4 - Huellas (I) [+18]

17K 128 1
                                    

Estado de la cámara: en grabación, perfecto.
Estado del micrófono: en grabación. Bien, comencemos.

«Cuando vivimos, dejamos huella. Unas veces son huellas en los demás, rastros del impacto que dejamos en aquellos que nos rodean; otras veces, en cambio, no son sino huellas interiores, huellas que dejamos en nosotros mismos. Quiero hablar de este segundo tipo de huellas.

Desde hace un tiempo creo que dejar constancia de las experiencias más emocionantes que uno vive es importante. Se trata de no permitir que el indolente paso del tiempo vaya borrando inevitablemente las huellas que dejamos en nosotros mismos.

Creo también que hacer esto, mantener vivos los recuerdos importantes mediante registros de memoria externos es algo que nos separa del resto de los animales.

Tenemos constancia de importantes sucesos en la vida de personas que quedaron reflejados en el papel o por cualquier otro medio, por ejemplo, el famoso Diario de Ana Frank.

Otra mucha gente, en cambio, deja constancia de sucesos importantes en sus vidas permaneciendo en el anonimato, con el fin de, años más tarde, acudir ellos mismos a esas fuentes para revivir aquellas cosas que dejaron huella en sus vidas.

Por eso inicio esta serie de vídeos en los que registraré vivencias que tuvieron un gran impacto en mí. Podría hacerlo de forma cronológica, pero prefiero que el orden en que queden registradas estas experiencias corresponda a mi ánimo de revivirlas. Podría hablar por ejemplo de la primera vez que besé a una chica, o de cuando gané junto a mi equipo el campeonato nacional de waterpolo, o de cuando perdí la virginidad con aquella hermosa muchacha del pueblo de mi padre... Pero no, quiero empezar por la vez en que tuve sexo anal con mi hermanastra, Elena.

Como estos vídeos son solo para mí, no tendría mucho sentido presentarme, pero como esto puede acabar en manos de un arqueólogo en una época remotamente futura, simplemente decir que me llamo Ernesto y tengo diecisiete años. Vivo con mi padre, mi madrastra y su hija (mi hermanastra Elena).
Elena es una chica hermosa, y a la que quiero no solo como hermano, sino como amante. Por supuesto, no estamos emparentados, lo cual hace nuestra relación más sencilla que si lo estuviéramos. Bueno, pues he aquí que voy a hablar de uno de nuestros primeros encuentros sexuales. El tercero concretamente, si mal no recuerdo. De los anteriores ya hablaré en otro momento.

El caso es que mi hermana y yo desarrollamos un amor extraordinario para dos hermanos, aunque quién iba a impedirlo, si en realidad ni siquiera estábamos emparentados. Parecía obra de la naturaleza lo que pasaba (y sigue pasando a día de hoy) entre nosotros dos.

Este encuentro sexual sucedió un día de esos que nos quedamos solos en casa. Habíamos empezado las vacaciones pero mi padre y mi madrastra seguían madrugando para trabajar en la panadería. Los primeros encuentros sexuales con Elena habían tenido lugar un par de semanas antes, en dos ocasiones, pero luego tuvimos pocas oportunidades de dar rienda suelta a nuestro amor. Ella se había ido de viaje de fin de curso, mientras que yo estaba trabajando en mi último proyecto del curso.

A mí me había encantado lo que me había hecho la vez anterior, y empezaba a sentir por ella mayor atracción sexual que nunca antes.

Esta madrugada me desperté al oír cerrarse la puerta de la calle, señal de que nuestros padres acababan de irse. Mi hermana seguro que aún dormía, pensé yo, pues era de sueño profundo y estaba cansada debido a la tardía hora a la que llegó a casa la noche anterior en su viaje de vuelta.
Evocar su recuerdo me hacía darme cuenta de lo feliz que era con ella. De lo feliz que sigo siendo con ella. Sonreí somnoliento y me desperecé. Me levanté para ir al baño a cambiarle el agua al canario. Cuando acabé, decidí ir al salón a continuar la enésima maqueta 3D que estaba haciendo. Siempre me han flipado esas cosas. De hecho, ahora que he acabado el bachillerato de excelencia quiero hacer arquitectura o ingeniería de estructuras. Caminé en silencio para no despertar a Elena al pasar por su cuarto, que tenía abierto. La pude ver tendida sobre su cama, totalmente destapada y vestida únicamente con sus braguitas. Hacía dos semanas que no tenía sexo con ella, pero como ya he dicho, estaba cansada y yo no quería despertarla. Aún así me deslicé en silencio en el interior de la habitación y le di con toda sutileza un beso en la mejilla. Sabía que por mucho que quisiera, no era momento de importunar su sueño. Me limité a complacer mi vista contemplando su cuerpo semidesnudo. Su postura relajada, su lenta respiración y sus pacíficos gestos me daban tranquilidad. Contemplé sus curvas, sus suaves piernas depiladas, sus cabellos sueltos y despeinados, sus pechos al desnudo, sus tiernos labios rosados y su barriguita. Elena era delgada, pero tenía una pequeña graciosa barriguita. De pequeño me gustaba hacerle pedorretas en la tripa, eso la hacía reír, y yo era muy feliz viendo cómo se reía... Eso, de hecho, es una de esas cosas que decía al principio sobre dejar huella.

Relatos eróticos - HermanastrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora