iv

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El caso era, Choi Beomgyu no había vuelto a olvidar aquel abstracto camino en forma de sendero intrínseco de maleza y hierbajos que anhelaban su caminar. Le parecía que si se adentraba al bosque con los ojos cerrados, terminaría por recolectar flores que no se marchitan en forma de aviones abandonados, era inevitable, la forma en la que aquel chico, Choi Yeonjun, había pronunciado su nombre mezclado entre el humo que suspendía entre su mera existencia recorrida por un rastro húmedo de lágrimas, le daba la sensación de que el petricor de aquella desalmada lluvia le traería de regreso frente aquel avión desarmado y volátil.

Hubo una ocasión en la que, de nuevo, Choi Beomgyu se encontraba sentado en una de las alas alzadas de aquel abandonado avión, miraba sus pies desafiando la gravedad y le parecía que se adueñaba del bosque entero, los meneaba como si se columpiara junto al aire y en él desaparecía, se esfumaba, respiraba hondo y su alma se explayaba mucho más allá de entre las hierbas y metales oxidados. De pronto, como una epifanía desdibujada entre rayos solares dorados, Choi Yeonjun se abría paso entre los árboles, dejándose caer sobre aquellas flores apadrinadas por la primavera, las cuales regó con las mismas lágrimas que dejaba caer, sus rodillas sangraban y la tierra en sus heridas ardía; como era de esperarse, el menor fue a socorrerlo, lo ayudó a subir hasta el ala en donde antes estaba sentado y después huyó del lugar con rapidez, solo para volver un par de minutos después, con las manos llenas de apósitos decorados con pequeñas figuras de distintos animales; Choi Yeonjun se hubiese reído de no haber sido porque en realidad, aún sangraba, y también lloraba con desesperación, el cuerpo entero le dolía al igual que el corazón.

-¿De qué escapabas?

Choi Beomgyu limpiaba las heridas del mayor, y este se quejaba del ardor que el alcohol producía en él, haciéndole llorar incluso un poco más.

-De fantasmas.

Contestó Yeonjun, esta vez mostrando una sonrisa mientras abría con fuerza los ojos aún húmedos, pero Choi Beomgyu solo se quejó, pensó que lo estaba molestando, y entonces el mayor pudo reír.

génesis; yeongyuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora