Capítulo 12

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Act 2, Cap 4 - Death is not a punishment but nightmares are a given to punish us all.
[La muerte no es un castigo, pero las pesadillas nos castigan a todos].

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Tobías Snape estaba perdido.

El mundo dejó de ser negro al oír el tictac del reloj que había sobre la chimenea, tan fuerte como crepitaba el fuego. Tobías se encontró de pie en medio de su salón, mirando fijamente sus altas estanterías con botellas de alcohol ordenadamente almacenadas en filas de un extremo a otro. La casa a su alrededor, notó, olía a comida quemada, a pino, a productos de limpieza floridos y a un distinguible perfume lila que le recordaba a alguien. Levantó la vista ante el extraño olor y vio un humo negro que envolvía el techo bajo y, tras seguir el rastro del humo con la mirada, descubrió que procedía de la cocina.

Ladeó la cabeza, confuso por saber por qué había humo en su casa, antes de dar un paso adelante en dirección a la cocina. Sin embargo, no se aventuró más allá del salón, ya que pisó algo que sonó como cristales rotos. Miró hacia abajo y se dio cuenta de que una de sus mejores y más caras botellas de vino estaba hecha añicos bajo su bota; el vino de color carmesí intenso fluía entre el cristal y las grietas del suelo de madera. La botella vacía y rota no era ni mucho menos lo único destrozado de la casa.

Oyó sollozos, una voz inquietantemente familiar, que suplicaba al ritmo del fuego y del tictac del reloj, pidiendo sumisamente perdón. Suplicar sería más preciso. La persona estaba aterrorizada, si el temblor de su voz servía de indicio, resonando en la casa como un fantasma, la voz de otro mundo de los olvidados.

Asaltó sus oídos como si estuviera paseando por la feria del pueblo voces, diferentes en timbre pero todas de la misma persona, procedentes de todas las direcciones a su alrededor, arriba, abajo, izquierda y derecha. Tobías se quedó tapándose los oídos para detener la cacofonía de sonidos, perdido en las súplicas de la voz y el olor a humo, sintiendo que poco a poco perdía la razón.

De repente, sintió un sabor metálico en la lengua y, con la misma rapidez, la voz se detuvo.

Tobías abrió los ojos, que no recordaba haber cerrado, antes de llevarse una mano a los labios, donde sintió que goteaba algo líquido. Cuando llevó la mano hacia atrás, salió sangre.

Tobías se quedó mirando la sangre de la punta del dedo, preguntándose por qué le salía sangre de la boca, hasta que giró la mano para inspeccionarla más a fondo, y por fin se fijó en el resto. La carne de sus nudillos estaba raspada y en carne viva; la sangre salpicaba cada trozo de la piel de sus manos. Las manos le temblaban y, por más que lo intentaba, no podía mantenerlas firmes. No sentía dolor, pero eso no le impedía sentir la inquietud que se agolpaba en la boca del estómago al no comprender por qué tenía las manos en ese estado.

Una gota de sangre se deslizó por sus brazos hasta el codo, y desde allí cayó al suelo con un tintineo casi insonoro. La madera absorbió inmediatamente la sangre y crujió como si la hubieran pisado. El crujido, el más fuerte que había oído nunca, sobresaltó a Tobías, quien, a su vez, frunció instintivamente el ceño hacia el suelo.

Allí encontró a una mujer.

Estaba inconsciente, tumbada de lado con una mano protegiéndole la cabeza y la otra alrededor de su redondo vientre, claramente embarazado. Tenía el labio inferior agrietado y heridas en la cara, el escote y los brazos moretones morados, tan nuevos como la luz del día que casaban con su piel como una enfermedad. Tobías se quedó mirando a aquella mujer que tan bien conocía, pero de la que no recordaba el nombre. El olor a lilas se intensificaba cuanto más la miraba. Además, no pudo evitar fijarse en que la mayoría de sus maretones, aparte de las huellas de sus manos en los brazos, tenían la misma forma que la huella de sus puños cerrados una coincidencia celestial.

SEVERUS SNAPE - THE ONE WHO WALKS IN THE SHADOWS Donde viven las historias. Descúbrelo ahora