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LA LLEGADA DE UN BEBE

Un aldeano de llanura se encontraba caminando por la aldea, era un vago con su característica camisa verde.

Los aldeanos de llanura en general vesten tunicas color cafe, de cuello alto y una soga atada a su cintura, sus narices eran grandes y todos tenían el cabello largo y recogido con coletas.

La tranquilidad del lugar era reconfortante ya que todos estaban haciendo sus labores, unos fabricaban armaduras o armas como tal y otros cosechaban los frutos dados de los huertos para después comercializarlos entre ellos.

El vago empezó a descender un poco por el gran barranco que formaba un enorme agujero en medio de las montañas, el pueblo estaba ubicado a la orilla a un lado del barranco, incluso dos casas estaban dentro de cuevas.

Todos hacían sus actividades cotidianas, pero inesperadamente un enorme rayo cayo en medio del barranco asustando al vago que empezó a correr de regreso al pueblo mientras unas miradas curiosas empezaban a acercarse a la orilla a ver qué había pasado, el día estaba despejado con el cielo sumamente azul por lo que era raro que un rayo hubiera caído.

El vago era el más cercano a donde había caído aquel rayo de energía, se dio vuelta de regreso al barranco con algo de curiosidad para ver lo que el rayo había causado, para su sorpresa, de un momento a otro aquel pedazo de tierra en lo más profundo estaba cubierto de vegetación y dientes de león, en medio de toda aquella vegetación que formaba un círculo había un bebé pelón de piel morena con un pañal que miraba a todas direcciones sin entender nada, y al ser un bebé en cierto momento paso de estar sentado a tumbarse en el suelo por falta de equilibrio.

No tardó en empezar a escucharse un llanto por parte de aquel bebé en busca de atención, el vago se quedó quieto pensando si acercarse o esperar a que alguien más fuera a ver al bebé y recogerlo.

—¡Terry el Vago! ¿Eso es un bebé? —en la espalda del aldeano se acercó una mujer de cabellos naranjas con un chaleco y cinturón repleto de joyas.

—Hace muchos años no pasaba algo así —comento un aldeano joven que usaba un delantal negro sin herramientas que venía siguiendo a la aldeana.

Terry el vago no respondió, solo seguía reflexionando sobre qué hacer, miró el suelo que empezaba a verse con diferente iluminación y luego miro el cielo que dejaba de ser azul, empezando a pintarse de tonos anaranjados y rosados.

Alrededor de aquellos barrancos había cuevas y sonidos amenazantes de monstruos se escuchaban por el eco. Los aldeanos rápidamente dejaron de trabajar para irse a sus casas lo más rápido posible. La aldeana y el joven también empezaron a alejarse del sitio rumbo a sus hogares.

—¡Terry vámonos! —grito la aldeana al vago que seguía parado sin hacer nada.

—Maldición —dijo entre dientes apretando la mandíbula de la frustración y se dio la vuelta para ir a casa.

El llanto del bebé se empezó a hacer más fuerte atrayendo a los monstruos de alrededor, los aldeanos que vivían más arriba de las montañas se habían ido directamente a dormir, pero los que estaban en las orillas del barranco veían lo que pasaba con el bebé por puro morbo de que le sucedería.

—Debí haber ido por ese bebé en cuanto tuve la oportunidad —el vago miraba con frustración hacia afuera.

—No es nuestro deber salvarlo, deben salvarlo los suyos —un aldeano que tenía consigo un parche en el ojo abrazo por la cadera al vago mirándolo con preocupación.

—Sabes que los suyos desaparecieron hace mucho, todos... —replico mirando con el ceño fruncido a su pareja.

El del parche suspiro, normalmente a Terry le valían muchas cosas, hasta los niños que nacían en la misma aldea, le parecía extraña su preocupación por aquel bebé proveniente de un rayo.

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