she | hyunmin

-Twelve-

—Y bien, ¿piensas contarme o tengo que andar adivinando las cosas que pasan últimamente?

Veo cómo HyunJin se encogía en su lugar al preguntarle, y juega con los dedos de su mano, con nerviosismo.

—Bueno, yo realmente no sé muy bien lo que sucede, pero... —hace una pausa y, de paso, tragó saliva—, Pero, en un descuido, hice entenderle a Rosé  que me gusta... Es decir, le dije que me gusta pasar tiempo con ella y que quería seguir haciéndolo por mucho más.

—¿Y crees que ella ya se dió cuenta? —HyunJin asiente—Yo también lo creo, y más por la forma en cómo le has dicho. Eso significa una cosa.

—¿Qué significa?

Lo mire con credulidad, ¿En serio no sé da cuenta que es el momento, su gran momento?

Claro, para que me cuestiono si estoy hablando del mismísimo Hwang HyunJin; quién no se da cuenta de las cosas que pasan a su alrededor.

Así como mis sentimientos—no correspondidos—hacía él.

Suspiré. —Es momento que te declares.

—... ¡¿Q-Qué?!

Me encogí de hombros. —Sí, HyunJin. Ya es momento que lo hagas, pasan tiempo juntos tanto dentro como fuera de la institución y además ya andan agarrados de la mano; eso ya es algo comprometedor a simple vista.

—Lo sé. Pero, ¿cómo sabes que ya nos hemos agarrados de la mano? —su mira fue de confusión, pero a su vez intensa, al querer saber su pregunta.

Volví a repetir el movimiento de mis hombros, tratando de no verme nervioso y asustado por soltar aquello que nadie sabía, sólo JiSung y yo. —Muchos están de chismoso, que rápidamente llegó a unos de mis compañeros de banco.

Escuché una maldición por parte de él.

—Creo... Creo que daré un paso más — anunció después de quedarse callado por un tiempo, y mordió su labio inferior; estaba asustado.

Deje salir un suspiro mientras me paraba de la silla giratoria del escritorio y me siento en la orilla de la cama, al lado de Chan.

—No te sientas presionado. Si no te sientes seguro de hacerlo ahora, hazlo cuando tengas confianza y seguridad en ti mismo — palmeé su hombro, con sinónimo de apoyo moral.

Debería tomar el mismo conejo para mí mismo.

Él asintió y rápidamente fui apresado por sus brazos que, por inercia, correspondí el abrazo.

—Gracias, gracias, gracias. Gracias por estar a mi lado, y aguantar todo esto, Minnie.

—No hay de qué —acaricié con delicadeza los mechones de su pelo, sintiendo el cuerpo del contrario relajarse ante la acción hecha—. Eres mi amigo, y siempre estaré para ti.

Y espero tú también estés allí. Por siempre.

Desearía tanto que siempre estés allí, pero de la forma que yo quiero que estés.