amo.

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Después de abrir sus regalos, se tomó un largo tiempo para observar el anillo en su dedo, y también la inscripción.

Te quiere, Harry Potter.

Te quiere...

De manera infantil sus mejillas se sonrojaron y una pequeña sonrisa se apoderó de su rostro.

Las mariposas en su estómago también aparecieron y su corazón se aceleró como hace años que no hacía.

Intentó no hacerse ilusiones, no merecía la pena creer que algo como él y Harry estando juntos pusiese pasar.

Era una tontería.

Harry solo estaba siendo amable con él y nada más.

Aún así su corazón no parecía querer entender.

Para despejar un poco su mente, salió con rumbo al Gran Salón y desayunó más de lo que había desayunado en los últimos meses.

Comió algo de pavo, puré de calabaza y su sumo de manzana.

Por primera vez en mucho, mucho tiempo había logrado terminar su platillo lo que trajo algunas consecuencias.

Le dolía el estómago, después de comer menos de lo que debería por meses su estómago no estaba acostumbrado a volver a digerir en grandes cantidades.

Pero se encontraba de un inusual buen humor por lo que el dolor lo dejó en segundo plano hasta que otro tipo de dolor le invadió.

Su corazón.

Porque se preguntó:

¿Cómo hubiera sido la primera navidad de mi bebé?

¿Ya sabría caminar?

¿Le gustaría el pavo o sería igual de caprichoso que él y pediría pollo a la naranja con un poco de caviar?

¿Qué juguetes le habría regalado?

¿Sería niño o niña?

¿Cómo se llamaría...?

Esa última pregunta le dolió más. Pensar que pudo haber una personita que llevase el nombre que él hubiera escogido hacía que le doliera el pecho y que se le dificultase respirar.

¿Por qué no huyó para salvar a su bebé?

Sin saberlo, ya estaba llorando de nuevo para cuando entró en el baño e Myrtle.

Ella no estaba ahí así que se hizo un ovillo en el suelo y comenzó a llorar. Gritaba y gimoteaba mientras que su llanto hacia tal eco que sus lamentos sonaba diez veces más fuertes ahí.

Una o dos horas después por fin había logrado tranquilizar su estado emocional.

Había veces que quería olvidar.

Lanzarse un oblivate.

Pero su bebé no merecía quedar en el olvido, no, no lo merecía.

Para cuando Myrtle apareció lucía radiante, más que cualquier otro día y no pareció disminuir su amino al ver el rostro hinchado de Draco.

— Te tengo una sorpresa. — Anunció y de la nada todo se volvió oscuridad.

Abrió los ojos, sintiendo por primera vez en meses una inmensa paz.

Frente a él estaba el cielo más azul que había visto en toda su vida y sonrió, hasta que entró en la cuenta de que se suponía que estaba dentro de un baño.

Se incorporó y frente a él vislumbró una hermosa cabaña.

Era grande, de dos pisos y larga pero era diminuta comparada con su mansión.

Papá, yo te amo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora