𝙲𝚊𝚙í𝚝𝚞𝚕𝚘 𝟺

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"𝑬𝒏𝒕𝒓𝒆 𝒔𝒆𝒏𝒕𝒊𝒎𝒊𝒆𝒏𝒕𝒐𝒔 𝒅𝒓𝒂𝒎á𝒕𝒊𝒄𝒐𝒔"

Al día siguiente

𝑨𝒔𝒉 𝑹

El silencio de la habitación se vuelve violento al pasar el tiempo, la tranquilidad se esfuma poco a poco ante el sentimiento de extrañar, ese que aparece cada que observó aquellos recuerdos colgados en la pared, ese al que una vez me negué y que hoy me consume.

Salgo a tomar aire al balcón y enciendo un cigarrillo, dejando que la brisa de la mañana pegue en mi rostro. Pensándolo un poco, llegué a la conclusión de que me desagradan todos aquellos días en donde tengo el tiempo de pensar las cosas. Por ejemplo, los domingos. Suele pasar que no tengo nada que hacer o algo con que entretenerme lo suficiente, por lo cual, entro en un estado de agobio, en donde mi única preocupación son los sentimientos con los que vivo.

Al pasar unos minutos, escucho como alguien entra a la habitación, sus pasos cada vez más cercas hasta que llega y me abraza como cuando era un niño, sus brazos aferrados a mi cintura mientras su rostro queda sobre mi hombro.

—¿En qué piensas tanto?

—No es nada.

Sirviendo el almuerzo en tres platos distintos, uno para mi madre que juzgaba libremente el lugar en donde vivo y el otro para mi hermana quien lee aquel libro que tomo de mi habitación.

—Al terminar la tarde, uno de mis amigos presentará una obra de teatro muy cerca de aquí. ¿Quisieran acompañarme?

—Me parece bien— contesto mi madre, mientras que mi hermana solo asintió con la cabeza.

En los últimos días, he estado pensando en las actividades que podemos hacer juntos antes de que vuelvan a casa de los abuelos, la cual visito cada que el tiempo me lo permite, pero ayer llegaron de sorpresa, al igual que ella en la galería.

La mayoría de las personas, por no decir que todas, no me causan ningún interés cuando las observo, pero en ella es diferente. Aunque esto no es nada nuevo, a mis dos mejores amigos los conocí de esa manera.

Uno de ellos sobresalía ante los estantes llenos de discos, teníamos tan solo nueve años y él ya era muy alto. Cuando venía a la tienda con su padre lo observa más de lo normal, deseando ser igual de alto que él. Por otro lado, al más pequeño del grupo lo veía pasar por las ventanillas de la florería, corriendo de un lado a otro, algunas veces entregando pedidos de comida y otras porque las personas de los vecindarios cercanos lo perseguían.

Me pierdo tanto en pensamientos insignificantes que demoro bastante en terminar de comer. Las personas al mi alrededor se fueron hace unos minutos y yo sigo pensando que es un tanto agobiante permanecer despierto, quizá sea bueno descansar un momento antes del gran espectáculo.

No surprises sonando en volumen bajo mientras me arrepiento poco a poco de la propuesta, me levanto de la cama que parece no querer dejarme salir y lleno la bañera con agua tibia. Me desnudo completamente y tantas cosas que pasan por la mente apenas me hundo en el agua. Contemplando mediante la ventana el momento del día en el que el sol se esconde de nuevo y la habitación se vuelve azul, un azul que me hace ser muy sentimental. Sabes, es como un momento establecido, solo para reflexionar, para recordar y quizás llorar. Aunque creo que si esto se vuelve un hábito no será del todo bueno, por lo que tengo que dejar que no me consuma y quizá plasmar mis sentimientos en papel.

Veo mi reflejo en el espejo y al mismo tiempo coloco una curita en mi mejilla para tapar aquello que no me gusta, me seco el pelo con desesperación y me tumbo de nuevo en la cama, en total silencio.

La lluvia nos acompaña en el camino, la música queda en el volumen más bajo y mi compañía sueña desde que subió al coche, al final solo me siguió mi madre, lo cual es maravilloso. Recuerdo que la última vez que la seguí a un lugar, tenía unos doce años, ese momento en que solo quieres estar con amigos y encerrado en la habitación.

El teatro parece bastante pequeño desde a fuera, tiene tantas luces y carteles de obras que me distraen un poco, pero no lo suficiente para encontrar a mis amigos a los cuales saludo con una sonrisa. En camino a la sala, mi madre se adelanta a buscar los asientos y en seguida la siguen mis amigos. Entre los pasillos del teatro, que ya no parecía tan pequeño, encontré algo que deseaba, comida. Palomitas, refrescos, dulces de todos los tipos y helados, fueron poco de lo que repartí a mis conocidos, tan generoso que me quedé sin nada para mí, así que tuve que volver.

Y esta vez, encontré fresas. Fresas en un bolso que parece ser sacado del área de niños, fresas bordadas en mezclilla, pintadas en zapatos y tejidas en un suéter amarillo pastel, Jaz. Dulce, Jaz.

Me formo en la fila detrás de ella, pensando en si debo acercarme como la última vez, pero si lo hago no sabría qué decir, tampoco si a ella le gustaría que lo hiciera, quizá la incomodo o piense que soy un pervertido.

—Por favor pasa —dice Jaz, buscando desesperadamente algo en su bolso.

Se me sale una pequeña sonrisa al pensar en lo graciosa que se ve, creo que tiene el hábito de maldecir en voz baja. Llega un momento en que se detiene, con una expresión aún más graciosa.

—¿Necesitas ayuda en algo?

Salió sin esperarlo,  pero en cuanto lo hice, alzo su cabeza para verme y sonreír. Y me encanto.

—Oh no, todo está bien. Gracias, Ash —me contesto enseguida, mientras camina de espaldas para la sala, se da la vuelta y acelera el paso.

—¿Va a querer algo? —me dice un chico detrás de la vitrina de helados.

—¿Un helado de fresa estaría bien?

—Ella quería uno de vainilla.

—Entonces dame dos, por favor.

En unos minutos la sala se llenó, no tenía idea de donde podría estar Jaz. Paso por unas cuantas filas y veo un suéter idéntico, pero era una señora. Encontré en un asiento un bolso de fresa, pero le pertenecía a una pequeña. Casi al instante, pasa enfrente de mí, la sigo hasta su lugar y me siento a su lado.

—El helado de vainilla no combina mucho contigo.

—Ash, no tenías que hacerlo, en serio yo...

Sus mejillas rojizas, ese brillo en sus ojos y su
sonrisa me distraen un poco.

—No te preocupes, es solo un helado que no combina con tu ropa.

—Lo sé, pero fue lo primero que se me ocurrió al estar ahí —dice de una manera tan linda que me derrite.

—¿Tienes como regresar a casa?

Por unos segundos no dice nada, tiene la mirada perdida ante la multitud. Si busca a alguien las cosas se le dificultarán un poco, pues las luces de la sala se han apagado.

—Sí, vine con un amigo, así que estaré bien. Gracias por preguntar y te agradezco por el helado que no combina conmigo.

Al momento, alguien que parece ser su amigo se sentó al otro lado y la persona del asiento en el que estaba, también apareció. ¿Esa es la señal para despedirme?

—Bien. Hasta luego, Jaz —dije sonriendo, ya un poco más tranquilo de saber que estará bien.

—Hasta luego, Ash.

Me percato que todo lo demás existe y regreso a mi lugar, en donde soy capaz de verla de nuevo si es que lo deseo.

La obra comenzó y con tan solo unos minutos, cualquiera puede apreciar lo maravilloso que es la interpretación mediante actos, actos que llevan toda la emoción y sentimientos de aquellos valientes que los representan en el escenario, de aquellos que con alegría, pasión y temor narran toda una historia que llega al corazón. Sin embargo, nada me conmueven tanto como encontrar tus ojos en mí.

Una oportunidad para amarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora