Hola, me llamo Andrea, tengo 17 años y me encuentro sentada sobre el retrete del baño de casa con un test de embarazo en la mano. Un test de embarazo positivo.
No sé cómo pudo fallar. No sé por qué lo hice. No sé por qué ninguno de los dos paró los pies. Me tiembla todo el cuerpo y un sudor frío empieza a recorrer mi espalda. No soy capaz de mirar más veces a aquel aparato con las dos rayas rosas. No estoy preparada para esto. Dios mío.
Salí del cuarto de baño con miedo, más miedo que nunca. Mi madre preparaba el desayuno en la cocina y yo iba a cambiarle los papeles. O quizás los papeles cambiarían para mí.
Sin decir palabra, le entrego el test, y mi madre lo mira perpleja. Me mira, vuelve a mirar al aparato y me mira otra vez. Está en shock. Ambas lo estamos.
- Qué has hecho Andrea. Dime que esto es una broma. Por favor.
- No mamá.
Se echó las manos a la cabeza y empezó a llorar desconsoladamente. Yo no sabía qué hacer, y permanecí perpleja ante su amargo llanto.
- ¿No vas a decir nada? – Un largo silencio incómodo invade la cocina - ¿Nada? Eres una irresponsable, ¿sabes lo que significa esto? ¿sabes el error que acabas de cometer? Acabas de arruinarte la vida por darte un gusto innecesario. No te reconozco, tú no eres mi hija, tú no eres Andrea.
Salí corriendo a mi dormitorio e inundé mi suave almohada de lágrimas desconsoladas. Ni si quiera mi familia quería esto. Ni si quiera estaba segura yo misma de si era lo que realmente quería. Pero ya habían pasado cuatro días, ya no había vuelta atrás. La pastilla ya no funcionaría. Por qué a mí, por qué.
Abrí la maleta y empecé a llenarla con toda la ropa de mi armario, el dinero ahorrado y algunos objetos personales. No podía seguir siendo un estorbo en esta casa. Siempre pensé que mi madre era la única que me entendería, pero ahora sé la realidad. Ni ella, ni mi padre y ni mi hermano mayor iban a quererme tanto como lo hacen las familias normales. Ya no eran considerados como tal.
Esperé a que mi madre saliese a comprar el pan para irme. Pensé en dejar una nota de despedida, pero ya estaba todo más que dicho. Salí, y comencé a andar sin rumbo alguno. Quería esconderme de toda esa gente que me miraba tan extraña, quería esconderme de las nubes que indicaban el comienzo de la lluvia, quería esconderme del mundo.
Tampoco quise ir a casa de mi novio. No. Si se entera de esto, entonces sí que voy a estar sola. Él no puede enterarse. Entonces, recordé a una de las personas que nunca fallaron, fallan y fallarán. Sabía que allí sería bien recibida.
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El Alma Inundada
Teen FictionHola, me llamo Andrea, tengo 17 años y me encuentro sentada sobre el retrete del baño de casa con un test de embarazo en la mano. Un test de embarazo positivo. Así comienza 'El Alma Inundada', una novela romántica y misteriosa en la que la joven pro...