Capítulo 41: Aclaraciones

835 106 29
                                    

Cuando nos separamos no fui capaz de sostenerle la mirada por mucho tiempo, y de hecho, tampoco de quedarme ahí.

Me ajusté la mochila, abrí la puerta, caminé con prisa hacia la entrada principal y saliendo avisé:

—T-te veré después Mel.

—P-pero... ¡Luan! —La escuché decir, más no me detuve.

Caminé a casa sin apartar la vista del piso, y con gran velocidad; solo quería llegar a mi cuarto y procesar la estupidez que acababa de hacer.

No trataré de justificarme, aunque, sí quiero explicarlo; yo solo necesitaba una confirmación de que seguía sintiendo algo por ella, algo que me indicara qué la decepción y confusión de antes, se debían únicamente a la sorpresa.

Cosa que me habría quedado claro como el cristal, de no ser porque cuando estaba por huir a mi habitación, a procesar dicha información; Eli me interceptó al final de las escaleras, pues ella iba a bajar.

—¡Hey! Por fin te encuentro.

—Hola. Con permiso —pedí intentando pasar.

—Oye, oye —se puso enfrente—, ¿a dónde con tanta prisa?

—P-perdón, solo quiero ir a mi cuarto.

—Te dejaría, sabes que sí, pero necesito tu ayuda con la decoración, inflar unos globos por lo menos.

Yo aún estaba tratando, inquieta, que me permitiera pasar; sin embargo, al escuchar eso, dejé de ver a sus espaldas y la miré directamente.

—¿Globos?

—Lo mismo dije, pero sabes como es Dani.

—P-pero es que-

—Será rápido y quiero pasar tiempo contigo mínimo hoy.

—Perdón, ayer ya no...

—Está bien, es lindo que tengas esas salidas con tus amigas, vamos —me tomó de los hombros para girarme, y forzarme a bajar las escaleras—, quiero que me cuentes todo, apuesto que se divirtieron.

Puede que no fueran temas completamente separados, y que, pensar en uno me ayudara a olvidar el otro, pero mi pelea con Kate, tampoco era algo que quisiera tocar en ese momento.

—Y-yo... —Me detuve.

—Inflemos solo una bolsa, después nos escapamos a tu cuarto.

—Pero-

—¿Quieres ayudar a Dani con el cartel?

—De acuerdo, vamos —continué bajando sin más protesta.

Mi familia siempre fue bastante seca con el cariño, ninguno está acostumbrado a darlo ni a recibirlo, pero digamos que cada uno tiene formas peculiares de demostrarlo.

Daniela, por ejemplo, es muy detallista, le encanta regalarnos cosas hechas a mano y hacer grandes celebraciones en los cumpleaños; de no ser por ella, yo no habría tenido fiesta los dos años anteriores.

Cada año planeaba cosas mucho mejores, sin embargo, podía llegar a ser mandona y mayormente grosera, cuando quienes le ayudaban, no hacían las cosas tal cual quería.

En la sala, y con la velocidad que nos permitieron nuestro par de pulmones, inflamos una bolsa entera de globos, luego, con la mejor discreción que pudimos, subimos a mi cuarto.

Apenas entramos, Eli se adueñó de la cama echándose de cara, obligándome a tomar asiento en la silla de mi escritorio.

—Uff, por fin, descanso —comentó luego de unos segundos, acomodándose para quedar boca arriba.

El sonido del ríoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora