III

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Rivers

Era la quinta noche que su esposa llegaba tarde.

Se había vuelto una costumbre que luego de que ella llegara del trabajo, Ari se vistiera de esa forma provocadora y sexy, se vestía delante de ella, como si quisiera mostrarle lo bien formada que estaba o lo increíblemente caliente que la podía poner, solo viéndola ponerse unas medias de seda. 

Desde que había cancelado su encuentro con Ama hace cinco días, no la había visto más, y es que no se le antojaba estar con otra que no fuera su esposa.

Cada vez que cerraba los ojos, podía imaginarla desnuda, debajo de su cuerpo, jadeando por aire y rogándola que le diera más, la imagen hacia que su entrepierna doliera.

No podía sacársela de la cabeza.

Había procurado llegar temprano a casa con alguna vaga excusa, pero siempre era lo mismo, ahora Ari ni siquiera le preparaba la cena, solo le repetía las mismas palabras antes de irse: "Pide algo para cenar". No tenía ni idea de cuantas veces le había dicho ella misma esas palabras a Ari, pero se dio cuenta de que después de tres veces comenzaban a sonar diferentes y se sentían diferentes. 

Se quitó el saco y la corbata de camino a la habitación, pensaba invitarla a cenar y que así pudieran pasar tiempo juntas. Todas las palabras que iba a decirle murieron en su boca.

Ari estaba de espaldas a ella, ya completamente arreglada pero eso no evitó lo que se formaba en su pantalones cuando la veía vestirse delante de ella, al contrario. Ella estaba increíblemente caliente con esa ropa, no pudo evitar que sus ojos la recorrieran completa. Desde los pies hasta las rodillas envueltas en unas botas de cuero blanco con tacón aguja, hasta las hermosas piernas solo medio cubiertas por una diminuta falda blanca, hasta la espalda totalmente descubierta por esa seductora blusa rosa y terminando con el cabello totalmente liso y libre bailando aquí y allá entre sus pechos.

Ari giró dejándole ver que el escote de su espalda no era el único, había un espacio libre que dejaba ver la piel entre sus pechos y además, por lo que pudo ver, no llevaba sostén.

Estaba hablándole, tal vez le decía la misma excusa de cada noche, que pidiera comida y no la esperara temprano.

Frustrada e irritada porque su mujer había salido de nuevo y ella se había quedado como idiota, mirándola sin decir nada, tomo su celular y le marcó a Ama.

Si su esposa podía salir y llegar a la hora que le diera la gana, ella también podía. 

Una hora después, tocaba la puerta del apartamento de Ama.

Nunca había ido allí, ya que le parecía demasiado íntimo y lo que compartía con ella solo era sexo, nada importante y sin compromisos. 

Pero Ama la invitó a cenar, no pudo negarse.

Ama abrió la puerta con un conjunto de chaqueta y falda formal rojo, era profesional pero de alguna forma se encargaba de mostrarse sexy y cautivadora.

-Pasa, la comida estará lista dentro de poco. - Samantha dio un paso dentro del departamento y en cuanto fijo su atención en el vestíbulo, supo que fue un error haber ido. Habían fotos familiares y de Ama por toda la pared, llegaron a la sala y la recibió un ambiente cálido y acogedor.

Eso no era lo que quería, ella no buscaba eso en Ama, quería pasión y sexo, de modo que apenas se dio la vuelta y la vio tan cera, la tomo en sus brazos y la besó. El beso era brusco y demandante, pero ella jamás se le resistió, por el contrario, le devolvió todo lo que Samantha le daba.

La empujó al sofá y se acostó apoyando todo su cuerpo sobre ella. Ama no perdió el tiempo y comenzó a deslizarle el saco beige que se había colocado a cambio del de traje. Cuando el saco terminó en el piso, Samantha la hizo sentarse para quitarle el de ella, que cayó con la blusa y el sujetador al piso, se detuvo un instante a admirarla, y toda la excitación que recorría su cuerpo murió inmediatamente. Sus pechos eran grandes y generosos, había pasado horas jugando divertida con ellos, lamiendo y chipando, hasta que ella le rogaba por mas placer pero ahora que los veía le parecían simples, solo un par de pechos, en una mujer cualquiera, que no era su esposa. 

Y cuando la imagen de Ari paso por su mente, se dio cuenta de que la no quería estar con Ama, que ya no le interesaba.

-¿Te pasa algo malo, Samantha?-ella levantó su cabeza y vio a Ama a los ojos, eran un café oscuro, no eran los marrones claros que observó por los últimos ocho años. La extraña punzada que sintió en el pecho, la hizo saltar del sofá.

-No, lo siento. Me olvidé que tenía que hacer algo. Tengo que irme.-mientras recogía su saco del suelo, se dio cuenta de todo lo que había dicho, había sonado a excusa y mentira barata, pero la verdad, no quería estar más allí.

Salió por la puerta, dejando a la castaña mirándola desconcertada, seguro pensaba que se había vuelto loca, lo que era probable, ya que había dejado a una mujer hermosa, medio desnuda y totalmente dispuesta, sola. 

Comenzó a conducir sin rumbo.

La extraña forma, en que su cuerpo se había apagado con Ama y el hecho de que su esposa, no estuviera en casa, la llevaron a un bar a las afueras de la ciudad. 

Ella no bebía y ciertamente no le gustaba, pero mucha veces escuchó a sus compañeros de trabajo decir que ayudaba a olvidar las penas y en ese momento, lo que más quería, era olvidar, porque no entendía nada y el sentimiento no era nada agradable.




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no estoy acostumbrada a escribir historias tan explícitas.

yo- 👹

Infiel. -RivariDonde viven las historias. Descúbrelo ahora