1 - El beso

56.4K 352 3
                                    

Mi nombre es Elena, y estoy aquí para contarte mi historia. Pero antes, déjame decirte que respires hondo, te relajes y prepares tus órganos más placenteros porque mi misión es que hoy sientas placer...

Como decía, mi nombre es Elena. Soy una chica morena de pelo ondulado. Me considero hermosa, al menos algo más que la media: delgada pero con notables curvas y muy muy sexy...

Cuando tenía ocho años, mi padre tristemente falleció y mi madre quedó sola un tiempo, pero como era aún joven, años más tarde se volvió a enamorar de un hombre encantador que tenía un hijo de mi edad. Ernesto se llama mi hermanastro. Muy pronto nos hicimos amigos, y para cuando comenzamos la adolescencia habíamos creado un vínculo especial en el que desarrollé un cariño especial hacia él, que respondía a un sentimiento de ternura y protección por su parte hacia mí.

Esto es algo que no ha cambiado nunca y que nunca cambiará.

Nuestros respectivos padres habían vivido separados hasta que decidieron casarse, y mi madre y yo nos mudamos a la casa de su marido y mi querido hermanastro Ernesto.

Para ese entonces tendríamos unos doce años, y ya empezábamos la adolescencia.
Comenzó una época de inseguridades y de fuertes emociones, pero yo siempre encontraba refugio en mi compañero de vida: mi hermanastro. Él era calmado, astuto y valiente, y me defendió de cualquiera que quisiera hacerme daño. Era mi héroe.

Su comienzo de adolescencia tampoco fue fácil, y juntos descubríamos cosas nuevas cada día.

Iban pasando los años y nuestro vínculo se fortalecía. No lo consideraba mi hermano, pero era de la familia. No lo consideraba un amigo, pero confiaba en él hasta mi vida. Él pronto cumpliría 16 años (a mí me quedaban un par de meses aún) y mis sentimientos hacia él eran bonitos, pero confusos. A veces sentía nerviosismo cuando él estaba cerca: me relamía los labios o no dejaba de tocarme el pelo. Entonces él se daba cuenta y yo me sonrojaba, pero él nunca decía nada sobre ello para no hacerme sentir incómoda.

Un día volvió a ocurrir eso: estábamos en el sofá viendo una película. Nuestros padres se habían ido y estábamos solos. Él se levantó para beber agua, pero al volver a sentarse apoyó su mano sobre mi muslo y con una seductora sonrisa me pidió que diera al botón de play. Yo me sonrojé al contacto de su mano con mi pierna. Al parecer me sonrojé tanto que él, preocupado, retiró su mano. Se produjo un silencio incómodo y entonces me decidí a hablar de ello por primera vez.

- Ernesto, lo siento - dije con timidez - . Últimamente siento algo que no había sentido nunca.

Yo miraba a mis zapatillas, avergonzada, pero él era tan considerado y tan empático que, de forma calmada como el mar sin viento, me acarició dulcemente la mejilla y me dijo sonriente mientras yo levantaba la mirada:
- Elena, sabes que puedes confiar en mí. Para lo que sea, estoy aquí, contigo. No tengas miedo por decir las cosas que sientes, y no tengas miedo por sentir.

Yo le escuchaba enamorada mientras contemplaba sus ojos esmeralda, y me di cuenta de lo que realmente sentía: lo amaba. Lo amaba tanto que dolía... Y entonces mi boca habló por su cuenta, casi sin ser yo consciente. "Te amo", le susurré mientras miraba sus tiernos labios. Él se percató de lo que yo ansiaba con todas mis fuerzas, antes incluso de que yo pudiera ni siquiera expresarlo con claridad. Pero él era atento, y lo sabía. Acercó poco a poco su boca a mis labios rosados y hambrientos, y me besó con dulzura.

Nos miramos, y en su mirada vi amor, solo amor. Un amor incondicional, y supe que él era la razón de mi vida, mi refugio y mi todo.

Nos volvimos a besar, esta vez con más fluidez y más deseo mientras le acaricié su rubio cabellos, cuando los mecanismos de mi anatomía femenina se activaron: mi flor comenzó a humedecerse y mi respiración se aceleraba poco a poco. Quería permanecer así por siempre, o hasta que él me colmara de placer de la forma que yo tanto deseaba...

Pero entonces, como una estridente alarma que te despierta de un plácido sueño, oímos las llaves tras la puerta de la entrada, y Ernesto y yo nos separamos. Nuestros padres volvían.

Miré a mi hermanastro preocupada, con cara de corderito, pero él me sonrió pícaramente.

- Por ahora lo dejamos a medias, pero esta noche acabamos - me susurró mientras me guiñaba un ojo.

Yo me reí.

- Hola mamá, ¿os ayudamos con la compra?

Relatos eróticos - HermanastrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora