47| De pie

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Las horas se convirtieron en días, el tiempo pasaba relativamente lento dentro de la fría habitación del hospital donde me encontraba. Los primeros días fueron los más difíciles, pues levantarme de la camilla me resultaba casi imposible sin sentir un dolor desgarrante en el abdomen,La sensación de mi cuerpo no soportando ni siquiera los pequeños bocado de comida era aterradora, y me obligaba a devolverlo todo. La doctora, al ver mi condición, decidió extender mi tiempo de recuperación. Sin embargo, no todo era malo. Había algo que esperaba con ansias cada día: las visitas. Esos momentos, cuando podía ver a las personas que realmente se preocupaban por mí, se volvían mis rayos de luz.

El primer día luego de haber despertado de mi estado inconsciente me visitó Harry acompañado de su mamá, ella me abrazó con suavidad y cariño repitiendo millones de veces "Querido, eres tan fuerte", y esas palabras me hicieron tragar el nudo en mi garganta, y mordí mi labio evitando llorar, cosa que me fue imposible soltar algunas lágrimas haciendo que la mujer sollozara al verme, incluso Harry se nos unió en el llanto. Fue una tarde emotiva, cargada de cariño, a pesar de las lágrimas.

Al día siguiente, Charlotte y Eiden vinieron a verme. La morena me dio un abrazo con mucha cautela para no lastimarme, y Eiden, con su naturaleza más reservada, me saludó con un apretón de manos. Conversamos de cosas triviales, pero fue suficiente para sentirme acompañado. Ella era igual de parlanchina que su hermano, pero sin duda sus sonrisas eran diferentes. Eiden se limitó a hablar, y aunque sabia que era un hombre de pocas palabras, cuando se despidió con una suave mirada fue más que claro: podía contar con él. 

Entonces me di cuenta de lo dichoso que me había vuelto desde aquel día en donde pedí trabajo en aquel restaurante en donde mi vida se tornaría de colores, en donde encontraría la hermosa luz que necesitaba para ver entre tanta oscuridad.

El tercer día recibí la visita de Harry. Nos pasamos la tarde conversando sobre su trabajo y sobre cómo el pequeño gorrión, que tiempo atrás yo había salvado. También hablamos sobre mi tratamiento psicológico, y aunque me sentía nervioso al respecto, Harry hizo lo posible por mantener la conversación ligera. Él sabía lo nervioso que me encontraba de tan solo pensarlo pero se limitó a mencionar el tema ya que lo que menos quería ahora mismo era que me encontraba incómodo a su lado. Fue una tarde divertida, llena de anécdotas y pequeños chismes del moreno por parte del menor.

El cuarto día, Charlotte tuvo que irse rápidamente por asuntos del restaurante, pero se quedó un rato conmigo antes de marcharse, podía comprenderla ya que había dejado su restaurante a cargo pero no podía desaparecer durante semanas enteras sin dar alguna señal de vida. Me despedí de ella con un abrazo cálido, aunque sabía que su mente estaba preocupada por el negocio pero sonreí al escuchar como se prometía a sí misma regresar cuando antes. 

Cuando se fue, creí que aquella tarde sería aburrida así que intenté levantarme para pasear por los pasillos del lugar, tenía entendido que no pasaba nada si lo hacía mientras no me sobreesforzará, además de que me encontraba en la hora de visita y no había ningún inconveniente al respecto. 

Bajé con lentitud mis piernas de la camilla haciendo que mis pies descalzos tocasen las pantuflas color celeste que permanecían allí. Mi mano tomó el portasueros para que me ayudara a levantarme. Al principio fue difícil ya que no contaba con la ayuda de las enfermeras como era de costumbre pero quería hacerlo por mí mismo. Así que, tomé una gran bocanada de aire y comencé a ponerme de pie con lentitud.

Mis piernas se estiraron y mi cuerpo comenzó a enderezarse, al sentirlo pude soltar un gran suspiro que estaba reteniendo. Sonreí con gran alegría, sentí que aprendía a caminar nuevamente por primera vez. 

Respiré profundamente por segunda vez, sintiéndome orgulloso de dar este pequeño paso hacia la libertad.

Aunque mis piernas aún no se sentían completamente fuertes se comenzaron a mover por sí solas, daba leves paradas porque perdía un poco el equilibrio. Conté unas cinco paradas antes de llegar a la puerta, era un proceso lento pero seguro para mi condición actual.

𝐓𝐮 𝐜𝐨𝐦𝐩𝐚ñí𝐚Donde viven las historias. Descúbrelo ahora