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El frío proveniente de la ventana del conductor golpeaba su rostro, y aunque había permanecido en esa posición, recargada contra el cristal por más de una hora, su cuello comenzaba a doler.

—Oh, despertó justo en el momento adecuado —el chofer con boina, la miraba por el retrovisor y le sonreía, para después volver su vista al camino.

—¿Ya llegamos? —el hombre no dijo nada, solo señaló con la cabeza la carretera.

Era una zona boscosa, y el camino se encontraba justo en medio de todos esos árboles. No lo recordaba muy bien, pero supuso que se quedó dormida justo en el trayecto en donde la ciudad se convertía en bosque.

Bastaron un par de segundos para que en el camino, se mostrara un letrero que indicara en letras grandes y cursivas Instituto Ador, desde 1932. Por la delicadeza del tocado y la tipografía, Hanni comenzaba a sentir desde ese preciso instante que comenzaba a pisar tierras de élite.

Había escuchado mucho de esa escuela, se encontraba en todos los periódicos y las distinguidas revistas del estado, además de tener su propia estación de radio en la que transmitían música, la del tipo que Hanni llamaba "elegante".

El sueño de todo chico viviente en Yangsan era entrar a ese internado, pero claro, las posibilidades de muchos, hasta las de ella hacía poco, eran menores a 0.01%. Por eso, cuando recibió ese correo en el que le ofrecían una beca completa para entrar al instituto, no dudó ni segundo en aceptar. Y ahora, se encontraba en la entrada del gran campus.

El edificio desde lejos se veía enorme y a sus alrededores; se visualizaban grandes jardines que delimitaban con el bosque en el que se escondía la institución. Hanni quedó maravillada, admitía que el lugar se veía un tanto viejo, pero aquel toque lo hacía sentirse refinado; viejo refinado.

El recuerdo de sus clases de arte le sirvió bastante para identificar elementos destacados en el edificio principal, como las columnas jónicas que se levantaban a lo largo de la fachada; una combinación de elementos decorativos clásicos, todo eso revestido de piedra. El detalle era impresionante, tanto que parecía tallado a mano.

Hanni sonrió, a pesar de sus nervios ante el nuevo lugar y el entorno, estaba feliz. Había obtenido una oportunidad en millones y quería aprovecharla.

—Ahora sí, llegamos —habló el hombre mientras estacionaba el auto justo frente a la entrada principal del edificio. La chica de flequillo observó atentamente el entorno. Dos cosas llamaron inmediatamente su atención. En primer lugar, la imponente fuente ubicada en el centro de la entrada. Quedó maravillada al contemplar su decoración, que competía en belleza con la del propio edificio. En la cúspide de la fuente se alzaba una escultura de un venado, cuya mirada apuntaba hacia el sur, el bosque. A su alrededor, se encontraban tallados otros animales más pequeños que descendían en cascada hasta el final inferior de la Fuente.

Y en segundo lugar, una figura solitaria que parecía esperarla en la entrada.

El hombre bajó del auto y abrió la puerta de la joven, ofreciendo su mano para ayudarle a descender.

—Gracias —repuso con una sonrisa, mientras continuaba admirando el lugar donde se encontraba. Casi parecía un palacio.

—Le ayudaré a bajar el equipaje. —sin más, el señor se retiró hacia la parte del baúl del auto, y aquella figura que ahora deslumbraba mejor, bajaba las escaleras de la entrada y se acercaba a ella sonrientemente.

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