IV. El Vino.

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IV.
EL VINO.

Chimo despertó con una cefalea tal, que sentía como si la noche anterior le hubieran aplastado las sienes entre paredes de ladrillo. El sol entraba con insistencia por las ventanas, por lo que, de mala gana, abrió los ojos y se cubrió de la luz con la mano.
Hace tanto que no dormía con tal paz hasta la tarde, pero el gusto le duró poco, hasta que pensó en la preocupación de Xóchitl al caer en cuenta de que no había tenido noticias suyas en más de tres horas, y recordar que tenía un buen trabajo que cuidar.
Salió corriendo de regreso a la casona, y en el viñedo, varios trabajadores se le quedaron viendo sin pista de lo que ocurría.

"¿Está todo bien, patrón?"
Escuchó a una voz preguntar. ¿Acaso se refería a él?

De camino todo parecía cambiado. La gente parecía más alegre, y lo más evidente era que ya no había esclavos. Los mulatos convivían con todos con total normalidad, y había parejas de españoles o criollos con indígenas por la calle. Nadie los juzgaba, y no recibían malos tratos, eran... Libres.
Tuvo que parpadear varias veces para creer lo que veían sus ojos. Y afuera de la vieja casona, Xóchitl y sus amigas permanecían de pie, mirando todo a su al rededor.

-Wow, o sea, ¿qué onda? No niego que está cool que ahora todos se puedan mezclar con lo que haya, pero es como que súper raro que pase de un día para otro. -habló Teodora.

-¡Chimo! -Corrió Xóchitl hacia su hermano al verlo al fin, y él la recibió con los brazos abiertos. -¿Pues dónde andabas, tú? ¿Y por qué estás tan raro?

-¿Raro?

-Tienes la piel como medio pálida. Hasta parece algo azul. ¿Tienes frío? -Chimo se miró las manos y, efectivamente, su piel ya no tenía ese bonito tono moreno saludable. Era una tes grisácea, como si el flujo de sangre en su cuerpo se hubiera detenido.

-La verdad no lo sé, no me explico nada... Todo es tan extraño... ¿Esto es real?

-No sabemos. Es como que algo les afectó a todos menos a nosotras, quién sabe por qué.

-Yo... Yo tengo una idea. -habló Toñita, sosteniendo su collar de cuarzo negro. -Mi padre es médium. Básicamente tiene la habilidad de conectarse con seres del más allá y eso. Mi abuela se lo heredó, y-y él me lo pasó a mí.
Ayer tuve el presentimiento de que algo iba a pasar. No sabía si bueno o malo, pero si algo he aprendido, es a mantener alejadas esas energías. A-antes de venir me traje mis collares de cuarzo negro, para protegerme a mí misma y a mis amigas, si es que ocurría algo. Los bendije como el Fray Godofredo me enseñó, le di uno a Xóchitl, y a Teodora se lo escondí en la ropa, porque no quiso ponérselo... No-no pensé que estaría en lo correcto, y tampoco imaginé que fueran a funcionar... Pero Chimo, ¿por qué tú...?

Se vieron interrumpidos por el señor Lorenzo, quien salió de la casona para recibir a su "invitado".

-¡Señor Ahuactzin! Es un placer tenerlo por aquí, ¿a qué debemos el honor de su visita?

Confundidos, los cuatro intercambiaron miradas como si fuese un juego de póquer. ¿Cómo fue que pasó de ser su criado a, aparentemente, tener un título en la sociedad?

-¿A-apoco conoce a este tipejo? -preguntó Antonia, en una jugada astuta para obtener algo de información. Todos entendieron su propósito al instante, salvo Teodora, que tardó un poco más.

𝐂𝐨𝐲𝐨𝐭𝐞 𝐍𝐞𝐠𝐫𝐨. [Chimo Ahuactzin.] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora