Rosas y camelias.

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-¡Rosas !- dice ella, con su insoportable voz, riendo.  Chuuya sonríe, aunque por razones diferentes.

Esta oscureciendo. Deben llegar a las rosas negras pronto o ella no podrá ver el camino, luego querrá que la ayude a caminar porque con esos tacones y vestido esponjado no podrá hacerlo sola y ciertamente,  Chuuya quiere evitarlo todo lo posible.

- Te dije que mi jardín era distinto.

Ella vuelve a reír y mientras camina a su lado, pasa su brazo entre el suyo y toma su mano.  Chuuya quiere quitársela de encima, pero aun no es el momento. Se conforma con liberar su mano y dejar un espacio entre ellos.
Las sombras de los árboles se vuelven más oscuras y el olor a flores lo rodea.

Este bosque es el refugio de Chuuya. Lo ha sido desde su niñez, conoce cada planta y flor que hay en él. Pero para otros no es tan agradable. Sus hermanas, por ejemplo, se alejan lo más que pueden de el, dicen que los vestidos largos y encajes no son una buena combinación para este lugar. Prefieren pasar la tarde en el parque, chismeando a la hora del té, comprando telas para más vestidos horriblemente largos y corsé que les impide respirar.

Si hay algo que Chuuya extraña diariamente de su primera vida es la ropa. Fue tan ligera y cómoda. No como las mallas, gabardinas, botas y demás que debe usar ahora.

- Entonces... -murmura ella, acercándose otra vez.

- Entonces. - contesta él, sin ningún reconocimiento.

- Nos conocimos ayer, me invitaste a tu casa, por la tarde, tomamos té y luego ofreciste mostrarme el jardín, a la luz de la luna.... ¿Por qué un caballero haría eso, Chuuya?

Chuuya deja su risa salir mientras se separa de ella. Sabe que es guapo y físicamente agradable a la vista, es por eso que siempre confían en él.

-Oh, no sé de qué hablas.

-¿no?- pregunta ella, volviendo a acercarse.

- No soy un caballero. - responde mientras guiña un ojo. Toma por voluntad propia, y por primera vez en la noche, su brazo.- Hay más para ver, un bosque más profundo.

Un escalofrío recorre su piel cuando el viento sopla fuerte y frio. Chuuya, por el contrario, lo disfruta.

Después de más tiempo caminando, llegan al lugar favorito de Chuuya: Los rosales negros.

Ella jadea encantada. Lo suelta y se acerca corriendo, levantándose un poco el vestido para no tropezar. Chuuya deja correr su imaginación por un momento: ella, tropezando y cayendo entre los rosales, sin poder escapar porque las flores se enredan a su al rededor cortando su piel, desangrandose y llorando al notar qué no hay salida... Ah, pero en lugar de eso, tiene que verla tocar SUS flores.

Que no se diga que no es un hombre paciente. Ha soportado a esta mujer por media tarde en nombre del amor. "Los sacrificios que se deben hacer" diría su padre.

Chuuya se acerca a ella. Se coloca a su espalda, está aún incada frente a los rosales.  Será tan sencillo.

-Recuerdas... - dice, pasando sus dedos por su cuello. Ella jadea e inclina la cabeza, permitiendo la mano de Chuuya se acerque más. - ¿Qué dije que no soy un caballero?

-Sí. - contesta ella emocionada. Desagradable.

- No dejes que nadie nos escuche.- dice colocando su mano sobre la boca de ella, ella asiente rápidamente con un jadeo .

Chuuya se arrodilla también y pega su cuerpo al suyo. Pasa una mano cerca, muy cerca de sus pechos y ella se inclina más hacia él.
Antes de que pueda hacer algo más... Chuuya entierra una cuchilla en su pecho.

Ella jadea, esta vez adolorida y sorprendida. Intenta alejarlo, pero Chuuya es más fuerte. Remueve la navaja mientras siente sus lagrimas caer en la mano qué cubre su boca.

-oh, querida ¿Para que más te habría traído a este lugar, sola, a mitad de la noche, sí no es para que pagues tu deuda con mi esposo? - no hay más lucha. Ha tocado el corazón.

-¿es así?- murmura una voz en el oído de Chuuya.

- Sin ninguna otra razón, cariño. - responde. Saca la cuchilla de su pecho y arroja el cuerpo inerte desangrandose a las rosas.

Las rosas brillan. Esta es la septima víctima del quinto ciclo.
Puede sentir el aliento de Dazai en su cuello. Las rosas brillan, con una apariencia cercana al satin y el aroma a gardenia se intensifica todavía más. Una mano cálida se coloca entre las suyas. Chuuya la aprieta

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Nunca tuvo como padecimiento el sonambulismo. Pero Chuuya no tiene ninguna otra explicación para despertar  junto a los rosales negros,  a metros de su casa y con una manta ligera.

A su lado esta el gato, mirándolo atentamente.  Chuuya estira sus músculos agarrotados y el felino ronronea, acercándose a su cuello.
Parece ser su lugar favorito.

-¿me trajiste aquí?- pregunta en broma, por supuesto, pero el gato deja de ronronear y agacha la cabeza.

¿Qué demonios?

- Creo que me estoy volviendo loco.- murmura mientras se sienta.  Gato no duda en sentarse en sus piernas y mirarlo atentamente otra vez.  Chuuya pasa su mano por la columna.- No ha pasado una sola noche sin qué sueñe matar a alguien. ¿La peor parte? Las primeras... siempre fueron rápidas, con rabia  y algo de odio. Las últimas... -Chuuya suspira con una sensación de pesadez en su pecho- las últimas son planeadas, concisas, con un deleite mayor al verlo e impaciencia por el show.
Y cada vez,  estoy matando a las mismas personas, misma cara, misma voz.
Reconozco a dos, gato... a dos los conocí antes de venir aquí. Y cada que despierto, es con un gran deseo de verlos desangrarse una vez más sobre las malditas flores negras.

Gato solo maulla, con tristeza, vuelve a ronronear para Chuuya, acercándo su pequeño cuerpo para ser abrazado.

-¿se supone que los mate otra vez, 'Samu?

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