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Desde que conocí al pelinegro me había sentido atraído hacia él. Simplemente no podía evitarlo, mi mente apuntaba en su dirección cada vez. Incluso al estar con Dominique en la consulta mi cabeza sentía el imán y la curiosidad fervientes, arrasaba con todo y se centraba en él. Intentaba disimularlo, lograr que la pequeña no lo notara y de paso hacérmelo creer a mí también, pero era imposible; era el tema favorito de mis pensamientos. Internamente agradecía de vez en cuando a la madre de Dominique por llevarla a consulta y en específico a esa, porque me había dado la oportunidad de conocerlo. Cuando la pequeña me encontró me sentía derrotado, como si no tuviera otra opción, así que solo dejé fluir la relación. Hasta que mis bromas habían llegado muy lejos y nos encontrábamos en una sala esperando por un psicólogo para ella.

Nunca tuve esa sensación desde que desperté de esa ensoñación en la que estaba; esa anticipación y nerviosismo que no descifraba a qué se debía. No lo entendía hasta que lo vi; sentado tras su escritorio, con el cabello cayéndole frente a los ojos y esa expresión de concentración que hacía su mirada más dura y tomó sentido.

Me pregunté un par de veces si podía verme, en un principio lo dudé, creí que simplemente era bueno suponiendo o imaginando, sin embargo en la segunda sesión descubrí que lo hacía; lo miré directamente a los ojos y él se congeló, no pudo dejar de observarme, así que lo supe. El resto del tiempo pude hablarle a través de Dominique y él parecía asustado, aunque siempre notaba una pequeña pisca de curiosidad en sus miradas. Y desde entonces también leí sus pensamientos y me lo confirmaron. No lo había intentado antes, no me interesaba, pero si tenían que ver conmigo, por supuesto que debía enterarme. Sin embargo, esperé algunas sesiones más hasta acercarme, para ese punto la curiosidad era mucho más fuerte y me empujó a intentar meterme en su cuerpo.

Comprender el por qué esas ganas eran tan adictivas y por qué se sentía inevitable me era imposible, así que solo dejé que me llevara la corriente.

Y me equivoqué, el pelinegro no podía mantenerme en su cuerpo, ni siquiera por unos segundos, era shockeante lo que tenía en frente y me debatí un poco qué hacer. ¿Era justo pedirle ayuda? No sabía cuál sería su reacción, no sabía qué me esperaba y nuevamente sentía la anticipación y el nerviosismo.

Fui un par de veces a su casa antes de la vez definitiva, donde planeaba que supiera que estaba ahí. Lo hice mientras Dominique iba a la escuela (los momentos en que no me mantenía cerca) y no fue difícil llegar a la consulta nuevamente y luego seguirlo a casa, lo complejo fue hacerlo sin que me notara, porque no estaba seguro si podía ocultarme como con el resto, solo desde la segunda vez comprobé que sí (aunque más adelante noté que solo por un tiempo corto). Las primeras veces que fui la ratita no me quiso, sin embargo pude ganármela fácilmente y esquivarla para que no me delatara. De cualquier manera dentro no recorría demasiado, no investigaba el lugar, simplemente me sentaba, el sentir su pertenencia a la casa era suficiente.

Me sentía un drogadicto solo ahí; respirando el mismo aire.

Esas veces habían dado paso al día en el que dejé que me viera y desde entonces tenía a alguien que me ayudaba y podía sentirme seguro. Pero ahora me encontraba aquí, en otra casa, nuevamente solo, aunque sin esa droga y con la sensación de imán atenuada después de conocerlo mejor. Estaba molesto; Hyunjin se había ido y me había dejado aquí. Se suponía que veníamos a Busan por mi causa, no para que conquistara a su amor platónico.

Por unas horas investigué la casa y encontré fotos repartidas por todas las habitaciones. Irónicamente había dejado las del salón para el final y, mientras veía a Hyunjin en su infancia, el chico a su lado no dejaba de hacérseme conocido. Estaba en algunas fotos de las habitaciones, sobre todo la principal, pero no podía descifrar quién era hasta que lo vi en su adolescencia. En la foto estaba junto a quien suponía era Jeongin, con el cabello estilando en la playa; asomado atrás estaba Hyunjin y en la foto contigua esta vez el pelinegro salía abrazando al chico castaño que se encontraba en medio seguido de Jeongin. Quizás la familiaridad que sentía con Hyunjin tenía que ver con el castaño de las fotos y no me sorprendería que así fuera, pensándolo en retrospectiva se parecían mucho. Tal vez no en apariencia, pero cuando estaban con las personas que apreciaban tenían esa sonrisa en común; esa sonrisa que iluminaba y daba vida.

They Can't See Me~ [Hyunho]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora