En el vasto abismo del universo, donde la oscuridad se extendía infinitamente, la Muerte caminaba con su eterna serenidad. Vestida con un manto negro, cuyas telas parecían susurros etéreos, sus pasos eran silenciosos, como si el abismo mismo le otorgara un respetuoso silencio. Su figura esquelética se movía con una elegancia sombría, y su rostro oculto bajo una capucha inspiraba temor y reverencia a partes iguales.
En su mano sostenía una guadaña cuya hoja relucía con un fulgor pálido, como si la esencia misma de la vida se desvaneciera bajo su toque. Cada movimiento de la Muerte era preciso y calculado, como si conociera los hilos invisibles que tejían el destino de los seres vivos.
A lo largo del universo, las estrellas parpadeaban en su infinito lienzo cósmico, llevando consigo historias y secretos de incontables mundos. La Muerte era la guardiana de esos secretos, la encargada de recibir a los seres en su último suspiro y conducirlos hacia el abismo del olvido.
En el abismo, un manto de sombras cubría todo. Era un lugar donde la luz no podía penetrar y los susurros de los espíritus errantes resonaban en cada rincón. El aire estaba impregnado de un aroma agridulce, una mezcla de despedida y trascendencia. La Muerte, con paso lento pero constante, guiaba a los recién llegados a través de este paisaje oscuro, despojándolos de su carne mortal para liberar sus almas hacia un nuevo destino.
Cada alma que encontraba la Muerte era recibida con una compasión fría y comprensiva. Sus ojos sin rostro parecían contener un abismo de sabiduría, reflejando los miedos y esperanzas de aquellos que enfrentaban su último viaje. Las almas se aferraban a los recuerdos de su existencia terrenal, temerosas de dejarlo todo atrás, pero la Muerte, en su eterna sabiduría, les susurraba palabras de consuelo y les recordaba que el abismo era solo el principio de una nueva travesía.
Mientras la Muerte recorría el universo, llevando a los seres hacia su destino final, se podía sentir el pulso del cosmos latiendo en cada rincón. Las estrellas brillaban con una intensidad que desafiaba cualquier descripción humana, iluminando las maravillas y los misterios del infinito. Y la Muerte, en medio de esa vastedad insondable, era el hilo conductor que unía a los seres vivos con la grandeza del universo.
En el abismo, cada alma liberada se sumergía en la inmensidad del olvido. Allí, en medio de la oscuridad, encontraban paz y trascendencia. Las memorias se desvanecían lentamente, dejando espacio para que nuevas historias y experiencias se entrelazaran en un ciclo eterno. Y en ese ciclo, la Muerte, como un guardián solitario y eterno, continuaba su andar, recordándonos que la vida y la muerte son partes inseparables de la misma danza cósmica.
En cada palabra y en cada oración, se escondían los suspiros y los latidos de un universo vibrante. La Muerte, el universo y el abismo convergían en una sinfonía silenciosa, invitando al lector a contemplar la belleza efímera de la existencia y a aceptar el destino que aguarda a todos. Y así, mientras las estrellas seguían danzando en el cielo, la Muerte continuaba su caminar eterno, cumpliendo su propósito y otorgando significado a cada ciclo de vida y muerte en el vasto universo.
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El ABISMO DEL UNIVERSO
Short StorySumérgete en un libro de cuentos donde los límites de la realidad se desvanecen y la imaginación toma el timón. Prepárate para un viaje que desafiará tus expectativas y te transportará a mundos mágicos y emocionantes.