𝙲𝚊𝚙í𝚝𝚞𝚕𝚘 𝟻

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"𝑵𝒂𝒄𝒆 𝒖𝒏𝒂 𝒇𝒍𝒐𝒓 𝒚 𝒐𝒕𝒓𝒂 𝒔𝒆 𝒎𝒂𝒓𝒄𝒉𝒊𝒕𝒂"

𝐉𝐚𝐳 𝐁

La palabra vacío hace referencia a algo o alguien que no tiene nada, y yo tengo mucho. Pero no es suficiente, porque en este supuesto día de alegría, en mí yace la tristeza, en mí yace la desesperación, la duda y un hueco en mi corazón como un gran regalo de cumpleaños que permanece hasta hacerme daño, hasta hacerme tan pequeñita que podría perderme en las sábanas de la cama que están empapadas por mis lágrimas de la mañana, empapadas por los anhelos a no crecer, a no soñar ni esperar más cosas de mí. Sin embargo, esta vida no me escucha.

Y tampoco lo hacen las personas que me acompañan en cada momento, quienes creen que mis sentimientos son algo absurdos. Ellos realmente piensan que debería agradecer más estar aquí, que debería de ser más alegre, que debería tener una sonrisa en mi rostro, que debería hacer esto y lo otro. Y no los culpo, algunas veces pensé lo mismo, pero no es fácil, no cuando la persona que vivía la vida con tanta pasión y entusiasmo murió para tenerme, no cuando en vez de felicitaciones mi padre recibió una palmada en la espalda con palabras que expresaban un "lo siento".

El teléfono marca que es un día nublado de octubre, que son las diez de la mañana y que efectivamente cumplo años. Hoy no iré a clases por cuestiones sentimentales que me harán incapaz de prestar atención, solo me quedaré en casa, a recordar, a llorar y quizás comer fresas.

Hace poco me di cuenta de que este es el día en que más pienso que cuando crezca y tenga una edad determinada me pasará algo, por ejemplo, pensaba que a los quince daría mi primer beso o que tendría mi primer novio, también creía que a los dieciocho me independizaría completamente de mi padre o que ya tendría una casa propia, todas son cosas que no me han pasado, ninguna ha sucedido y eso me hace entristecer más de lo normal. Las cosas que no puedo lograr me hacen perder las ganas de vivir, así sean mínimas e insignificantes, tienen un impacto en mí, uno muy grande y lo detesto.

La puerta del departamento es tocada tres veces, Nicolás.

—Adelante —grite acurrucada en la cama.

—Tienes que salir de ahí —dice Nico mientras se acerca a la habitación.

—Dame una buena razón para hacerlo.

Me quedé mirándolo esperando su respuesta.

—Tal vez porque es 10 de octubre.

—Bueno, eso en realidad no me importa tanto y lo sabes.

—Y porque te espera un pastel de fresas con velitas en forma de estrellas.

Eso me bastó para empezar a hacer otra cosa que no involucre pensar. Pasaron tres horas desde la última vez que revise mi teléfono y aún no recibo su mensaje, ni nada de él.

Mis amigos me dijeron que me vistiera con ropa de colores que me gusten y que ponga música en un volumen considerado mientras ellos decoran la casa. A pesar de que lo saben, hacen esto cada año desde que me conocen. Dicen que es una manera linda de celebrar los momentos vividos conmigo y cosas de ese estilo, me parece raro, pero de alguna manera lo entiendo y no me disgusta, al menos no mucho.

Esta vez es la puerta de mi habitación la que recibe tres toques, creo que es momento de salir a la pequeña fiesta

—¡Felices diecinueve Jaz!

Escuche al dirigirme a la sala, ambos se acercaron para darme un abrazo y besos en la mejilla, no estoy muy segura del tiempo que tardó Florence en aparecer con el pastel prometido que seguro ella horneó y Nico con esa caja bastante extraña. Entonces todos nos acomodamos en la mesa, cada uno tiene un gorrito de cumpleaños y pastel en platos rosados. Solo nosotros tres, así es como yo me siento completa.

Mientras como mi deliciosa rebanada con cucharadas pequeñas, observó cómo está decorado el departamento, globos rosas y amarillos, un cartel muy lindo de feliz cumpleaños y serpentinas decorativas por toda la sala, se siente un poco como las tardes con mi abuela.

En realidad, a eso se reducían mis cumpleaños anteriores, a pasar la tarde con mi abuela. Mi padre nunca ha permitido que este día me pertenezca como a la mayoría de las personas, simplemente esta fecha no es para celebrar, ni comprar regalos, ni cantar, ni nada de lo que se suele hacer, para él solo es un día en que perdió al amor de su vida y el día en que más ebrio suele estar. Aun así, lo esperó y no lo culpo por sus sentimientos. ¿Cómo podría? Sí soy la razón de su tristeza.

Es en la casa de mi abuela Jenny en donde está mi infancia, es ella quien se encargó de darme una niñez alegre, es quien adornaba una parte de su casa con globos de todos los colores, quien pintaba mi rostro de animalitos y ponía en mi cabeza un gorro de cumpleaños, además pedía los mejores pasteles y cosía los vestidos más lindos para mi día, es ella la persona que me daba el mejor regalo y la que hacía cumplir mis deseos, es ella a quien le atribuyo mi razón de vivir.

Por la distancia, las cosas ya no pueden ser así. Ahora mi abuelita me llama a las ocho de la mañana para decirme las palabras más bellas que alguien puede recibir por nacer y aunque las apreció mucho, no pienso lo mismo.

—Jaz tenemos que ir a clase, dejaremos tu regalo en la sala —dice Florence mientras pone la caja marrón de puntitos blancos arriba de un cojín.

—Está bien, se los agradezco mucho —contesté con lágrimas en los ojos y un corazón sensible.

Antes de que salieran me despedí otra vez de ellos con un fuerte abrazo. Cierro la puerta del departamento y al dejar todo en silencio puedo escuchar aquella canción que sale de mi habitación.

—Fell from the sky...Like water drops.

Canto mientras me dirijo hacía mi cama y por cuarta vez al día somos de nuevo mi mente y yo, de nuevo la soledad que comparto con mi cuarto, de nuevo deseando vivir otra vida, otra vida en la que no tenga que pensar tanto, una vida siendo un árbol o una niña de seis años acostada en el pecho de su abuela, quien es su mayor regalo.





Para mi abuelita, Juana. 

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⏰ Última actualización: Apr 14 ⏰

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