Prólogo

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No puedo dejar de correr, mis pies, sin embargo, parecen estar cediendo sobre el suelo que los sostiene. Se que no puedo parar ahora. No puedo rendirme al final de camino.

Comienzo a percibir el claro que pone fin a mi recorrido por el bosque, siento cierto alivio expandiéndose en mi pecho, a través del nudo que se había forjado con anterioridad.

Atravieso la última red de árboles que me ocultaba y me siento más insegura aún. Necesito llegar, no puedo dejar de correr. Escucho como los sabuesos se acercan más aún a mi, sus pies no se cansan, los míos empiezan a ceder sobre el suelo todavía mojado por la tormenta desatada por uno de los clanes.

No debí desafiarlos, no debi ocultar lo que estaba ocurriendo, pero, estaba claro que iba a acabar pasando. Ninguno de los clanes mantenía ya la pureza pasada, el amor se había extendiendo forjando vínculos impensables en el pasado, todos eramos consciente de lo que estaba ocurriendo, y todos, del mismo modo, no dejabamos de ignorar los posibles resultados.

Ignoramos las reglas, colocamos una venda en nuestros ojos, nos volvimos ciegos, esperamos hasta el momento exacto en el que el peligro se encontraba en nuestra puerta, desafiante.

Instintivamente mis pensamientos me llevan a mirar fugazmente la figura que sostengo sobre mis brazos, su tez no muestra preocupación alguna, su sueño parece profundo. Sostengo al peligro como si fuera frágil. Como si careciese del poder que lleva dentro.

Necesito sacarla de aquí, necesito llegar al portal del final del claro. No me queda tiempo. Acelero mis pasos abruptamente tropezando sin querer, convirtiéndome en presa del tiempo que ahora se encuentra en mi contra.
Comienza de nuevo la tormenta, acerco a la niña a mi pecho protegiendola de la lluvia que parece querer devorarla. Soy consciente de la guerra que he desatado, soy consciente del daño que estoy causando, pero no dejaré que culmine si para hacerlo debo sacrificarla a ella.

Visualizo el portal, está cerca, su luz es apenas latente, se está cerrando. Siento como la agonía de no llegar se apodera de mi cuerpo, al que descubro temblando, ahogado por el tiempo.

Giro mi cabeza para redescubrir que están cerca, puedo identificar los rostros de quien confiaba, de quien ya no.

Sólo me quedaba una opción y salvarla, como mi prioridad, requería cualquier esfuerzo. Sentí un hormigueo en mis manos, paulatinamente se vio extendido hacia mis brazos y opaco los latidos del centro de mi pecho. Me ardían los ojos, pude comprobar ante el pánico de los rostros próximos que estaba funcionando.

Se endormecieron mis pies, deje de sentir mi aliento, lo único que mis sentidos percibían aún era el llanto del bebé de mis brazos. En apenas unos segundos todo a mi alrededor se vio iluminado, la lluvia cesó, el portal se cerró y nosotras fuimos engullidas por el espacio. Habíamos desaparecido.

La había salvado, y me había puesto en peligro, perdiendo de ese modo todos mis poderes.

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