𝚌𝚑𝚊𝚙𝚝𝚎𝚛 𝚏𝚒𝚟𝚎.

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Hola, les agradecería que me digan si ven algún error gramatical, de género o nombre. 🦭

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Ocho días después
Asunto: ¡Aquí estoy!

Hola, Loulou:

Ya he vuelto. Estuve en Amsterdam. Ethan me acompañó. Habíamos decidido intentarlo de nuevo. Fue un breve intento. Al cabo de dos días, yo estaba en cama con neumonía. Ha sido humillante para mí. Él se pasó cinco días agitando el termómetro mientras me sonreía amarga y bondadosamente, como un enfermero con treinta años de servicio, que odia su trabajo pero procura no responsabilizar de ello a sus pacientes. Amsterdam fue lo contrario de lo que había imaginado, no un nuevo comienzo, sino un viejo final, del que con los años hemos ido acumulando una gran experiencia. Esta vez nos separamos muy respetuosamente. Él dijo que siempre estaría ahí cuando yo necesitara algo. (Se refería a algo de la farmacia.) Y yo dije: «Si alguna vez vuelves a creer que no puedes vivir sin mí y yo sigo estando seguro de que no puedo vivir sin ti, no tenemos más que volar unos días a Amsterdam... y demostrarnos lo contrario».

Por cierto, le hablé de nosotros. Ethan reaccionó como si esa situación fuese más crítica que mi neumonía. «Hay un hombre de Internet que me interesa mucho», le dije. Él preguntó: «¿Cuántos años tiene? ¿Cómo es?». Yo contesté: «Ni idea. Entre treinta y cuarenta. Rubio, moreno o pelirrojo. Sea como sea, está felizmente casado». «¡Te has vuelto loco!», replicó. «Ese hombre -le dije-, me da la posibilidad de pensar en alguien que no seas tú, Ethan, y aun así sentir algo parecido. Me emociona, me altera, a veces me dan ganas de mandarlo a la Luna de una patada, pero con las mismas ganas iría a buscarlo y me lo traería de vuelta. Lo necesito aquí en la Tierra. Él sabe escuchar. Es listo. Es divertido. Y lo más importante: está ahí cuando lo necesito». «Si te hace bien escribirle, escríbele», me aconsejó Ethan. «¡Y toma las pastillas!», añadió.

Estoy desconcertado, Lou. ¿Cómo hago para olvidar a ese hombre? Es frío como una nevera, pero entro en calor cuando lo toco. Si camino a su lado por Amsterdam, cojo una neumonía. Pero si por la noche me pone la mano en la frente, empiezo a arder.

Bueno, Louis, segundo punto: ya he vuelto. No pienso marcharme voluntariamente de debajo de tu corteza cerebral. Quiero que sigamos escribiéndonos. Y también quiero que nos conozcamos personalmente. Ya hemos desaprovechado todas las ocasiones lógicas, obvias, correctas y acordes con la racionalidad del ser humano que se nos han presentado para conocernos. Hemos negado las más elementales reglas de juego de las relaciones humanas. Somos viejos amigos, somos nuestro sostén cotidiano, es más, a veces hasta somos una pareja. Pero nos falta el principio natural del encuentro. Le pondremos remedio, tenlo por seguro. Aún no sé cómo nos las arreglaremos para hacerlo sin perder nada de lo que nos importa. ¿Tú lo sabes?

Bueno, Lou, tercer punto: he empezado mi mensaje con Ethan a propósito, porque quiero que nos contemos más cosas sobre nuestras vidas. No quiero seguir fingiendo que estamos solos en el mundo. Quiero saber cómo controlas tu matrimonio, cómo te las apañas con los niños y todas esas cosas. Sería bueno que compartieras conmigo tus preocupaciones. Me consuela saber que no soy el único que las tiene. Me hace bien interesarme por tus asuntos. Me honra ser tu confidente.

Y el cuarto punto: ¡haz el favor de no volver a odiarme nunca preventivamente! No lo soporto. A principios de marzo dejé de colaborar en el estudio sobre la influencia del correo electrónico en nuestra conducta lingüística y su importancia como vehículo de emociones. La razón que alegué oficialmente fue la falta de tiempo. En realidad, el tema ya me resultaba demasiado «personal» para querer ocuparme científicamente de él. ¿Está claro, Loulou?

𝙲𝚘𝚗𝚝𝚛𝚊 𝚎𝚕 𝚟𝚒𝚎𝚗𝚝𝚘 𝚍𝚎𝚕 𝚗𝚘𝚛𝚝𝚎  | ʟ.ꜱ |Where stories live. Discover now