#4 - La Puerta Secreta

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"Dejaré un mensaje para respirar,
una imagen no vale más que nuestra ilusión"
(Ahyra - Tan Lejos)

Haciendo la hora mientras esperaba el vuelo a casa, me resguardé en una cafetería detrás de una librería llamada Los Libros del Gato Caulle. La lluvia caía sin respiro alguno y la creciente humedad condensada hacía que el frío se calara entre las extremidades. Por lo que, apenas entré allí, pedí un espresso doble y un kuchen de manzana, a la vez que me arrimé cerca de la ventana que daba a la calle. De fondo, un tema de Zoé arrullaba el ambiente perfumado por el café tostado, haciéndolo aún más acogedor.

Con mi mochila de mochilero - así la llamo, ya que es la que he ocupado para viajar desde Arica hasta Punta Arenas - secándose cerca de una estufa, pensaba en el recorrido reciente que había hecho en esta Región de Los Ríos. Desde la exploración del Jardín Botánico y la Isla Teja en general hasta la aventura hacia Curiñanco y lo que simbolizó el recordar que uno de mis amigos, que estuvo viviendo allí, haya desaparecido sin dejar rastro alguno. Quizás alguna vez cuente la historia completa, quizás no. Sin embargo, el haber estado en esa costa significó entender la existencia de otra manera. ¿Cómo sería si tomara todas mis cosas y me fuera a vivir definitivamente a Valdivia, en una especie de nuevo comenzar?

Al despertar de mis voladuras de mente, vi que las personas que entraban se hacían con las bolsas de granos de café tostado del lugar. Así que compré dos antes de irme para recordar que había una posible meta a lograr por cada vez que le diera un sorbo a aquel líquido negro y sagrado que exprimiría de aquellas semillas del mismo color que la tierra. Tal vez no originarias de Valdivia, pero sí obtenidas de un lugar especial, la puerta secreta de un viaje que ayudó a reconfortar el alma.

Antes de reaparecer en Santiago, como si me hubiese escondido por un rato del mundo, revisité el Jardín Botánico para dejar un mensaje definitivo. En el mismo cuadernillo donde le escribí a aquella muchacha, proyección de mis propios deseos amatorios encarnados en la más bella químera de todas, escribí tan sólo mi cuenta de Instagram, con la leve esperanza de que, quien encontrase esta agenda sobre la banca, pudiera hallarme por las redes sociales y darme señales de que mi futuro se enraizaría en la Perla del Sur. O en sus alrededores. «Espero que sea ella quien lo encuentre», rogaba hacia alguna entidad, bien sabiendo que "ella" podría no manifestarse jamás.

Como decía Ahyra, una de las bandas de un afiche pegado en un poste del cual estaba explorando sus canciones, «Nunca estuve tan lejos de amar». ¿Esa era la verdad detrás del portal entre mi imaginación y la realidad? No sé por qué me lo imaginé del mismo color rojo del mug de mi cocina, pero supongo que los secretos son tan o más llamativos si descansaban en el reverso de ese gran portón hacia lo desconocido.

Y tal como pasar por esa puerta de embarque entre dos mundos distintos, al bajar del avión, el laburo me estaba esperando con la misma rutina de siempre. Armado de un buen pasar, más renovado, más limpio de mis propios infortunios, me decidí a seguir escribiendo nuevos capítulos en mi vida, siempre con una humeante y regeneradora taza de café.

¡Un brindis por los tiempos venideros!

El Arte De ProcafeinarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora