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Capítulo 1.
Alice.
Cuando te vas de un lugar, esperas volver, ya que dejaste cosas importantes para ti allí. Pero nadie me habló de lo difícil que es regresar a un lugar donde me han hecho y me hice daño, regresar a esos sitios donde dejé de saber quién o qué era realmente. Nadie me dijo lo complicado que es decir adiós a etapas de mi vida que me marcaron profundamente. Para muchos, decir adiós está bien porque es una manera de soltar todo lo que una vez hizo daño. Pero regresar de nuevo a este lugar y decir "aquí estoy", cuando ni siquiera sé hacia dónde voy o si esto es producto de mi imaginación, es complicado. En una ocasión me dijeron que el caos no es para siempre, y eso lo entiendo, porque todo en esta vida pasa, pero eso no evita que surjan nuevas cosas.
Abro mis ojos mientras escucho que dicen que abroche mi cinturón. La azafata nos da la bienvenida a la ciudad y no siento nada. Se supone que ahora soy una nueva persona; las cosas que un día me afectaron ya no tienen por qué hacerlo, pero no me puedo mentir a mí misma: siento mucho miedo de volver aquí.
Ver la ciudad desde aquí es lindo; cualquiera moriría por venir a la gran manzana del mundo, pero yo solo puedo sentir ansiedad y pánico. El avión hace su aterrizaje, pasamos por migración y, de un momento a otro, me veo caminando hacia el pasillo donde las personas te esperan para darte la bienvenida, pero recuerdo que nadie me espera.
Respiro profundo y sigo caminando mientras escucho a la mujer que va a mi lado.
—Por fin en casa, ¿no te parece emocionante? —pregunta Xiomara a mi lado.
Xiomara es mi psicóloga.
—Qué emoción —notan el sarcasmo.
—Vamos, crespitos locos, mírale el lado bueno —me abraza—, vas a ver a tu nana.
—Como digas —le resto importancia—. Lo único que quiero es llegar a casa, comer, bañarme y dormir por veinticuatro horas seguidas —dejo salir un suspiro.
—Olvídate de dormir tanto tiempo, tenemos muchas responsabilidades aquí —¿saben por qué no notaron sarcasmo? Porque no lo hay.
—No quiero.
—Te toca querer.
Volver aquí traía muchos recuerdos. No mentiré: anhelaba regresar, pero también me daba miedo volver a un lugar donde lo tuve todo y, a la vez, nada.
Mientras camino, no dejo de sentir esta presión en el pecho, la angustia, un miedo que recorre todo mi cuerpo. Miro a todos lados y ellos lucen felices. Observo a la mujer que va a mi lado, y ella está emocionada. Sin embargo, cuando me miro a través de una ventana, solo veo a esa misma chica que se fue hace dos años, llena de sufrimiento, pena y culpa. Al darme cuenta de que regreso con los mismos sentimientos, me siento mal por ella, porque no lo merece. Pero recuerdo que esa chica soy yo, y me bloqueo, sintiendo ganas de llorar, pero no puedo.
Bajo la cabeza mientras camino, y cuando la vuelvo a levantar, veo a lo lejos un gran letrero con mi nombre en grande, sostenido por mi único amigo.
¡POR FIN DEVUELTA, ALICE!
Ahí estaba Peter, cumpliendo su promesa de venir al aeropuerto cuando volviera. Miré a Xiomara, y ella tenía una sonrisa. Tomó mi maleta para que yo pudiera correr a los brazos de mi mejor amigo.
—¡Peter! —me lancé encima de él.
—¡Mi Alice! —dejó caer el cartel para abrazarme.
—Te extrañé —susurré en su oído.
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Bajo la luz de la luna
Dla nastolatkówLa ansiedad llega a la vida de las personas sin pedir permiso, llega y hace estragos. Con el tiempo empiezas a perder, sin saber que estas perdiendo, hasta que un día te das cuenta que lo has perdido todo y no precisamente lo material, cuando reacc...