y este me gritaba que Alexander no me lastimaría.
—Si queremos que lo que hemos iniciado avance, tendrás que aprender a confiar en mí de la misma forma en que yo lo haré contigo —Sus palabras fueron firmes y saber que estaba seguro de lo que quería logró darme esa tranquilidad que necesitaba sentir antes de aventurarme en una nueva relación.
—Lo único que te pido es que no me hagas daño. Solo necesito que seas sincero conmigo y yo te devolveré esa sinceridad. Sé que al entrar en una relación corro el riesgo de salir lastimada, pero también sé que si las cosas salen bien podré ser feliz —Le dije mientras él no dejaba de mirarme fijamente con sus preciosos ojos azules.
Después de eso, Alexander se fue a su oficina. Estábamos en el trabajo y no quería que los chismosos levantaran rumores en torno a nosotros. De eso hablaríamos en la noche, puesto que antes de irse me invitó a cenar y yo acepté.
El día pasó de manera lenta y afortunadamente no hubo reuniones con el grupo. Cada uno estaba enfocado en lo que debía hacer. En la hora del almuerzo le conté a Peter lo sucedido y se alegró de que hubiésemos logrado aclarar el malentendido.
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Déjame ser el amor de tu vida
Romance¿Qué pasa cuando el destino junta a un hombre que quiere encontrar el amor con una mujer que ha perdido la fe en este? Alexander está dispuesto a demostrarle a la huidiza diseñadora de interiores, que aún existen hombres que creen en el amor verdade...