8. El mejor regalo

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Esporádicos chapoteos eran los sonidos que más destacaban en aquel cuarto de baño.

El menor de los dos estaba recostado plácidamente sobre la cálida y suave piel del otro, dejándose acurrucar por el suave palpitar de su amigo y el leve susurro de sus respiraciones.

Había sido un día extenuante en el que el cenizo, producto del éxito del café, tuvo que quedarse un poco más del tiempo estipulado, lo que aumentó el número de comensales que se tomaron el atrevimiento de pedirle su número celular. Eso era algo recurrente para todos los miembros del personal, por lo que solo debían declinar su petición.

Y en otras ocasiones el temperamental lo habría pasado por alto, pero ese día estaba irritado, bueno, más que de costumbre. Su compañero de piso bicolor lo había ignorado olímpicamente y el hecho de que cualquier chica del montón estuviera más interesada en hablar con él, que quien había sido su amigo por más tiempo del que podía recordar, lo tenía tan frágil como una bomba.

Al llegar a su apartamento, encontró al motivo de su irritación preparando la cena despreocupadamente, siendo interrumpido solo por el sonido de las pisadas de sus cuadrúpedos compañeros de piso, porque sí, habían adoptado a un gatito con una mancha en su ojo izquierdo que le recordaba a cierta persona a Bakugou y que ante la mirada suplicante de su homólogo humano, no tuvo más que aceptar, para que apenas dos semanas más tarde, descubrirán que éste salía todas las noches a hacerle compañía a un chihuahua con el pelo encrespado que no tardaron en añadir en la dinámica.

Ambas mascotas recibieron a su dueño al entrar, siendo éste el aviso para que Todoroki hiciera lo mismo, solo para encontrarse con la mirada esquiva de su compañero de piso.

- La cena casi está lista. – Anunció el menor en un susurro, volviendo su atención al estofado que estaba en la estufa.

El cenizo tenía razones para estar de mal humor, pero ver lo mal que su compañero estaba cortando los pimientos, lo estaba poniendo peor, así que se apresuró a lavarse las manos, ponerse un delantal y tomar el alimento que estaba siendo torpemente picado.

- Te dije que tienes que tomar un cuchillo de sierra. – Le reclamó tras colocarse detrás de él, rodeándolo con sus brazos, mientras el otro no tuvo tiempo a protestar. – Si no lo haces así, crearás serpentinas en vez de pimientos. Eres siempre tan distraído. – Refunfuñó, sin dejar de asegurarlo contra él, mientras el bicolor tranquilamente lo dejaba ser.

Bakugou seguía molesto, pero sentir la calidez del cuerpo de su amigo, lo relajaba en demasía. Era imposible para él estar molesto por mucho tiempo si, sumado a eso, el otro chico se tomaba el atrevimiento de posar sus labios suavemente sobre sus mejillas, lo que lo hizo perder la concentración por unos instantes antes de volver a reprocharle.

- ¿Acaso quieres que me corte? – Le reclamó.

- Lo siento. – Respondió, cabizbajo.

- Como sea. – Exhaló, dejando el objeto filoso a un costado, para ahora con sus manos libres, tomar al bicolor completamente, mientras hundía su rostro en su hombro.

Éste gesto tomó desprevenido a Todoroki, que se dejó amordazar por los rígidos brazos de su amigo, mirando a su costado, por el rabillo de su ojo, que la llama en la estufa no amenazara con quemar su cena.

- ¿Por qué no respondiste mis mensajes? – Cuestionó el cenizo, abrazando más fuerte al menor que, ante la pregunta, solo reparó en acariciar sus manos, que lo tenían inmóvil y aferrado contra el otro.

- Te vas a molestar si te contesto. – Reparó en responder su interlocutor, sintiendo los brazos del aludido ajustarse.

- Voy a molestarme más si no lo haces. – Aseguró.

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