365 Cuentos para Un Año

el sol nunca es soleado

El sol desapareció detrás del horizonte y la noche se adueñó del bosque. La luna llena brillaba en el cielo, arrojando una luz espeluznante sobre los árboles. Un silencio profundo llenó el aire, interrumpido solo por el crujido de las ramas rotas bajo los pies de alguien que caminaba en la oscuridad.

Un escalofrío recorrió la columna vertebral de la persona que avanzaba por el camino descuidado del bosque. Había oído historias sobre este lugar, historias de criaturas malignas acechando en las sombras, esperando a la persona equivocada para aparecer en su camino. Pero no le importó, su curiosidad fue más fuerte que su miedo.

De repente, una hoja se movió detrás de él. Se dio la vuelta rápidamente, pero vio solo un vacío oscuro. Sabía que algo estaba allí, en la penumbra, observándolo. Continuó caminando, tratando de aplacar su temor.

De repente, un escalofrío recorrió todo su cuerpo cuando sintió un aliento cálido en la nuca. Se volteó otra vez, pero no había nada allí. Lo que sea que lo seguía, parecía estar jugando con él. Y luego escuchó un susurro áspero y sibilante cerca de su oído.

Se tambaleó hacia atrás, luchando contra algo que lo empujaba hacia el suelo. Se revolvió en el suelo, buscando desesperadamente a su acosador. Pero no había nada que pudiera ver. Todo lo que podía sentir eran las uñas puntiagudas rasgando su piel y la risa malvada que resonaba en su cabeza.

Ya era demasiado tarde. Una criatura oscura y retorcida se presentó frente a él, llenando el aire con un hedor de muerte y putrefacción. Su piel estaba cubierta de manchas negras y sus ojos eran rojos brillantes. Con una sonrisa sádica, la criatura aseguró que su víctima nunca escaparía de su abrazo.

La noche estaba llena de horrores, y nadie podía escapar de los terrores del bosque. Nadie podía escapar de las garras de las bestias que habitaban allí. El miedo se había apoderado por completo del alma de la persona, sabiendo que allí moriría. Todo estaba perdido.