𝐈

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NOTA:
Decidí cambiar la historia. Me estaba costando mucho continuarla y no podía narrarla de la forma en la que más me gusta y más reflejo en todos mis fanfics. La trama es parecida y espero que sea de su agrado <3

...

Cuando oculté mi rostro en su hombro, su cálido aliento acarició mi oreja y causó un escalofrío que recorrió desde mi nuca hasta mis pies. Mis manos acariciaron su espalda antes de que me obligara a intentar drenar mis emociones, clavandolas levemente en su piel. Él se quejó cuando lo hice, pero no parecía molesto o en contra, al contrario, siguió con su cara pegada al lado izquierdo de la mía mientras maldecía vaya a saber que santa cosa en voz baja, pegando el sudor de sus cabellos con el mío y deslizando de vez en cuando sus colmillos, de forma inconsciente o no, sobre mi piel.
Su nombre se escapó de mi boca, como si lo conociera de toda mi vida, como si de algún modo yo necesitara hacerle saber que recordaba con facilidad su identidad. Dudé un momento creyendo que había sido demasiado. Pasados unos segundos de espera, Miguel respondió con un tono fastidioso de voz y con el aire arrebatado por la que pareciera ser su única preocupación ahora: vivir esta clase de momento en el que estábamos involucrados.

—No necesito que fuerces nada —contestó. Mis uñas en su espalda habían recorrido todo su largo varias veces en el transcurso de su respuesta—. Hazlo fácil para los dos.

Unos horas antes...

Eché un suspiro cuando el perro que aguardaba en la sala de revisión de la veterinaria donde trabajo comenzó a ladrar furiosamente en dirección a mí. Aguanté unos minutos a su lado hasta que opté por dejarle el trabajo a otra de las mujeres que estaban dando vuelta por los pasillos. Simplemente era una revisión anual, no le llevaría más tiempo del que yo tardaría en tranquilizar al tonto animal.

Me recosté en la silla de mi pequeña oficina una vez llegué a la privacidad de la misma. La silla vieja rechinó cuando me eché hacia atrás para alzar mis pies encima del montón de hojas de papeleo que habían dejado en mi escritorio. Me había asegurado de hojearlas anteriormente para no ensuciar nada importante con mis zapatos.

Era el segundo perro que me ladraba en la maldita semana y no me permitía examinarlo. La mayoría de veterinarios de la sala siguen apoyando la idea de que a lo mejor mi gato tiene un olor particular y que al sentirlo en mí se alteran. Sería un poco más lógico si al menos tuviese un gato, pero no es así. Simplemente mentí durante meses sobre ello para que no se pusieran a examinar mucho más sobre mí. Y es que lo comprendo ¿sí?, entiendo que debe ser extraño que una de tus empleadas se la pase ahuyentando clientes porque sus mascotas se alborotan con solo olerme. Pero si fuera más sencillo de lo que es, a lo mejor podría esforzarme por intentar darles el verdadero motivo con un par de vueltas.

Para quienes no saben (nadie sabe) fuí mordida por una araña hace unos años en una de mis prácticas de veterinaria. Mi único trabajo era examinar unos ejemplares de arañas exóticas que no portaban veneno o toxinas peligrosas para una investigación de campo que me habían solicitado. Casi siempre para determinar sus especies y la probabilidad de que animales de hogar sean picados por las mismas. Todo lo que pudo salir mal así salió. Entre las muchas arañas que habían traído, nadie contaba con el ejemplar de una de las arañas más venenosas del planeta, que ni siquiera habita en Estados Unidos, para destacar. Supe que algo no andaba bien en cuanto la ví, lastimosamente fue algo tarde cuando me percaté de su presencia y sus lindos colmillos terminaron en la parte superior de mi mano.

No morí, y eso sorprendió a los médicos. Mi cuerpo sufrió daños, mi sangre se coaguló, mi sistema casi colapsó y algunas partes de mi cuerpo sufrieron los efectos necrotoxicos del veneno de la araña. Aún así, a las semanas todo rastro de heridas había desaparecido, y por eso, casi me obligan a mantenerme en el hospital para seguir analizando mi fascinante suerte por haber sobrevivido a una picadura tan letal. Logré convencer de que se habían equivocado de araña, que a lo mejor era un efecto secundario o una especie de alergia. No me creyeron, pero una amenaza a las autoridades fue suficiente como para que me largaran de ahí casi de una patada.

𝐇𝐄𝐀𝐑𝐓𝐋𝐄𝐒𝐒  | Miguel O'HaraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora