—... Y entonces mi papi dijo que podíamos comer helado antes de la cena pero tú sabes, papá, papi nunca cumple sus promesas... — Katsuki suspiro mientras fregaba los platos con lentitud, escuchando como la voz de la pequeña de fondo seguía contándole como su papi había roto la promesa de algo, el alfa no estaba seguro de que, realmente la mente de el rubio no daba para seguir el hilo de la conversación pero estaba alegre de que su hija pudiera entablar charlas tan largas a la corta edad de casi cinco años. — ¿Papá? ¿Me estas escuchando? — los ojos verdes de la niña lo miraron fijamente, y si Katsuki se ponía a pensar de más notaba que tenían la misma forma que los suyos, las pecas adornando el rostro y parte de su cuerpo le estrecharon el corazón mientras su cabello rubio que cada día se iba haciendo más ondulado se dejaba caer por sus hombros, un par de pinzas rojas sostenían su flequillo, dejándole ver más claramente el libro que tenía delante suyo.
El aliento de Katsuki se atrapó en su garganta. Asintiendo lentamente, el alfa le dio una sonrisa. — Claro que te escucho, chiquilla.
La niña hizo un sonido y continuo. — ¿Sabes, pa? La tía Uraraka es muy linda. ¿No crees?
Katsuki se detuvo por completo en donde estaba e hizo una mueca, un brillo extraño se dió a conocer en los ojos de la niña. Suspirando cansinamente, Bakugou mayor negó con la cabeza. — Kazumi, ya hemos hablado de esto.
La niña hizo su boca una línea recta y cruzó los brazos, Bakugou mayor la miró severamente, mentalmente cansado de la misma situación con su chiquilla, quién parecía entusiasmada a que su padre alfa consiguiera alguien, quién sea.
— No entiendo porque no te parece linda la tía Uraraka, ella nos da dulces y en nuestro cumpleaños nos hornea una gran torta. — la niña hizo un puchero y le miró con ojos verdes de perrito, Katsuki negó con la cabeza.
— No volveremos a hablar de esto, estoy bien solo y lo sabes. — la mirada de su hija se quedó prendado a él, Katsuki rodó los ojos y dejó los platos en el secador. — Ahora trae a tu hermano, abuela Inko no tardará en llegar.
Entre dientes la rubia niña se paró de la silla y se dirigió a el cuarto designado para ellos cuando estaban de visita en casa de su papá alfa, con grandes pisoteadas y pequeñas explosiones saliendo de sus palmas la pequeña decía algo que no se alcanzaba a oír, dejando un poco fuera de lugar a el rubio. El ruido en la habitación de los niños subió de volumen y escuchando como sus hijos discutían sobre si All might, su padre o el vigilante eran mejores héroes (el vigilante no contaba para los estándares de Katsuki pero la opinión de los pequeños ya no se influenciaba por la de su padre así que el rubio lo único que podía hacer era escucharles) mientras que el alfa preparaba las maletas para que los niños se llevarán de vuelta.
Suspiro, (porque desde la última vez que vio a Izuku eso parecía ser lo único que hacía) dejando de lado sus pensamientos escucho el timbre de su casa, el parloteo infantil paró y antes de darse cuenta, una cabeza rubia corrió y abrió la puerta. La figura de una mujer mayor peliverde se dio a conocer, con una de las sonrisas más dulces que Katsuki ha visto en su vida.
— ¡Pero si es mi querido Issei! — la mujer exclamó con cariño y levantó a el niño del piso, ganándose una gran canción de risas, la pequeña rubia no tardó en aparecer con otra mochila morada colgando de su hombro izquierdo y el juguete de una versión Chibi de su padre en la mano derecha.
Katsuki cogió ambas maletas y se dirigió hacia la puerta, reprimiendose mentalmente por no poner más seguridad en ella y evitar que sus hijos la abrieran con facilidad, tal vez debería cambiar las cerraduras a unas anti-niños, si es que eso existía. La mirada de Inko se posó en el y el alfa creyó ver un ápice de lástima en los ojos de la omega peliverde, pero Katsuki no quería saber qué significaba eso.
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From the bottom of my broken heart. [ ktdk]
FanficEntre Katsuki e Izuku siempre hubo cierta tensión que sus conocidos no supieron catalogar, después de la guerra el omega parecía no querer irse del lado del alfa, los murmullos y los chismes no hicieron esperar. Pero ninguno de los dos prestaron ate...