Capitulo 4-Llamada.

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—Sabes que puedes quedarte en mi casa las veces que quieras—Repite mi primo Viktor por milésima vez.

—También puedes quedarte con nosotros. Se que no compartíamos mucho pero te protegéremos de cualquiera.

No se los hago saber, pero si antes los gemelos y Viktor me atemorizaban, ahora adultos y con sus expresiones serias, hacen que quiera mantener distancias de ellos.

—Necesito continuar con mi vida y no lo puedo hacer ni desde sus casas ni de la de Hugo. Además estoy terminando doctorado y necesito estudiar mucho. Miento.

En parte.

Aún me falta terminar de asesorar mi tesis doctoral para poder defenderla, con todo lo de mi boda no pude hacerlo. Se que no lo haré pero no quiero estar aquí.

—Lo que tú digas Eli, sabes que cuentas con nosotros.

—Lo sé. Gracias y nos vemos... luego—Con esto salgo de la camioneta color rojo mientras veo a Hugo venir a mi lado.

—Se que no confías en ellos... pero...

—No confío en ninguno de ustedes— Confieso.

—No tienes porque temer.—Aclara— Aprovecho de aclarar que lo de tú... Mascota no fue idea nuestra. Mi madre...

—No quiero oírlo.— Interrumpo.

—Lo siento mucho.

—Gracias... por... por todo— Indico preparándome para entrar.

—No agradezcas es mi deber protegerte.— Mientras lo dice alarga este incomodo momento y se me acerca.

Siento un suave beso en mi mejilla y antes de alejarse susurra por lo bajo.

—Sabes que nos están siguiendo, y en este preciso momento el puede estar en cualquier auto estacionado aquí afuera.

Lo sé.
 
—Recuerda Elisa, el solo quiso acercase para resolver un caso policial y llegar a nosotros.
 

—Adiós Hugo.—Me apresuro a decir entrando a la casa.

Se, que Caín esta afuera. Algo me lo dice. Desde que nos conocimos ese algo siempre sale a relucir cuando uno de nosotros está cerca. Por lo menos así lo sentía yo. Me ajusto el suéter y entro a mi estancia.

Una vez dentro veo el cuenco de Angus. Mi Golden Retriever, y quien en estos momentos esta siendo cuidado en casa de los Marchàn. Un regalo también de parte de Caín. Al igual que el ramo de flores marchito en mi sal de estar.

Apago la luz y subo cada uno de los peldaños hasta mi habitación. Me quito la ropa y tomo una ducha caliente mientras disimulo mis lágrimas saladas en cada gota de agua que se desliza por mi rostro.
No se cuanto tiempo estoy allí, para cuando siento frio, signo alguno de que no hay agua caliente. Decido salir de la ducha para lavarme los diente, al limpiar el espejo distingo una cara roja he hinchada de tantas lagrimas derramadas.

Me lavo los dientes y una vez lista. Me coloco un pijama ignorando algunas prendas de vestir de Caín en mi closets. Cada una de ellas fue traída cada noche que el decidía quedarse en casa. Así como yo también dejé algunas en su apartamento.  Desvío el hilo de mis pensamientos y tomando un somnífero de los recetados en años anteriores para calmar mi insomnio por lo ocurrido con mi hermano y Mamá, concílio el sueño siendo las  8 de la noche según mi celular.

No me cuesta mucho dormir hasta que abro los ojos a la mañana siguiente. Veo mí reloj y son las 9 de la mañana.

13 horas de sueño.

Veo la claridad en mi habitación y tomo el celular, veo al menos cincuenta llamadas entre las de Jean, Ender, Papá, mis tías y Caín. Al principio viene a mi mente que quizás ya sepan lo de Caín, pero no me da tiempo de cavilar cuando el nombre de Jean aparece iluminando mi pantalla.

—Hola—Digo con voz grave por el sueño.

—Por fin contestas.

—Estaba dormida, disculpa...

—Necesitamos que vengas rápido.

—¿Mi Papá esta bien?— Pregunto incorporándome.

—Si, Tío está bien... Algo le ocurrió a mi abuela.

¡Oh no!

—Voy para allá.—Digo sin preguntar nada más.

—No demores. Y así sin más, entro al baño para alistarme y 30 minutos salir de casa con solo una pequeña maleta.

Tomo un taxi y a los minutos estoy en el terminal. Millones de pensamientos vienen a mi cabeza sobre que le ocurrió a mi abuela, pero repito una vez una mantra deseando que esté bien para cuando yo llegue.

Espérame abuela.

Recibo mi boleto mientras me dirijo a la unidad que me llevará de vuelta a mi casa. Ignoro las llamadas de Caín y caigo en cuenta que según mi familia estamos de Luna de miel. Pero algo se me ocurrirá cuando pregunten por el, no puedo arriesgarme a llevarlo y que todos sepan el verdadero oficio del hombre con quién me casé.

Siento como avanzamos en medio del tráfico y cuento mentalmente las horas que faltan para estar con mi familia.

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