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La primera vez que Choi Beomgyu observó a Choi Yeonjun, fue cuando, en una de sus tantas caminatas por el bosque, se encontró con lo que parecía ser un avión abandonado. Las hierbas crecían entre sus metales viejos y oxidados, lucían como poemas entre cicatrices, y el zumbido de la brisa atravesando las ventanas rotas era acompañado por el sollozo de aquel chico escondido entre la maleza.

Beomgyu no quiso interrumpirlo por miedo a lastimarlo un poco más, entonces huyó con algo de remordimiento entre los dientes.

Le pensó durante toda la noche de aquel día, observaba las sombras de los árboles desdibujadas en el techo de su habitación y ahí se cuestionaba la razón de la vaga existencia de aquel chico fragmentado en su vida, era el ruido de aquellos lamentos, o los poemas que se esparcían entre cicatrices, habrían sido entonces las cicatrices, y entre más lo pensaba, la razón de aquellos lamentos lucía más abstracta, y después imaginaba que aquel extraño lloraba estrellas fugaces, entonces Beomgyu también lloraba hasta que se quedaba profundamente dormido.

génesis; yeongyuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora