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Era la última noche que la esperaba despierta. Siempre decía lo mismo. Siempre decía que no la iba a esperar más, que no iba a ignorar sus llegadas tarde, que le iba a reclamar, pero como siempre nunca cumplía.

Era su esposa y la amaba.

Escuchó el sonido del auto, la puerta del garaje al cerrarse y sus pasos en las escaleras. Cerró sus ojos y se hizo la dormida. Samantha entró en la habitación, miró la cama donde su esposa dormía y siguió al baño.

Se acostó a su lado dándole la espalda y se durmió.

Ella giró y miró a través de la oscuridad a su esposa dormida.

Otra noche más que no la tocaba, hacía meses que no la tocaba, aunque, ¿por qué iba a tocarla si llegaba satisfecha de estar con su amante? Le dio la espalda y con lagrimas en los ojos se durmió.

 Todas las mañanas eran lo mismo; se levantaba temprano, preparaba el desayuno para ella, la acompañaba a comer y luego ella se iba sin siquiera un beso, un nos vemos en la noche era todo. No un gracias, ni un te amo, ninguna palabra cariñosa.

Estaba sentada en el sofá viendo por la ventana hacia el exterior, en la calle se veían niños corriendo y jugando, era verano y todos los niños estaban de vacaciones.

Llevaba toda la mañana ahí, sentada, pensando que hacer para que su esposa la mirara como antes, para que la tocara como antes, para que dejara a su amante y volviera con ella.

Pensó que tal vez unas vacaciones le harían bien, tal vez alejarse unos días renovaría el amor y la pasión. Luego llegó a a la conclusión de que ella no dejaría su trabajo así.

Se le ocurrió comprar de esa ropa interior picante y hacerle un striptease, pero ella no era muy buena bailarina y tal vez lo arruinaría. Estaba pensando en esperarla desnuda en la cama cuando el teléfono sonó a su lado, asustándola. Esperanzada, creyendo que tal vez fuese su esposa, contestó con entusiasmo al teléfono.

-Hola

-Ari, hola. -sus esperanzas murieron, al escuchar la voz de Nuvia al otro lado de la línea. La sonrisa en su rostro murió.

-Hola Nuvia, ¿Cómo estás? -aunque quiso imprimirle alegría al tono, temió fracasar, no sentía nada de alegría en ese instante.- Perdona por no llamarte antes pero... -su disculpa murió con el habitual entusiasmo de Nuvia. 

-No te preocupes. Oye, estaba pensando, ¿Qué tal si salimos por ahí a tomar algo esta tarde? Y no me digas que no porque tu esposa puede llegar temprano, si hace meses que llega tarde.- Abril hizo una mueca de dolor al escuchar las palabras de su amiga.

Eran amigas desde la secundaria y Nuvia siempre había sido tan directa con todo

Todavía estupefacta, Nuvia la tomo de la mano, dejo unos cuantos billetes en la mesa y se dispusieron a seguir a Samantha.

Iban unos metros atrás, viéndolas sonreírse y hablar muy cerca, cuando ella se giró.

Asustada, creyendo que ella la había visto, Ari se disponía a dar media vuelta y correr, cuando su amiga, la tomo de la mano e hizo que girara chocando contra su rostro y besando sus labios.

En estado de shock y con los ojos muy abiertos, Abril se separó de ella y no dijo una palabra.

Nuvia se veía tranquila y totalmente relajada.

Dio un vistazo por encima de la cabeza de Abril y la tomo de la mano para que la siguiera.

-Siento mucho lo del beso, así fue como ayude a Vicky, cuando seguíamos a uno de los criminales que ella busca. No me di cuenta, ni siquiera pensé que era una chica solo lo hice. Discúlpame.- Abril miró a su amiga.

Vicky era investigadora privada y Nuvia solía ayudarla en sus casos, no le extrañaría que en una ocasión hubiese tenido que hacer eso para salvar el pellejo de su amiga. Además, Abril sabía que Vicky llevaba enamorada de Nuvia muchos años, no sería extraño que fuese una excusa de ella para besarla.

Negando con la cabeza y diciéndole que no tenía ninguna importancia,  siguieron por donde Samantha se había ido.

Girando la esquina, ella se detuvo abruptamente al ver el sitio a donde su esposa había entrado con aquella mujer.

Era un hotel.

Literalmente arrastrándola, Nuvia entró con Abril al hotel, ambas se congelaron al instante: Samantha caminaba con la castaña, sonrientes y tomadas de la mano, al ascensor. Las puertas se abrieron y ambas entraron. La última imagen que ella obtuvo de su esposa, fue que esta apretaba a la castaña contra su pecho y la besaba a apasionadamente.

Conteniendo las lágrimas, salió del lugar corriendo. Ella sabia que Samantha le era infiel. Pero una cosa era saberlo y otra muy distinta, verlo con sus propios ojos.

Un par de cuadras más adelante, Nuvia la alcanzó y la tomó entre sus brazos. Consolándola la guió hacia un pub cercano.

Llevaban más de media botella de vodka, ella no veía pero sentía que no había otra forma de ahogar sus penas.

Su esposa, la mujer a la que amaba, le era infiel.

En ese momento estaría en ese hotel revolcándose con la otra. Su pena era tan amarga que se tomaba vasos de vodka enteros. Le escocían la garganta pero eso era mejor que el dolor de su corazón rompiéndose y sollozando. 

-Debes vengarte.- la voz de su amiga sonaba extraña, pensó que quizá era por la cantidad de alcohol que había consumido. Ninguna acostumbraba a beber.- Debes vengarte, Abril.- le pareció absurda la sugerencia. 

¿Cómo iba a vengarse, si a Samantha, ella no le importaba?

Tenía una amante.

-Debes vengarte y yo sé lo que vamos a hacer.- la sonrisa en el rostro de Nuvia era espeluznante y la asustaba. Pero ella estaba tan dolida que no le importó.

Quería vengarse, verla sufrir, como Samantha la estaba haciendo sufrir a ella, que llorara y le doliera tanto o más de lo que le dolía a ella. Y lo haría, la haría llorar, y sufrir, y retorcerse de dolor.

Y ella lo disfrutaría.





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Hola hola hola hola hola, aquí andamos nuevamente migente 

trikitrakatelas

Infiel. -RivariDonde viven las historias. Descúbrelo ahora