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Estruendos que hacen brincar a cualquiera que lo escuchase, mientras gotas golpean contra el sólido césped del exterior

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Estruendos que hacen brincar a cualquiera que lo escuchase, mientras gotas golpean contra el sólido césped del exterior. Llovía como si no hiciese un mañana, clima gélido y nebuloso solo apreciándose en la ventana de esa habitación silenciosa, con el sonido de la feroz lluvia que rebotaba en ella y en las ventanas empapadas.

—Ponle seguro a la puerta, no quiero que entre alguien a  espiar el chisme —ordenó el morado sin despegar su vista de la gran pantalla de la televisión, la luz que esta desprendía apuntando a su semblante cansado; párpados levemente caídos, casi al punto de caerse completamente, no faltando su mejilla descansado en su mano apoyada en uno de los brazos del sofa.

—Entendido vieja —bromeó el rojo quién yacía en el sofa de la habitación, específicamente al lado del anterior individuo. Se levantó con energía y le colocó seguro a la entrada, así evitar alguno que otro chismoso.

La habitación carecía de iluminación, solo hallándose la luz tenue de la televisión; cual llevaba el volumen casi inaudible. Era tarde de hacer absolutamente nada siendo inútiles un delicioso y jugoso Domingo, con la compañía con su mejor amigo rojizo.

Unas masticadas se hicieron presentes; Purple había tomado un puñado de unas palomitas caseras, saladas y exquisitas, como diría él.
El rojo se dirigió a paso rápido devuelta a su lugar en el sofá.

—Despues de tanto tiempo nos vemos...¡Recuerdo la cita que tuvieron hace semanas! ¿Cómo fue? —posó sus dos manos en sus muslos propios con una sonrisa resplandeciente, ansioso de la anécdota.

—Uhm... —pensó mientras aún masticaba, luego tragar en seco—. Bieeen, la película estaba buenísima.

Ni una sola palabra reflejaba una mínima verdad, nisiquiera se molestó en ver el trailer. Estaba ocupado con otra cosa mucho relevante.

—¿Ah sí? ¿De que trató? —alzó una de sus cejas, dando inicio a su ansiado cuestionamiento.

—De los labios de King. —dijo sin despegar su atención de la televisión, formulando sus respuestas automáticamente.

—¡Lo sabía! Se mataron a besos toda la película —exclamó el rojo como si hubiese descubierto la cura de una enfermedad—. Que hornys.

—¿Hornys? —frunció su ceño en molestia y confusión por el malentendido— ¡No hicimos nada más!

—Claro, te creo —se relajó en su puesto, mirándolo con los ojos entrecerrados y una sonrisa elevada; mirada un tanto juzgadora y juguetona a la vez.

—¡Que no hicimos nada más, mierda! —explotó en su asiento, en un intento inútil de explicarse.

—Ajá... —tomó un puñado de las palomitas ajenas— ¡Mira, ya va comenzar! —apuntó la pantalla resplandeciente.

El rojo se distrajo con suma facilidad; la serie que estaban esperando por fin daba su comienzo. Se acomodaron apuntando sus vistas hacia la televisión, sin embargo el rojo no había terminado su cuestionamiento, casi ahogándose en un mar de preguntas, por lo que prosiguió.

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