Capítulo 23: Cumpleaños

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Regresé a casa con apuro, hice los mandados que mi mamá me encargó y nos dirigimos a la iglesia; lo del robo estaba quedando en el olvido, ya que reforzaron la seguridad y ya había pasado un tiempo. 

De ahí que ya no fuera obligatorio llegar juntos, pero aun así, sirvió para que la mayoría empezara a ser puntual.

Después de la rutina de poner las sillas, me senté en mi lugar, saqué de mi bolsillo los dulces que compré en el camino y se los di a Kate.

Cuando los vio, sonrió, luego los tomó y murmuró:

—Gracias.

«Diablos, ¿hace cuanto no veía su sonrisa?». Pensé con una combinación de felicidad y lástima.

Pero entonces, sentí una mirada, volteé en dirección del origen y se trataba de Mel, quien al darse cuenta de que la vi, la apartó, luego suspiró con molestia, como reprobando mi comportamiento.

Me sentía culpable, pero resistí a hacer algo por los consejos de Moni, ella la conocía mejor que yo, debía tener razón.

Cuando terminó el ensayo salimos de aquella habitación y nos quedamos todos ahí afuera a charlar.

Luego de unos minutos, vi a Kate tratando de escabullirse en dirección opuesta a su casa, y de la misma forma fui tras ella.

—¿A dónde vas?

—Al río.

—No, es muy tarde.

—Pues ya vete a dormir.

—Ja, Ja, qué graciosa.

No respondió, siguió avanzando.

—Kate, entiende, es arriesgado.

—¿Por qué?

—Podrías caer y ahogarte.

—Sé nadar y no me acercaré mucho.

—Pero, ¿y si te encuentras con alguien peligroso?

—Sé defensa personal, yo soy la peligrosa.

«¿Qué no hace esta chica?».

—Mínimo déjame acompañarte. —Me adelanté para taparle el camino y se detuvo.

—No, gracias, tendría que protegerte también.

Bajé la cabeza, decepcionada de no haber podido persuadirla, suspiré y caminé un par de pasos en dirección a la iglesia.

—Solo... ten cuidado. —hablé sin detenerme.

Avancé un poco más, hasta que la escuché exhalar con pesadez.

—¡Agh, bien! Iré mañana.

Me giré para verla, ya estaba por alcanzarme.

—¿Qué te convenció? ¿La cara triste? ¿La culpa?

—¿Y esperas que te lo diga?

Regresamos con el resto y luego nos fuimos a casa, como ya era costumbre, la acompañé a la suya.

—Por cierto, ¿Cómo te fue sin mi hoy, eh?

—Bueno, pasé una tranquila y relajante tarde.

—Sí, suena a que me extrañaste.

—¡Dios!, quiero tu seguridad, en serio —comentó sonriendo.

Unos pasos después llegamos.

—Entonces, nos vemos el lunes.

El sonido del ríoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora