Gente se amontonaba en la entrada de la iglesia, pájaros se escuchaban cantar, las campanas sonaban y una suave brisa abrazaba el alrededor. Era el gran día, la boda del rey Gerard sería llevada a cabo esa tarde y nadie quería perdérsela, habría una muy religiosa misa de inicio, para luego una recepción en los jardines principales del palacio con comida elegante, meseros elegantes y demás. Pero la luz dorada de la noche sería la prometida del rey y futura reina, nadie además de obvio el rey y una que otra mucama del palacio la habían visto. Todos estaban contentos, pues habían pasado un par de años desde que había llegado una buena noticia para el pueblo y el reino.
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Cuatro años atrás había estallado la guerra entre Fairice del Norte y Fairice del Sur, la primera reinada por el rey Gerard II Fairice y la segunda por su primo Giovanni III Fairice, la avaricia de Giovanni lo llevo a tomar vidas inocentes del reino contrario y propio con tal de conseguir ser el único gobernante. Su padre estuvo decidido a dialogar con Giovanni para lograr un acuerdo y no seguir matando gente inocente, hasta que este fue capaz de quitarles la vida a su padre y madre enfrente suyo a la edad de 16 años, así teniendo que tomar el puesto de rey unos cuantos años antes. Aun con tormentos sobre la muerte de sus padres, Gerard además de tener que tomar control sobre el reino, también tuvo que tomar control sobre miles de soldados que luchaban por el reino.
-SOY RESPONSABLE DE LAS VIDAS DE MILES DE PERSONAS, CUALQUIER COSA QUE HAGA LOS PUEDE DAÑAR - Gritaba con impotencia un joven Gerard.
-A menos que muera o se deje vencer que de igual forma sería ejecutado, no hay otra cosa que pueda hacer, además de ser responsable y no dejar que esas personas sean dañadas - decía el consejero real.
Mientras Gerard solo miraba al suelo con lágrimas en los ojos.
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Dos años y medio habían pasado desde el inicio de la guerra, Gerard estaba en su despacho con una copa de vino en sus manos mientras observaba por la ventana la calma que yacía en el reino, su primo llevaba dos semanas que había retirado a sus hombres de la frontera, creía que este se había rendido, pero él aún estaba alerta sentía que no era el fin.
Gerard aún estaba alerta, aún seguía refugiándose en lo mismo desde que inicio la guerra. El alcohol.
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El rey había tenido que estar medio sobrio por más de 9 meses, pues los ataques empezaron a ser constantes y se dio cuenta de que tenía un problema cuando estando ebrio casi golpea a una chica que le cambio el vaso de vodka por agua, ella se defendió diciendo que ya había tomado mucho y que solo intentaba hacer algo bueno por él.
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Llevaba un par de meses saliendo en secreto con la chica del bar, después de su primer encuentro se toparon otras varias veces en las que congeniaron muy bien, empezaron con pequeños encuentros donde charlaban y consolaban mutuamente por lo que sea que estaban pasando, pues ambos tenían cosas en común como la perdida de sus padres a edad temprana, a tener citas serias en las que planeaban su futuro juntos, por las cuales se rumoreó mucho. Nadie conocía el rostro de la chica que se estaba robando el corazón del rey.
Después de cuatro años la vida le sonreía la chica que tanto adoraba le había correspondido y aceptado su propuesta de matrimonio. Gerard era feliz de nuevo.
[. . .]
La ceremonia estaba por iniciar, todos estaban en sus lugares esperando. Un Gerard con un elegante traje negro, feliz y nervioso estaba al final del altar esperando por su amada, la clásica música empezó a sonar mientras las grandes puertas eran abiertas. Gritos de terror se empezaron a oír desde las afueras, las puertas terminando de ser abiertas, revelaron la escena, una carrosa negra aparcaba a las afueras de la iglesia, Gerard fue hasta la carrosa y desde el vidrio trasero miro un ataúd oscuro. Su amada había llegado...
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HELENA
Teen Fiction❝𝐋𝐥𝐞𝐠ó 𝐮𝐧 𝐦𝐨𝐦𝐞𝐧𝐭𝐨 𝐞𝐧 𝐪𝐮𝐞 𝐜𝐚𝐝𝐚 𝐞𝐬𝐭𝐫𝐞𝐥𝐥𝐚 𝐜𝐚𝐲ó 𝐓𝐞 𝐡𝐢𝐳𝐨 𝐥𝐥𝐨𝐫𝐚𝐫 𝐝𝐞 𝐧𝐮𝐞𝐯𝐨 𝐒𝐨𝐦𝐨𝐬 𝐞𝐥 𝐦𝐢𝐬𝐦𝐨 𝐝𝐨𝐥𝐨𝐫 𝐪𝐮𝐞 𝐯𝐞𝐧𝐝𝐢𝐬𝐭𝐞 𝐘 𝐪𝐮é 𝐞𝐬 𝐥𝐨 𝐩𝐞𝐨𝐫 𝐪𝐮𝐞 𝐭𝐨𝐦𝐚𝐬 𝐃𝐞 𝐜𝐚𝐝𝐚 𝐜𝐨𝐫�...