V. Hasta Que La Muerte Los Separe.

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V.
HASTA QUE LA MUERTE LOS SEPARE.

Horas después, luego de haber disfrutado plenamente de su amor, su reencuentro, y su compromiso, y de haber pasado por el interrogatorio de qué diablos había sucedido de pronto en todo el estado de Puebla, y la situación actual del joven Ahuactzin; Chimo, Concepción y Manolo fueron juntos a la casa de la San Juan-Silva.
Estuvo a punto de ser reprendida por sus padres al haber dejado ir aquella jugosa herencia, pero al enterarse de que iba acompañada por el dueño del Viñedo de las Jordanas, reprimieron su enfado hasta obtener una explicación.
Los enamorados inventaron la historia de que fue amor a primera vista en una fiesta de socialité antes de que sucediera todo el asunto con su primo. Supuestamente, no había pasado entre ellos más allá de una plática en el balcón a la luz de las estrellas , y seguían siendo puros e inocentes como unas blancas palomitas. Explicado esto, Chimo pidió su mano en matrimonio. Aceptarlo fue un honor, su fortuna en realidad tampoco estaba nada mal, y así podrían liberarse de ése pariente molesto, de paso.
Se iniciaron los preparativos para la boda, que sería tan solo una semana después. Fray Godofredo accedió a bautizar a Chimo en silencio para que pudieran contraer nupcias por la iglesia, y Concepción fue con Toñita a conseguir su vestido al elegante mercado El Parián, ubicado en el hoy conocido como "Zócalo de la Ciudad de México".

—No puedo creer que me esté casando. ¡Yo! Que tanto repudiaba el matrimonio. Con mi Chimo, siendo una unión bendecida por mi familia. —"¡Y de blanco, hasta con velo de novia! Ni yo me la creo. Espero que no se enoje Dios por la tremenda mentirota, pero pues es que no me queda de otra." pensó. En ese momento, estaba mirándose al espejo, viendo cómo lucía con ese ampón vestido.

—Hay muchas imposibilidades ahí, eh. No cabe duda de que el amor lo puede todo. —comentó Toñita, risueña. —Y te ves preciosa...

—Gracias, pero no seas cursi.

—Voy voy, pues si te vas a casar con Chimo, y no he visto a alguien más cursi que él.

—Pero en él me gusta. Siempre y cuando sea así sólo conmigo, románticamente hablando. Que si lo veo hablándole así a otra vieja, pa' qué quieres. Los agarro de trapeador a los dos. En otras noticias, ya me harté de buscar vestidos, están horribles para estar tan caros. —Y se metió de regreso al provador para quitárse el que llevaba puesto, pero siguió hablando con su prima, que estaba afuera del mismo. —Yo creo que con el dinero que me dio mi papá, voy a comprar la tela, y lo voy a hacer a mi gusto. Total, es mi boda. Ya lo que sobre, lo ahorro para empezar a decorar el cuarto de mis chamacos. —soltó un suspiro y se sonrió. No podía sentirse más dichosa.

—Oye, pero no me puedo quedar así. No es justo que amenaces así al pobre de Chimo.

—¿De qué hablas?

—Pues de éso que dijiste de que lo usarías de trapeador. —Concepción se echó a reír.

—¡Era broma! ¿Así de plano me crees tan troglodita?

—Pues contigo no se sabe. Yo nomas te aclaro que pareciera que sólo tiene corazón para ti, y no es justo que te plantees siquiera dudar de él. Te ama como de aquí hasta que la muerte los separe. Hasta más. Segurito que si te fueras primero, él todavía te guardaba luto un montón de tiempo. Hasta viejito. Así es él.

Concepción se quedó callada. No lo diría, pero estaba en las mismas condiciones. Incluso sabía que, si se ponían a competir, ella lo amaba más. Era capaz de cruzar el infierno si se lo pedía, y quien la conociese, sabría que no eran palabras vacías. Probablemente nadie la entendería. Era tan extraño amar en épocas de uniones por conveniencia.

Fue el Fray Godofredo quien los casó, y festejaron su unión en la hacienda. Todo fue feliz y muy hermoso, salvo por la presencia intimidante de una de las invitadas en parte de la ceremonia. Parecía ser una anciana de sonrisa engañosa y afilada; y ojos sin alma. De pronto, Concepción le perdió el rastro, pero se presentó una joven con las mismas características. No parecía siquiera humana. Al verla, tanto Manolo como Chichi, la mascota de la niña Teodora, y hasta el perico Gaznate que reposaba en el lomo del perro, comenzaron a actuar extraño. Como queriendo enfrentarse a un peligro, pero a la vez, sintiendo mucho miedo. El corazón de la joven mujer dio un vuelco y, cosa que jamás había hecho por orgullo, involuntariamente se escondió detrás de Chimo, como queriendo sentirse protegida por él. Incluso a su esposo le extrañó este actuar.
Sin detenerse a pensar demasiado, abrazó a Concepción por la cintura, por los hombros, y permitió que escondiera su rostro en su pecho.

—¿Qué tienes? —le preguntó suavemente, mirándola con ternura.

—Nada, nada... Me puse sentimental. —Chimo sabía que mentía.

—O sea, hello. —habló Teodora, que estaba cerca de ahí junto con sus amigas, mirando todo. —¿Qué nadie reconoce un bajón de azúcar cuando lo ven? ¡Xóchitlll! Ve por una coca bien fría para tu cuñada.

—No fue bajón de azúcar, yo la vi. Le tuvo miedo a algo. Algo que vieron ella y los animalitos. —respondió Xóchitl, con seguridad. —La pregunta es, ¿a qué?

—Ay... Pu-pues yyo mememe voy mmmás por lo ddde la bbbaja dde azúzucar... —respondió Toñita, temblando de miedo

Chimo parecía entender lo que ocurría. Miró al frente con el rostro en alto, y un porte decidido. En el contrato de almas, Moira advirtió que una vez concedidas sus ambiciones, tendría que ser fuerte y demostrar que podía conservarlas. Y eso haría, costase lo que costase. No iba a sentirse intimidado por ella, y sería la fuerza de Concepción, en las buenas y aún más en las malas.
El contrato estipulaba que iba a ayudarlo a alcanzar sus deseos. En este caso, alterando las memorias de la gente y haciéndoles creer el prestigio de un viñedo que no existía. Sin embargo, debía demostrar que él era más fuerte que la oscuridad para conservarlo.

"Tu alma me pertenece, y tu cuerpo podría ser poseído por las tinieblas. El costo de la magia negra es elevado para el contratante. En tus manos queda resistirlo, o dejar que te consuma."

Chimo recordó aquella parte del contrato, y miró a su esposa. Toñita dijo que, por herencia familiar, algunos San Juan tienen cierta conexión con el más allá. Aunque Concepción lo ha reprimido debido a su renuencia a creer en esas cosas, tiene igualmente el don. Pero, ¿qué pasará ahora que se ha metido de lleno en un lóbrego porvenir? ¿Caminaría la senda obscura al lado de su amado sin ser consciente de lo que pasa? ¿O aquel don al que tanto se niega la terminaría asfixiando?
Aún con Concepción en brazos, su joven marido la sostuvo un poco más fuerte y cerró sus ojos.

"Perdóname, mi amor por hacerte bajar al infierno conmigo. Pero sé que podrémos salir de él juntos." pensó Chimo.

𝐂𝐨𝐲𝐨𝐭𝐞 𝐍𝐞𝐠𝐫𝐨. [Chimo Ahuactzin.] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora