La música y conversaciones resonaban en el lugar, los señores de la alta solo eran los que se podrían encontrar en aquella fiesta, cada quien resplandecía por su vestuario de la época coloneal, vestidos anpones, gabardinas con broches y detalles de oro, mesas llenas de comidas de todo tipo al igual que bebidas de las más deliciosas de todo el país según los criterios de las demás personas, todo era perfecto en el ambiente lujoso en aquel castillo con meros fines políticos para los patriarcas de la fiesta que buscaban sólo ser más poderosos a través de alianzas políticas.
Spreen se encontraba en los círculos sociales más importantes, pero aún siendo un joven de 24 años no le interesaban ese tipo de conversaciones, poniendo una sonrisa y fingiendo poner atención a los que se unían o comentaban a la platica con la intención de demostrar que tan narcistas, hipocritas y malditamente ricos eran.
La música de un violin seguido de un piano anuncio el comienzo del baile y con el, el escape del peli negro, los demás no se quedaron a tras pues también querían derrochar sus dones en la pista de aquel castillo, los pasos eran simples, cambiando en un dans lento donde los hombres y mujeres cambiaban de pareja cada tanto, dando así la oportunidad de quedar hombres con hombres y viseverza, siempre dando un saludo como reverencia por parte de ambos géneros, dando así la oportunidad de llegar a unir a uno de los patriarcas de la fiesta y el joven varón. Desde que se miraron y practicaron la reverencia como debía ser, Spreen lo supo "el era su alma gemela" llevaba consigo una máscara al igual que el, sus ojos lo cautivaron al tan solo mirarse, no notando nada más que sus hermosos ojos, Roier no era tonto, el también sintió ese click instantáneo con el joven varón, aún sin conocerse lo suficiente los dos se mantuvieron en la misma pocision perdiéndose en su burbuja al bailar sin importar que en algunos tiempos tendrían que cambiar de compañero, siendo esto olvidado y para muchos no darle importancia, después de todo siempre se cumplían los caprichos del príncipe, comenzaron con un bals lento y elegante donde no se soltaron hasta la última nota del violin dando así el final de la dulce melodia y con ella el baile donde el joven de ojos morados habló después de no soltar la mano del contrario, a la par que hacía una reverencia y besaba su dorso de la mano.
—Che me pareciste re lindo, me encantaría volverte a ver— menciono siendo casual.
hizo una leve inclinación —Lo mismo digo señor... — y regresó en sí al no saber su nombre.
—Spreen, llamame Spreen, se que sonara muy atrevido de mi parte pero me encantaría verlo de nuevo o hablar con usted en alguna otra ocasión, si me lo permite— no lo dejaba de ver, sus ojos tenia algo que no dejaba que se distrajera en alguna otra cosa que no sea en los luceros.
—Desde luego que si, soy Roier lll— menciono con una enorme sonrisa.
—Un gusto, le quisiera proponer una cita en un quiosco algo cerca del pueblo, espero acepte mi cordial invitación para este fin de semana— algo desesperado, pero el iba al grano, quería tener para el al príncipe y así suene presipitado, para el no lo era, sabía que podría tener potenciales liges.
—me encantaría— con esas últimas palabras el joven de ropajes rojas se retiró para dirijirse a despedir a sus invitados y después retirarse a su alcoba.
Spreen fue de los primeros en retirarse, llegó a su mancion (casa) y regó sus bellas rosas blancas de su jardín, quien lo diría, teniendo servidumbre (los cuales disponían de él 24/7) y el era el que las cuidaba e hablaba con ellas (irónico ¿no?), tenían prohibido la servidumbre acercarse a sus bellas flores, el creía que era mejor asercarse por si mismo, se retiro una ves terminó de hablarles y regarlas como todas las mañanas y noches; durmió pensando en su cita dentro de siete días con el joven príncipe, ilusionado y soñando con ver aquellos hermosos ojos de nuevo, se acomodo en las telas de seda una ves vestido con su pijama y se entregó a los brazos de morfeo "el dios de los sueños" dejando que lo arrullara entre las mantas divinas de sueños fantásticos.
Inesperado
—señor, no creo prudente que usted salga— si, Roier le había hablado a sus amigos más sercanos sobre su salida (amigos que curiosamente eran trabajadores para el rey).
—dejalo Juan, esta enamorado, para el amor no hay barreras incluso podría tener un mensajero o algo— hablo el joven apoyando a su amigo en la idea de su amor imposible, el simplemente dio su humilde opinión sin darle mucha importancia a lo que decía.
Hasta que...
—Tenía que habrir mi boca— su aura alegre y despreocupada cambio totalmente a una irritada.
—vamos Alex solo es cosa de ir en mi representación, después de todo tu trabajas para padre y se supone eres mi Damo de compañía— trato de convenserlo (chantajearlo) después de todo el le había regresado los ánimos para su absurda idea.
—Una cosa es un Damo de compañía y otro un mensajero— carraspeo indignado.
—tu apoyaste su idea de su amor por el joven varón— mencionó con burla Juan un sirviente más del castillo.
—hug, presiento que nada bueno saldrá de ésto. Esta bien pero espero que sea lo que sea que pase yo no me are cargo ni me condenaran a la guillotina— sus brazos cruzados sobre su pecho, seño fruncido y mirada decía que hablaba en serio.
—sisisi, lo que sea— sus ojos parecían estrellas y tomo la mano de su Damo para dar más acercamiento y cerrar con ello su trato.
Iván o más conocido como Spreen estaba preparándose para su cita, bañado, vistiendo sus mejores prendas y usando una de sus mejores coloneas agarró unas tijeras y se dirijo a su jardín, cortando una rosa blanca echa un poco en capullo para que durará en la espera del príncipe. Se dirigió a aquel quiosco dando a un lugar casi mágico y apartado de la gente intrusa, se sentó en la banca y se dispuso a esperar con nervios.....
El tiempo pasó siendo exactamente dos horas en espera y eso lo supo el joven al mirar su reloj de bolsillo y la rosa blanca tirar sus pétalos pero perdurado en hermosura, dispuesto a retirase con el humor por los suelos se dispuso a voltear hacia arriba dandose la vuelta, notando a la lejanía una figura un tanto esbelta con una sombrilla dirijirse al quiosco en donde este estaba, los nervios le hicieron temblar las manos y el sonrojo sentirse sofocado pero todo cambió una vez vio los ojos y estatura del joven que se encontraba a tan sólo unos pasos de distancia de él.
—señor Ivan— el echo de que conociera su nombre solo lo hizo dudar más.
—¿Quién sos vos?, nadie sabía el lugar de reencuentro más que mi acompañante— estaba nervioso y estaba seguro que el joven que se encontraba frente a él no era el mismo que el de la fiesta, aún que sus ojos fueran igual (o hasta más) de hermosos y su voz cantarína fuera dulce no se parecía en nada a quien conoció en el castillo.
—soy el Damo de compañía del señor Roier, el me ha enviado en su representación, espera que comprenda porque no esta aquí puesto que el rey no lo deja salir por cuestiones de seguridad— manteniendo su mirada baja y tono de voz cortante resolvió las dudas del varón.
—oh, ahora entiendo pibe— avergonzado y soltando una risita bajita se rasco el cachete -eh bueno, esto es para el- procedió a darle la rosa al más bajito sacándolo así de su ensimismamiento sacándole un pequeño susto.
—yo, me encargaré de que le llegue el detalle— tomo la rosa mirándola con detenimiento, agarrandola con una sonrisa un tanto forzada.
Con ello en mano y dando por concluida su platica dedicó una reverencia y se marchó dando la vuelta y bajando las escaleras del quiosco.
1
ESTÁS LEYENDO
Damo de compañía
Ficção Histórica¿El Príncipe o su Damo? Por una parte teníamos a un joven tras muros de concreto por el cual creyó tenía una historia de amor que terminaría en felices por siempre una vez le aceptará la salida, siendo falso el pensamiento y conociendo por error de...