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Llegar a Hogwarts fue como la calma antes de la tormenta.

Aunque claro, no todo podía salir bien.

Umbridge estaba ahí, como la nueva profesora de DCAO y desde su sitio podía ver lo inservible que era.

Le esperaba un infierno ahí, pero se consoló pensando en que al menos en ese lugar estaría a salvo de los constantes abusos sexuales.

Terminó la selección y la cena apareció frente a ellos.

Draco no tomó nada, no tenía apetito aunque eso no era novedad.

Lo que sí era novedad para todo el mundo, era que Draco estaba solo.

Recluido en uno de los extremos de la mesa, nadie sentado cerca de él.

Ni siquiera a los que llamó amigos en años anteriores. Les había mandado una carta a cada uno de ellos cuando comenzó su tortura.

Pansy se había burlado, le dijo que se lo merecía por tener un padre tan cobarde.

Vincent y Gregory no le dijeron nada, pero sí que sintieron asco de él por lo que se distanciaron.

Theo también se burló cuando supo que se había encariñado con un feto y se regocijó cuando supo que había sido el señor Nott quien le había quitado su felicidad.

Blaise... Intentó contactarlo por vía red flú, cuando no pudo le envío una carta para ofrecerle asilo. No aceptó por miedo a que por su culpa le pasara algo a él. Le dijo que fingiera asco y que no volviese a hablarle lo cual aceptó muy a regañadientes porque seguía estando preocupado por su mejor amigo, prácticamente su hermano.

Pasó lo mismo con Daphne y Astoria, querían ayudarlo pero se negó y ahora ellas también tenían que fingir que lo odiaban.

Al parecer se corrió la voz en Slytherin, muchos de los padres de sus compañeros lo habían violado, era obvio que alguno de ellos abrió la boca y alardeó de su hazaña.

En conclusión, nadie lo quería cerca.

Draco generaba repulsión y él estaba de acuerdo.

Se odiaba por nunca haber sido lo suficientemente fuerte para quitarse de encima a los hombres que lo habían tocado, que lo habían torturado y que lo habían violado una y otra vez por lo que pareció una eternidad.

Miró su plato vacío y quiso vomitar, pero pronto sintió que alguien lo miraba con intensidad. Elevó su vista y vió a su padrino mirándolo con insistencia desde su lugar en la mesa de los profesores.

Asintió casi de manera imperceptible y se obligó a servirse un poco de pollo frito, que era lo que estaba más cerca de él. No tenía fuerzas para tomar la ensalada o el puré de papa que estaba a un metro de distancia.

Solo mordió una vez el pollo y ya quería expulsar lo poco que había desayunado antes de subir al expreso de Hogwarts.

Lo saboreó un momento y casi llora por el sinfín de preguntas qué comenzaron a rondear en su mente.

¿A su bebé le habría gustado el pollo?

¿Sería alérgico a algún alimento?

¿Sería tan fanático del chocolate amargo como lo era él?

¿Le gustaría más la comida mágica o la muggle?

¿Tendría algún dulce favorito?

Se pellizcó las piernas para desviar el rumbo de sus pensamientos hacia el dolor físico, aunque era difícil.

El dolor emocional era mucho más doloroso.

Ya no pudo seguir comiendo, no le importó lo que Severus podría pensar.

Papá, yo te amo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora