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Chanyeol estiró su cuerpo perezosamente desde el asiento trasero del auto en el que iba. Su aspecto no era el más pulcro a pesar de ser medio día, la diferencia horaria seguía pasándole factura y muy a su pesar, no era tan fácil cambiar los hábitos de sueño en menos de una semana. Por ello se encontraba algo irritado, su aroma crispado hacia un toque más ácido de lo normal, lo delataba, y los lentes oscuros con los que cargaba la mayor parte de las horas donde la luz solar prevalecían, solo era un plus para aplacar un poco las malas miradas que podría llegar a dar. 

— Puedes regresar una vez que estemos donde mi abuelo, me quedaré con el auto el resto del día. Consideralo como tiempo libre — murmuró despreocupadamente sacando su celular del bolsillo, sin darle más de dos miradas a su chofer, prefiriendo responderle a su madre que le arrojaba un tercer mensaje acerca de cuál era su ubicación, a la vez que era bastante explicita sobre lo que le sucedería si no estaba presente antes de que se sirviera el almuerzo. 

No tardó más de quince minutos en atravesar la fortaleza que resguardaba la conocida mansión Park. Las enormes puertas negras se abrieron para poder darle paso y un desfile de autos fue lo que apareció en la entrada. 

Curioso cómo era necesario el estado delicado de su abuelo para tener a toda la familia reunida. Incluyéndolo. 

Entre el tiempo que se estacionaba, recibía las llaves del auto y arreglaba un poco su chaqueta y cabello, se dio cuenta de la cantidad de recuerdos que tenía en ese lugar. 
La tranquilidad de los alrededores de la mansión era algo que destacar principalmente, alejado del bullicio de la ciudad sin estar realmente a miles de horas, el aroma del bosque cercano, el sonido de los pájaros; hicieron que en su mente se aglomeraran las imágenes de un mini Yeol corriendo a bajarse del auto para buscar a sus abuelos, el recuerdo de su voz infantil cambiando a una más gruesa a medida que crecía, la forma del rostro de su difunta abuela ir desapareciendo de su mente con el paso de los años... Fue una combinación de nostalgia y añoranza, era en sí lo que ese enorme sitio representaba para él.

Se apresuró a organizar sus pensamientos y seguidamente atravesar las enormes puertas caoba, el pasillo principal se hallaba silencioso, sus pasos resonaban contra sus oídos con el impactar de los mocasines sobre el mármol a medida que avanzaba, y entonces comenzaban a disminuir cuando se mezclaban con las voces que se elevaban en el comedor. 

La conversación pareció cesar repentinamente cuando su presencia se hizo visible, su primer impulso había sido desear preguntar el por qué se callaban cuando llegaba, pero prefirió ser lo suficientemente cortés como para hacer una pequeña reverencia y sonreír, o al menos un intento de sonrisa, en dirección al alfa regente en su familia.

Park SeungHeon era un alfa de setenta y cinco años, había sido apuesto en su época de gloria, ahora no quedaba mucho de aquel empoderado alfa, solo el legado de su empresa tecnológica y lo que ella significaba en el sustento de la economía coreana. 

— Pero miren quien está ahí. El hijo prodigo ha vuelto a casa — Chanyeol evitó rodar sus ojos ante el, para nada, acertado comentario de uno de sus tíos. Rascó su nuca con fingida incomodidad y se adentró más entre el enorme comedor, reconociendo a las familias de sus tíos y viendo la competitividad feroz en cada uno de los ojos. Todos ahí tenían el mismo objetivo. Ser el nuevo líder de la manada Park. 

— Me declaro culpable si eso significa haberme esforzado por años para mejorar mi nivel de estudios — la risa de su abuelo se elevó repentinamente en el comedor, su mano conectada al catéter golpeó la mesa de roble y su cuerpo se encorvó más de lo que estaba.

Su madre sonrió encantada, lo que parecía ser lo suficiente para no tener que recibir una retahíla más adelante por ser el último en llegar, como de costumbre. 

Cuestión De Primeras VecesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora