day 6: infants.

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El pequeño niño castaño corría alrededor del árbol de manzanas, cantando alegremente la canción de las vocales que aprendió en casa con su mamá, masticando un trozo de frutilla que había robado de su compañero, quien sí estaba sentado en el césped disfrutando del tiempo libre; tenía mucha energía acumulada durante clases y se notaba su hiperactividad.

—Roru, te caerás —le aviso el pequeño niño de mejillas rosaditas, preocupado.

—Mh-mh —se detuvo frente a él y tomó otra frutilla del bowl que tenía Tomás en medio de sus piernitas y mordió un trozo—. No me voy a caer, Tomi. Soy muy veloz y ágil.

Los ojos cafés del mayor observaron al chico de abrigo azul con orejitas de gato, dudando, pero antes de poder decir algo Rodrigo salió corriendo alrededor del tronco de roble.

—¡Mira lo rápido que voy, Tomi! —gritó.

Robleis afligido observó al ojiverde, viéndolo sonreír tan grande y brillante, que su corazón se sintió cálido mientras se agitaba feliz ante el contagio de emociones que transmitía ese niño que le parecía adorable y por el cual se ponía rojito cuando lo miraba. Cuando habló con su mami de lo feliz que lo hacía Rodrigo, lo mucho que le preocupaba y como latía su corazoncito cuando estaba cerca, ella le dijo que era porque lo quería mucho.

¡Y tenía razón! Tomi quería mucho a Roru.

—¡Auch!

—¡¿Roru?! —preocupado se colocó de pie a prisas, corriendo hasta donde venía el ruido.

El menor estaba tirado en el suelo, haciendo un mohín en sus labios mientras lágrimas se acentuaba en la orilla de sus ojos e intentaba sentarse, siendo ayudado por Tomás cuando llegó a su lado; ahora sentado sobre el pasto podían ver los pequeños raspones con gotas de sangre en sus rodillas y manos, haciendo al castaño hacer muecas de dolor cuando las movía un poco.

«Te dije que te caerías» quiso decirle, pero al ver que sollozaba junto a pequeñas lágrimas se compadeció.

—¿Duele mucho? —sus pequeñas manos le limpiaron las lágrimas de las mejillas, junto a una expresión más tranquila y reconfortante, a pesar de que seguía preocupado. Él asintió abultando más los labios mientras lo veía—. Iré por benditas, espera acá.

Levantándose de prisa entró hasta el jardín y buscó su mochila en el salón, ignorando a su profesora –que le preguntó qué pasaba–, del bolsillo delantero sacó un pequeño botiquín y un caramelo que guardó en el bolsillo, antes de regresar corriendo hasta Rodrigo.

El castaño seguía sentado en el césped, con la diferencia de que ya no lloraba y la sangre se había coagulado; cuando oyó al mayor se volteó a verlo, sintiendo vergüenza por hacer a Tomás preocuparse. Siempre hacía que se preocupara por su necedad e hiperactividad, y porque acababa lastimándose a cada rato. No le gustaba ver la carita del mayor llena de preocupación por su culpa, prefería verlo tan feliz como cuando le decía chistes malos o le contaba que comió a escondidas las galletas que su padre había preparado.

—Mamá siempre pone esto para mí —se tiró a su lado, cruzando las piernas para poner el pequeño botiquín sobre ellas—. Sabe que te caes mucho y me enseñó qué debo hacer...

Abrió el pequeño bolso, tomando un paquete de toallitas húmedas sin alcohol y agarró uno para pasarlo con cuidado sobre las rodillas y manos del menor, diciéndole a Rodrigo lo tan valiente que era por soportarlo. Después que limpió la sangre y la tierra, aplicó un poco de pomada para el dolor en sus manos y en las rodillas le colocó banditas, asegurándose de que quedaba bien puesto todo. Robleis miró orgulloso las heridas tratadas luego de meter todo en el botiquín de nuevo.

LOVELY LOVE   𝑓𝑡.  rodrimásDonde viven las historias. Descúbrelo ahora