7. Bombas.

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Fargan, prepara las minas. – las palabras del rubio llegaron a los oídos de Vegetta, quien se giró hacia él y negó con la cabeza.

No, Willy, eso no.

Su voz aún estaba ligeramente quebrada y temblorosa, pero habló con cierta autoridad cuando se dirigió hacia su amigo.

¿Por qué no? Es lo menos que merece – respondió con decisión, la que Vegetta notó en su voz.

El castaño no podía negar que le dolía imaginar la hermosa construcción de Foolish destruida, pero, después de lo que él había dicho un rato antes, no tenía fuerzas ni ganas de impedirle a Willy que lo hiciera. Su corazón se había destruido ante esas palabras. Todas sus inseguridades, miedos y traumas habían regresado en tan solo un segundo y si no fuera por el rubio, nuevamente, lo más probable es que se hubiera perdido a sí mismo. A pesar de ello, se negaría a poner minas en el dragón, pero no por Foolish, sino por alguien más.

Leo ahora está allí y puede ser ella quien pise la mina, Willy.

Ante las palabras de Vegetta, la expresión del rubio cambió y se mantuvo pensativo durante unos segundos. Lo más probable era que el de ojos amatistas estuviera preocupado también por el otro padre de su hija. Willy lo conocía muy bien y sabía que Vegetta era el tipo de persona capaz de aguantar todo lo que le echaran encima y responder con una sonrisa. Era alguien leal, dedicado y protector y, aunque no lo fuera a reconocer, sabía que en el fondo esperaba que todo lo que había dicho el angloparlante tuviera una explicación, aun si era poco probable que olvidara o perdonase lo que había ocurrido.

No hay problema, no tienen por qué ser minas – respondió y observó de nuevo al de la máscara de búho. – Pondremos TNT, esas explosiones podremos controlarlas nosotros, pero ese... – se detuvo un segundo, en el que miró los ojos de Vegetta y vio como estos se desviaban. – no va a salir impune.

No sirve de nada decirte que no lo hagas, si lo que quieres es hacerlo – respondió el de ojos morados y vio la sonrisa que nació en la cara de Willy.

Me alegra que lo recuerdes – le comentó, mientras comenzó a buscar algo en su mochila. Al tocar con la yema de sus dedos lo que buscaba, miró al búho y se encontró con la mirada de complicidad de este.

Venga vamos, que las minas no se van a poner solas – dijo Fargan, con una risa divertida que les hizo sentir, a dos de las personas del lugar, un leve escalofrío.

Desde que llegaron, no pude evitar pensar que traer a este dúo nos iba a llevar a la ruina – comentó Maximus – pero qué le vamos a hacer.

Pues lo que podrías hacer es darnos las coordenadas de su casa. – le respondió el rubio, mirando fijamente a quien parecía pensarlo.

Mi hija sigue estando allí, Willy.

Al escuchar la voz del castaño, el mencionado se giró hacia él. Era cierto que siempre que él y Fargan estaban cerca, Vegetta sacaba su faceta seria y responsable. No podía culparle, pues si no les pusiera ciertos límites, habrían sido capaces de volar por completo todas las ciudades en las que habían vivido.

Vegetta era siempre su contraparte, la única persona capaz de hacerle desechar cualquier maldad que cruzara por su mente, así como la primera en estimular otras tantas. Se veía a sí mismo y a su amigo como las dos caras de una misma moneda, aquellas que, para poder existir, necesitan de su otra mitad. Si su amigo era la cara, él era la cruz. Ambos tenían pensamientos extremadamente similares, pero con diferentes formas de ejecución, pero eso no quería decir que no se coordinaran o entendieran, más bien al contrario. Él y su amigo tenían una capacidad de compenetración que, muy probablemente, fuera incomparable.

Solo unas palabras | Fooligetta | Wigetta |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora