13.- Gente.

28 10 12
                                    

El salón era grande, de paredes blancas y pocas ventanas. Había muchas personas allí, todas ubicadas en los asientos, mirando hacia adelante, observando a uno que gesticulaba y hablaba.

En realidad, no todas miraban hacia adelante. Una chica estaba mirando en diagonal, a un chico sentado en la fila de adelante. Su cuello le llamaba la atención. Era bastante musculoso, y lampiño. Era un cuello muy atractivo, pensó. Y sintió ganas de besárselo. Cerró los ojos y se lo imaginó. Primero lentamente. Luego salvajemente.

El chico del cuello, ni sospechaba el deseo que le causaba a la chica. Sin embargo, él estaba curiosamente pasando por algo parecido. Su mirada estaba fija en la señora sentada cuatro filas delante suyo. Era mayor que él, y aun así le encantaba su femeneidad. Cada vez que ella miraba disimuladamente hacia los costados, su pelo la acompañaba con una gracia deliciosa. El chico sentía un poco de vergüenza, porque pensaba que el corazón latía con tanta fuerza que se escuchaba por todos lados. Esa mujer seguramente era increíble en la cama.

La mujer no sentía la mirada del chico clavada en la nuca. Ella miraba al costado cada tanto, pues el hombre sentado a su lado le producía una reacción química indescriptible. Sexual, por supuesto. Su mano rozaba suavemente la mano del hombre, y eso la excitaba mucho. Pensar en el contacto físico prohibido la estimulaba a pensar soezmente. En primero lugar, porque el hombre tenía un anillo de casado. En segundo lugar, porque hacía mucho que ella no tenía contacto físico con alguien. Se relamía los labios de manera inconsciente. Y el hombre podía haberlo notado de haberla visto. Pero no lo hizo.

El hombre estaba inmerso en sus pensamientos. Tenía que volver a casa, con su familia, antes de la cena. Es decir, con una de sus familias. Tenía dos. Dos esposas, con dos hijos cada una. No es necesario aclarar que ninguna sabía la existencia de la otra. Y lo peor de todo, es que tenía una amante, sentada en la fila de atrás, con su marido. Él solo quería que la amante se levantara y pasara por delante, haciéndole una seña para que vaya, y tener sexo en algún rincón escondido.

La amante fantaseaba estar con el hombre y con su marido a la vez. Hacer un trío era su fantasía. El marido observaba lascivamente a la adolescente de la primera fila, con su falda corta. La adolescente le tomaba la mano a su novia, sentada a su lado. La novia se dormía, pues trabajó toda la noche... tuvo muchos clientes.

Toda esa cadena fue interrumpida por el señor que gesticulaba y hablaba, cuando dijo "... y esto, es palabra de Dios."

Y todos contestaron al unísono "Te alabamos Señor".

Tierra de cuentosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora