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PDV ANDRÉS

Su cara era de una gran sorpresa y pena, si era por la orden era una desgracia separarte de tu familia y no tener certeza de si vas a morir o no. Que yo haya vuelto probaba mi valía, de que no solo los alfa pueden hacer cosas grandes y de fuerza.

— Pero para los omegas era opcional, ¿te obligó Ari a ir? ¿Se pasó contigo?

— El está muerto, no quiero hablar de él. Y fue mi decisión ir a Rusia, nadie me obligó a ir.

— ¿Te marcó?

— Usó la temporal, por eso sigo cuerdo y vivo. Pero el cachorro que esperaba no, la impresión de su muerte acabó con el bebé. — sus facciones se endulzaron, ya no estaba tan tenso al mencionar su nombre.

— Lamento tu perdida — me abrazó por unos segundos, yo le correspondí y pude recordar cómo era mi vida antes de irme al ejército, tranquila.

— Gracias Sebastián, mejor vamos a mi casa, así conversamos un rato. ¿Vienes Mike?

— No puedo, tengo que volver a la base a informar que estás bien en general. Ser secuestrado puede dejar traumas o secuelas, tu, estás más que bien para haber pasado por eso.

— ¿Te secuestraron? — abrió los ojos como platos y su expresión de preocupación aumentó.

— Si, es una larga historia que no puedo contar aquí. Pero mejor vamos a casa, que ahora es lo único que quiero.

Su mirada es acogedora y con empatía, pero además hay pena en ella.

Asiente con la cabeza y me abre la puerta para que salgamos, dónde Mike se despide en la puerta con una sonrisa y un movimiento de manos.
Sebastián me guía hasta el estacionamiento donde hay solo un coche de color azul marino.

El camino a mi casa es en silencio, algo incómodo para el según sus feromonas, pero para mí es tranquilo, puedo pensar en silencio mirando a la ventana mientras los coches pasan.
A los minutos llegamos a mi apartamento, en un conjunto de casas que pertenecen a la familia de Ari.

— ¿Cuánto tiempo te fuiste? — pregunta al ver las ventanas con polvo en exceso.

— Un año y medio creo, el tiempo en la guerra es algo relativo. Sin saber si vas a volver el tiempo no importa.

Busco con la mirada una rendija de ventilación, de donde saco la llave de emergencia. La cerradura gira tan fácilmente que me sorprende el tiempo que me fuí, el porche y la entrada está de un color más gris y triste desde su partida.

Sebastián hace que pase con una mano tocando mi espalda, sigo caminando en hacia el interior de la casa que compartí una vez con el, dónde los recuerdos fugazmente me atacan la mente sin piedad.

— Huele mucho a él, me sorprende que siga su olor desde ya dos años — suspira el limpiando el espejo lleno de polvo para ver si reflejo.

— Si... — es extraño, no debería oler así con el tiempo que ha pasado — mejor tomemos algo mientras hablamos.

El asiente denuevo y me ayuda a desempolvar algunos platos y tazas, hay te instantáneo en la alacena y su fecha de caducidad aún no llega.
Sirvo agua mientras el hurta queso crema en un pan que compramos.
Se sienta conmigo en la mesa y me da un pan pero con mermelada de fresa y mora.

— ¿El te obligó a ir con el? — pregunta mirando su pan seguido de un mordisco.

— No — doy un suspiro — El se había un años antes que yo. No quiso pero se fue y dijo que estaría bien. — hago una pausa para darle un mordisco al pan con mermelada en mis manos
— Pues obviamente no estaba bien, cuando murió y perdí al cachorro pues me dispuse a vengar su muerte por así decirlo, me inscribí en el ejército solo por eso, no tenía nada más que hacer aquí.

— Entiendo, se ve que lo amabas mucho — sonríe un poco mirando la foto que estaba colgada en la pared, el me abraza con una sonrisa en esa foto.

— Si lo amaba mucho, era uno de los pocos alfas con los que podía sentirme seguro, el trauma que me dejó mi padre hacía que me sintiera incómodo, pero con el todo era diferente... Fluía como un río en total calma.

— Debió dolerte lo del bebé, y su muerte no entiendo cómo lograste sacar el coraje para ir hasta donde el mismo murió.

Antes que pudiera responder una ola de inquietud llega a mi sistema y hace que me estremesca. Una sensación de peligro llega a mi cerebro y pongo más atención en el cristal de la fotografía en la pared.
Me levanto con cuidado y camino lentamente hacia ella, para ver qué hay una huella de un dedo en el cristal lleno de polvo.

El estuvo aquí seguro, y hace muy poco.

Su olor impregnado en el ambiente hace constancia de su presencia hace muy poco, tal vez unos minutos nada más.
Sebastián está extrañado y estático en su silla, mirando como toco el cristal y le quito el polvo con la manga de mi sudadera.

— ¿Todo está bien? ¿Estás bien? — pregunta el a mis espaldas caminando hacia a mí, me abrazo a mi mismo al dejar el cuadro en su lugar.

— Sebastián... Tienes que irte, no estás seguro conmigo. — se que algo le pasará si sigue aquí, debo sacarlo antes que llegue el.

— ¿Por qué? ¿Que pasa Andrés? Puedes hablarlo conmigo, por favor. Si algo te pasa podemos solucionarlo. No hagas las cosas solo.

El bello del cuello se me eriza al sentir su olor tan cerca, tan fuerte como lo recuerdo. Su mirada esmeralda en la obscuridad y su silueta alta y delgada a contra luz.

— Ya lo escuchaste, no está seguro contigo. Solo conmigo puede estarlo Sebastián. — su voz grave hace que me estremesca y el miedo llegue hasta mi corazón y lo haga palpitar cómo loco.

— ¿N-no que estaba muerto? — pregunta también con miedo a mis espaldas.

Un rayo de luz de la luna que entra por la ventana hace ver su figura completa mientras se acerca peligrosamente despacio. Sus pisadas hacen eco y mi corazón está por salirse de mi pecho.

— ¿Muerto?

°•Haría cualquier cosa por ti •° (Spartor Omegaverse)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora