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---¿Esta todo listo? ---su voz sonaba apagada, sombría y de catacumba.
Se acoplaba perfectamente al ambiente que invadía aquella habitación bajo tierra, después de todo, no se podía permitir que alguien más se enterara de tal plan, era confidencial, por el bien del pueblo. Claro, el bien del pueblo, todo lo que hacía era por y para el pueblo.
---Si señor, la poción esta aquí. ---con mano temblorosa, saco de su túnica aquel frasco de cristal con una sustancia de color negro en su interior y se la entregó a su superior.
Luzu por su lado la tomó, inspeccionó un poco el objeto con ayuda de la tenue luz de aquellas antorchas que estaban a su alrededor colgadas estratégicamente en cada una de las cuatro paredes de la mazmorra. Una vez convencido, la guardo cuidadosamente en su chaleco, y de ahí mismo saco una daga de mango negro. Su secuaz al ver tal acción entró en pánico, mirando estupefacto a su contrario y sin ninguna posibilidad de poder moverse dado al pánico y la incertidumbre.
---Como sabrás... ---a paso lento se iba acercando a aquel secuaz provocando que este retrocediera. ---Nadie se puede enterar de esto, y sinceramente me niego a dejar cabos sueltos por muy útiles que fueran. ---el temor a morir lo invadió en cuanto sintio como su espalda chocó contra la fría pared de piedra, miro incrédulo al alcalde de su pueblo. ---Así que, sabes como acaba esto, gracias por tus servicios pero... Ya no me sirves.
La sangre brotó escapando del cuerpo ajeno mientras la víctima se desvanecia de este mundo bajo la mirada fría he inexpresiva del que alguna vez llamo jefe. ¿Esto era la traición? ¿Así se sintió el joven revolucionario en cuanto fue apuñalado por la espalda por el mismo nombre que le arrebataba la vida? No lo quería creer, después de todo se ofreció al puesto por y para su pueblo, una total lástima que acabará así. Una completa pérdida de tiempo.
El cuerpo fue dejado caer en un sonido seco contra el suelo aún con aquella arma blanca clavada a mitad de su estómago, el frío subió por el cuello del castaño hasta llegar a sus orejas a modo de susurro silencioso.
---Ya es hora. ---escucho en un susurro inaudible para cualquier otra persona que no fuera él.
¿Estaba listo? Claro que lo estaba. Una sonrisa pícara se escapó de sus labios, no podía con la emoción. Importandole poco el cuerpo que yacía frente a él procedió a caminar a la salida, sus mascotas, si es que podía llamarles así, se lo comerían después, y ahora que recordaba, debía de comenzar a preparar aquel banquete del que venía pensando desde hacía un mes, una Luna de sangre se aproximaba y Luzu no se podía quedar de brazos cruzados sin dar un tributo hacia los Dioses oscuros, después de todo ellos habían sido los que le dieron casi todos los bienes materiales de los que gozaba actualmente, no dar gracias por esta atención sería ser un maldito mal agradecido, y Luzu podría ser cualquier otra cosa menos eso.
