36. ANDÉN.

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Ella, sentada siempre en el mismo andén, le gustaba ver pasar por la vías, el tren. Después se acercaba al puente, al lado de la estación. Se sentaba en la orilla, cada día más cerca del abismo, de caer y no volverse a levantar. La insultaban, la criticaban, le pegaban, le maltrataban, y ella, sólo sabía sonreír, se la veía tan bien y sin embargo estaba tan rota por dentro. Pero el día que se lanzó mar, sin que nadie consiguiera evitarlo, todos los que le pisaron decían: 'era buena persona'.

-apa.

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