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Nos mantuvimos abrazadas por unos cuantos minutos, los cuales fueron de lo más cálido al tenerla en mis brazos.

—¿Por qué estás aquí? —Se separó un poco de mí. —¿Por qué no me odias? Te dejé sin decirte nada, deberías estar molesta.

No dije nada, ella sabía que por más fuertes fueran nuestras peleas, yo siempre buscaría la forma de arreglarlo, a pesar de que su desaparición nunca lo había visto venir.

—¿No dirás nada? —Sosteníamos la mirada, nunca dejé de verla a los ojos en ningún momento. —P-por favor, habla.

Noté la desesperación en sus palabras y las ganas de querer volver a llorar. No me gustaba escucharla llorar, quería que ella se mantuviera alegre siempre, que dibujara una gran sonrisa en su rostro.

—Quiero que me expliques por qué te fuiste... y, sobre todo, lo hago porque te amo, lo sabes.

—Y si dijera que yo no te amo, ¿te marcharías?

Dolorosamente le mostré una sonrisa.

—¿Cómo podrías decirme que no me amas si antes has dicho lo contrario? Gritaste que en verdad me amabas.

No respondió. Lo que estaba haciendo no tenía ningún sentido. Sus palabras iban en contra de sus acciones, como salir a cubrirme con una manta mientras intentaba dormir.

Coloqué mis manos sobre sus mejillas y con mis pulgares limpié los rastros de lágrimas que había en ellas. No pude contenerme más, acerqué mis labios a su frente y dejé un beso en ella.

En un movimiento rápido, se alejó de mí, se quitó la manta de los hombros y me la entregó, para después rodear mi cuerpo y caminar hacia la puerta de su habitación.

—T-tengo sueño, quiero ir a dormir, y deberías hacer lo mismo.

Sus manos se movían de manera inquieta, y aunque estaba oscuro, la pequeña luz que iluminaba el final del pasillo me permitía ver el ligero sonrojo que pintaba sus mejillas.

—Lo haría, pero dormir en una silla no es lo más cómodo que digamos.

Me miró pensativa por un momento, se vio dudosa ante lo que diría.

—Puedes...—Parecía que solo estaba jugando conmigo. —Puedes dormir en el sofá de la sala, es más cómodo.

—Vaya, parece que eso no era lo que quería decir, pero si no hay de otra, entonces me iré a dormir al sofá.

Comencé a caminar en la dirección donde se encontró la luz que iluminaba el pasillo con la manta en mis manos, me di la vuelta solo para poder ver a Bec aún parada afuera de su habitación con la cabeza agachada. Tenía tantas ganas de correr hacia ella y besarla, pero entendí que sería mejor darle un poco de espacio.

Me recosté en el sofá cubriéndome con la manta, sin duda era mejor que la silla de antes.

Por un corto tiempo estuve pensando en qué fue lo que no hizo llegar a esto, ¿cuál había sido mi error? Creí que teníamos la confianza para decirnos lo que nos molestaba, ella sabía que podía contarme todo, pero ahora simplemente evitaba hablar.

Sin darme cuenta, de un momento a otro me quedé profundamente dormida, y entre mis sueños esperaba la llegada del próximo día. 

Corazones rotos | FreenBeckyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora