Capitulo 12-Hospital Militar.

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Lo primero de lo que soy consciente es que tengo frío. Escucho voces a mi alrededor, pero no conozco ninguna. 

Me enfoco en que alguien aprieta mi mano una y otra vez. Este gesto hace que baje la mirada a la mano que rodea la mía. Veo que es una mano pequeña con dos sortijas en el dedo anular izquierdo. 

Al mirar el rostro de quien pertenece me encuentro unos ojos color claro.

—Elisa. Todo estará bien—Dice Vanessa mientras me abraza.

—Esta muerto— Digo con voz ronca.

—No bonita. No está muerto— Dice ella mientras coloca un mechón de cabello detrás de mi oreja.

—Se que sí. Susurro y siento mis ojos llenarse de lágrimas.

—Tu RCP. Lo ayudó y en este momento está saliendo del quirófano.

¿QUÉ?

—¿Sabes donde estás?— Pregunta mientras paseo mi mirada por el lugar.

Veo caras de personas conocidas y otras que no. Cuento al menos 30 hombres y mujeres vestidos todos de negro. Veo a Roberto quien conversa con un hombre bajo y con un poco de sobrepeso. Recuerdo las últimas horas, pero no logro recordar como llegué aquí.

—Estas en el hospital— Responde a lo que yo no he podido hacer.

—¿Qué hora és?— Digo tan suave que no se si logró oírme.

—Son casi las 5 de la mañana—Dice ella mientras me arropa con una manta. Miro mi aspecto y veo que llevo ropa que no es mía.

—Cuando llegaron yo estaba de guardia. La ropa que llevas es mía.—Caigo en cuenta de algo que ella dijo hace momentos y la miro a los ojos.

—¿Caín está vivo?— Pregunto esperanzada.

—Si. Una enfermera viene cada momento a dar los reportes de la operación. En este instante lo deben de tener en observación.

—¿Puedo verlo? —Digo incorporándome y cuando lo hago siento una punzada de dolor en el abdomen.

—¿Estás bien?—Pregunta Vanessa.

—Si.

—Estas herida— Agrega mientras mira mis piernas.
Imito el gesto y al verme veo que hay sangre en la silla donde estaba.

—Tranquila. Vamos a revisarte—Escucho que llama a Roberto y este viene deprisa. No entiendo bien lo que dice mientras trato de recordar si alguien me hirió en casa.

Siento como Vanessa me sostiene con fuerza de la cintura y nos adentramos en una pequeña habitación, tomo asiento mientras ella se desprende de mis pantalones. Una vez en ropa interior entramos a la ducha. Agradezco el agua caliente pero aun siento los huesos helados.

Li. Escucho que usa el apodo de mi familia.

—Se que no es el mejor momento para hablar de esto pero, ¿Hace cuanto no ves menstruación?

¿Qué?

Y al oír esto, su pregunta me desconcierta. Niego con la cabeza y no recuerdo la última vez que menstrué.

¿Antes del sepelio de mi abuela?
¿O después?

—No recuerdo.

Ella me mira a los ojos y suspira mientras toma una de mis manos.

—Puede que estés teniendo un aborto.—Dice mientras yo observo el agua a mis pies que para este momento es de color rojo.
Mi corazón retumba y parece querer salirse de mi pecho cuando de la ducha y luego de vestirme con ropa cómoda, salgo en una silla de ruedas.
Mi cabeza es un torbellino de ideas al dirigirnos hacia un consultorio donde se encuentra una mujer con una bata de color blanco. Mientras Vanesa habla con ella. Yo estoy absorta en mis pensamientos.

Recuerdo detalladamente que vi menstruación hace algunos, meses antes del fallecimiento de mi abuela. Es aquí, cuando recuerdo que Caín y yo hicimos el amor esa noche del velatorio y ninguno de los dos tomó las precauciones debidas. Se que después de eso me enfoqué en otras cosas y no estuve al pendiente de mi menstruación.
Por este hecho deduzco lo que tanto me asusta en este instante. Lo peor de todo es que no lo supe nunca.

Un bebe.
Un bebé de Caín y mío.
Un bebé que ya no está.

—Te haremos unos análisis de sangre.

—Tranquila Elisa.—Escucho que dice Vanesa mientras acaricia mi cabello.

—Estabas embarazada de al menos 8 semanas. 

—Con todo lo que pasaste estas últimas horas ocurrió un aborto espontáneo.

Un bebé.
Perdí un bebé.
Nuestro Bebé.

—No.

—Tranquila.

—No. No. No.—Digo tratando de levantarme.

—Elisa tranquila. Tranquila—Repite una y otra vez—Todo estará bien.  

—NO. Nada está bien—Lloro— Alguien le disparó a mi esposo y no se como hizo para entrar a mi casa. Por su culpa perdí un bebé. Nuestro hijo. Perdí a nuestro hijo—Digo con dolor— Necesito a Caín. Necesito a mi esposo. — Balbuceo mientras me zafo del agarre de mi amiga.

—Lo necesito aquí conmigo— Susurro en medio de las lágrimas.—Caín— Lloro y Vanesa me estrecha en sus brazos mientras lloro mi dolor. 

Un bebé, nuestro hijo.

No me doy cuenta de nada a mi alrededor hasta que de repente, siento un pinchazo en mi brazo, mientras oigo como Vanesa repite una y otra vez que todo estará bien.
Yo por mi parte siento dolor en mi pecho un dolor que queda mitigado a la momento en que cierro los ojos y duermo gracias a lo que han ingresado en mi organismo.

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