Pecositas

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Dos días después volví a verla, habían sido días ocupados en proyectos y entregas de trabajos finales. Le envíe un mensaje para vernos en la cafetería, me senté a esperarla cerca de una ventana.

Habíamos estado texteando esos días, ella era perfecta, escribía correctamente en todos los mensajes, cada punto y cada signo estaban en su lugar.

Cuando la vi caminando hacía mi no pude evitar sonreír, traía en su mano un tubito color rojo. Se veía preciosa.

Se sentó frente a mi y me sonrío, solté una carcajada, sus dientes estaban de color rosa... delatando que llevaba un rato comiendo del tubo.

- ¿Quieres? - preguntó ofreciendome del mismo.

- No, gracias.

Se encongió de hombros y empezó a contarme de su clase griega. Cuando menos me dí cuenta ya había pasado una hora, y debíamos irnos a clase.
Sentí el repentino impulso de detenerla y abrazarla, pero me contuve.

- Oye... ¿no quieres ver una película después de la escuela?

Me sonrío. Juró que en ese momento maldije no tener una camará.

- Claro, ¿te llamo cuando termine?

Asentí, volvió a sonreír y se dió vuelta y caminó hacía la salida.
Nunca pensé en sentirme así de ninguna manera, era extraño. Sentí terror, terror de ser rechazada... pensé muchos de los peores escenarios durante mis siguientes dos clases: como que me rechazará y sintierá repulsión por mi, que se sintiera incomoda y jamás volviera a hablarme, que me arrollará con un auto. Para cuando salí de mi clase lo único que quería era que me tragará la tierra y que nunca más me regurgitará.

Iba caminando hacía mi clase de lengua romana cuando sentí una mano muy familiar tomar la mía. Voltee solo para confirmar mi sospecha, mi mejor amigo caminaba a mi lado.

Pepe era un muchacho delgado, palido y un poco ojeroso. Estudiaba derecho y no era muy sociable, pero era bastante divertido cuando se lo proponía.

- Oye, Andrea, ¿te parece ir a jugar billar cuando salgamos?

- No puedo. - me ruborizé de solo pensar que invitaría a Lysset a mi departamento.

- ¿Qué? ¿Por qué? - sonaba bastante sorprendido.

- Saldré con alguien.

- ¿Lo conozco? ¿o la-a conozco? - dijo haciendo enfasís en la "a".
Pensé inmediatamente que no la conocía. Dadas sus pocas habilidades sociales lo más seguro es que no sabría de su existencia.

- Creo que no, se llama Lysset.

- ¿Con i griega? - soltó una risita.

- Si, ¿la conoces? - soné más sorprendida de lo que debí.

- Claro, esta en mi club de debate. Es buena, una excelente oponente para ser tan pequeña.

Mi amigo medía 15 centimetros más que yo, y a su vez era más alta que Lysset por unos cuantos centimetros.

- Si, es un encanto.

- Muy "dulce" - rió. - Pero alejaté de su boca, te contagiará caries.

Ambos reímos. Confirmó mis sospechas de que ella comía el triple de azúcar del límite para su edad, aunque dijo que no la veía mal de salud.

Pepe me acompaño a mi siguiente clase, y prometió salir conmigo y con ella cuando fueramos algo más.

- Señorita Jimenéz, por favor tomé asiento. - indicó mi profesor.

La clase fue bastante interesante, debatimos un poco acerca de la importancia de la ortografía en la vida, y de el mal ejemplo que le damos al mundo como literatos con mala ortografía.

Cuando salí de mi clase vagé por aproximandamente 10 minutos hasta que mi celular comenzó a vibrar.

"Te veo en la entrada de la universidad, guapa. xoxo."

Caminé con una sonrisa boba hasta la entrada.

CaramelosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora