Capitulo 4 Un nuevo invitado entra a la historia

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Después de lo que pasó en mi cuarto, Lana me ha evitado en el colegio y se me ha hecho difícil comunicarme con ella. Cada vez que me acerco, ella me rechaza o evita, pero en verdad necesito arreglar las cosas con mi amiga. Sin embargo, mientras voy caminando por el pasillo que conecta al patio central, me topo con Dylan Rocha y Carlos Benítez, y el primero me grita 'maricón'. Entonces me paro frente a él con la mirada fría y lo sujeto del brazo, empujándolo contra la pared en cuestión de segundos.

-Sí, soy marica, pues eso ya lo sabe todo el colegio y no dejan de recordármelo, y ¿saben qué? Me importa una mierda lo que piensen los idiotas como ustedes.

Carlos Benítez me agarra del brazo y, dándome un empujón, me separa de Dylan y me somete contra la pared. De este modo, los dos me sujetan y se ponen frente a mí. Dylan me dice desafiante:

-Acosta, el maricón no puede pelear. Vaya y juegue con muñecas.

-¿Saben quiénes son maricones? Ustedes, que necesitan de sus secuaces para sentirse valientes, porque solos son unos cobardes.

-¡Ya déjenlo! - grita Pablo Ramírez, otro compañero de nuestra clase, quien llega a ayudarme.

Entonces los bribones, al verlo, saben que no deben hacer escándalo, así que se retiran con malas caras. Pablo es el hijo del rector, aunque su padre parezca un tirano homofóbico, él suele ser comprensivo con varias situaciones, lo que lo lleva a decir que será abogado, además de ser muy inteligente, por lo cual creo que lo logrará.

-¿Acosta, estás bien?

-Sí, gracias por tu ayuda. Estoy bien.

-Si necesitas hablar, podemos hacerlo - me dice Pablo.

-¡¿Por qué creen que necesito hablar con todo el mundo?! Solo necesito que me dejen tranquilo de una buena vez - digo exaltado.

-Lo siento, solo quería ayudar - me dice ofendido.

Entonces nos miramos fijamente por un breve tiempo, y noto como en sus ojos se enciende una chispa de interés. Él quiere demostrarme que es mi amigo y que puedo confiar en él. Así suele ser Pablo. En seguida, doy un suspiro y me acomodo el uniforme, y recojo mi mochila que la tiré en el forcejeo. Entonces me retracto.

-Pablo, lo siento, no quise hacerlo. La verdad es que sí necesito hablar con alguien. Pero he tenido bastante estrés últimamente.

-Vayamos al prado de atrás y me cuentas - me dice amablemente - imagino cómo debes sentirte.

De ese modo, nos dirigimos al prado que queda en la parte de atrás del colegio, donde nos sentamos tranquilamente y me pide que le cuente todo. Hacerlo me ayuda a desahogarme y escucharlo darme consejos también me reconforta. Es algo bueno, pues siento que vuelvo a acercarme a Pablo como cuando éramos los mejores amigos, y vuelvo a recordar que  le gusta bastante pasarse la mano por los rizos, creo que lo hace para sentir que no se han destruido.

Mientras conversamos, ignoro que el padre de Pablo, el imponente rector del colegio, nos observa desde la distancia. Su mirada penetrante atraviesa nuestros secretos, pero nosotros, sumergidos en nuestro diálogo íntimo, no percibimos su presencia.

-¿Cómo te has sentido? – me pregunta Pablo.

Vaya que si es una pregunta difícil. Me detengo un segundo en meditar una respuesta, es decir, ¿cómo te sentirías si tienes problemas con tu familia por ser homosexual, Si debes lidiar con los homofóbicos de tu colegio?

-Grandioso. Así me siento – respondo sarcásticamente.

Pablo libera una sonrisa delicada, y vuelvo a recordar que me gustaba su sonrisa, eso lo escribí en alguna parte de mi cuaderno, creo que además le agregué algunos besos. Así que no sé porque me siento algo nervioso.

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⏰ Última actualización: Jun 24, 2023 ⏰

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