Dentro de lo poco que pudo observar, es que llegaron a una ciudad no muy diferente a las demás en la que ha estado, pero esta quedó atrás rápidamente. A estas alturas el tiempo carecía de sentido. Ni siquiera sabía qué hora era. Entraban y salían de calles, hasta salir a la carretera. Se fueron en línea recta por lo que le pareció una hora de viaje.
De pronto, los autos se detuvieron. Las luces altas iluminaban un insípido portón de madera vieja y seguramente a punto de caerse. Era el típico recinto rodeado por alambres de púas, que solo definían en qué punto terminaba un terreno y empezaba otro. Al costado, había una garita de la cual salió un hombre de mediana edad, que les abrió el paso y los autos se pusieron en marcha nuevamente.
Rápidamente los pinos fueron reemplazados por grandes árboles y fueron envueltos en un bosque nativos. Vincent podía oler la tierra y aunque suene exagerado, sentía una especie de energía o vibra acogedora y salvaje que lo invadía. Sentía que miles de ojos lo observaban de todas las direcciones. La sensación era indescriptible para él. Y eso es solo lo que podía captar dentro del auto. Así estuve todo el resto del viaje. Observando todo, sintiéndolo todo. Le sorprendió que sus guardianas no se inmutaron ante su comportamiento. Se sentía eléctrico, ¿o tal vez magnético?
Al cabo de una media hora más de viaje, los autos volvieron a detenerse. Unos tipos que le daban la impresión de ser policías; de esos que aparecen en las series de acción, que entran en las casa de los delincuentes armados hasta los dientes. Inspeccionaron cada auto a detalle, cuando les dieron el visto bueno continuaron con su marcha. Vincent se sintió de pronto aun más extraño, como si de pronto fuese bañado por una cascada de agua.
— Acabamos de cruzar la barrera de protección del pueblo — le dice Abigail ante su reacción —, tranquilo, estarás bien.
Estarás bien era todo lo que le decía. Pero Vincent quería respuestas.
¿Qué es este lugar?
Pronto me vi rodeado de casitas bajas de clase media y volvieron a meterse en diferentes calles. Al fin los autos volvieron a detenerse y esta vez lo hicieron bajar. Ante él, una inmensa casona iluminada por focos situados alrededor de ella, se imponía majestuosamente ante él. Observó a su alrededor y se sintió de pronto en otra época. Se notaba mucho la influencia europea en este lugar.
Una enorme reja de hierro forjado, entre dos pilares de piedra adornados por dos gárgolas aladas, se abrió para darles paso. En el pilar del lado derecho, tallado en una placa dorada se podía leer:
"Colegio para señoritas
Santa Eva
1.877"
— Este...— dijo confundido.
— Aquí vivirás de ahora en adelante — le informa Abigail con una resplandeciente sonrisa que hace relucir sus filosos colmillos.
— ¿Es un chiste verdad? — pregunto incrédulo.
— Entra y guarda silencio — ordenó Samara dándole un empujón por la espalda, obligándolo a dar el primer paso.
La inmensa casona contaba con un amplio patio delantero, muy bien cuidado, un camino de piedras blancas iluminado por diminutas luces empotradas al suelo, los guiaba hasta la entrada.
La casona era inmensa y aún más intensos eran los árboles milenarios que la rodeaban. El aire frío entraba por sus pulmones y con él una mezcla de aromas indescriptibles relacionados con la naturaleza de la zona; el aroma de los árboles, las flores y la tierra mojada. Y aunque los árboles dominaban gran parte del paisaje, la oscuridad los consumía casi por completo.
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Blutsauger ~ Sangre Eterna ~ Primera parte ~ Brujería.
FantasiLa naturaleza puede vivir sin el hombre, pero el hombre no puede vivir sin la naturaleza. Con una coexistencia entre las fuerzas de la cosmovisión. El pueblo mapuche sigue en resistencia; la tierra no es nuestra, somos parte de ella, cuando la gente...